15 de marzo de 2019. Viernes.
EL ALARIDO DE LOS
DÉBILES
Negros nubarrones, en Murcia. Casa Sacerdotal. F: FotVi |
-Es malo despertarse con
los ojos somnolientos y los oídos atentos. Lo primero que se aviva en uno al
despertar es el oído, que apenas duerme. O que duerme sus sueños tras el pabellón
de la oreja, pero con un oído abierto al menor ruido, aunque sea un latido de
tu propio corazón. Es decir, se duerme con un oído y con el otro se está a la
que salta. Hoy, nada más despertar, he oído el relato de dos aberraciones. Los dos
niños, desaparecidos en Valencia, son hallados muertos y enterrados en un
descampado de Godella. El padre, al ser interrogado, hablaba de reencarnación
de su mujer en los hijos, o de los hijos en la mujer, o no sé qué locura así. A
la mujer la encontraron en un bidón, aturdida y temblorosa, desnuda. La pobreza
hace estos monstruos, y deja un reguero de desgracias. La pobreza y los
silencios de la sociedad, que, ante hechos como este, se conmueve un momento,
llora unas pocas lágrimas ficticias, y vuelve a olvidar. Vuelve a olvidar el
alarido de los débiles. Y, por otro lado, en Nueva Zelanda, un bárbaro
ideologizado, causa 49 muertos y 20 heridos en una mezquita. ¿Qué mal hacía
esta pobre gente? Rezaba. Ya decía Albert Einstein que el mundo era un lugar
peligroso para vivir, pero no por las malas personas, sino por las buenas que
no hacen nada para impedirlo. Un servidor, cuando ocurren estos
acontecimientos, se entristece, por si hay algo de culpa en mí, aun sin
saberlo. Yo, persona, quizá sea culpable con esas otras personas, o quizá santo
con las que lo son. Y suelo llorar, Diario, por mi parte de culpa, si es que la
hay. Ya decía Nietzsche que el hombre es el animal más cruel y destructivo que
hay, y yo soy hombre… (18:51:39).