10 de julio de 2021. Sábado.
RISA TRISTÍSIMA
RISA TRISTÍSIMA
-Sol de mermelada de melocotón, esta mañana. Frente a mí, en el Hospital
Reina Sofía, los vencejos van y vienen, alimentado a sus crías. Con vuelos de
acrobacia: inventan la geometría. Yo, que no tengo el don del vuelo, caí ayer
cual largo soy al otro lado del altar de la iglesia de Santa
Eulalia. Un escalón mal puesto o una mirada distraída, y me precipité al vacío.
Mientras volteaba, volando, creí ser esta la última vez que lo hacía. El templo todavía
olía a incienso, a bendición. (Unos momentos antes, habíamos despedido el
féretro de Gloria, la hija de María. Todavía había aerosoles de lágrimas en el
ambiente). Cuando me vine a dar cuenta, unos samaritanos brazos me ayudaban a
incorporarme. Con ojos de asombro, me preguntaban: «¿Se ha hecho algo?» Y yo,
con una risa tristísima de vejez humillada, y palpándome el cuerpo, dije: «Creo
que nada». Luego, elevando el mentón y con paso firme de general mutilado, salí
a la puerta, Diario, y respiré aire de plaza, espeso y veraniego, y vuelo de
pájaros huidizos. Con la puerta abierta, un taxi –José Luis García y Juan Cortés
dentro– esperaba, monté y partimos hacia el reposo: Casa Sacerdotal (11:40:54).
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