9 de octubre de 2021. Sábado.
CASA DE PAZ
-Ayer, como un acontecimiento de luz, se rompió la monotonía. En la Casa
Sacerdotal apenas sucede nada, a no ser el día a día reconocible, invariable,
tremendamente repetitivo, tenaz. Somos, eso sí, casa de paz, litúrgica (quiero
decir que se reza), de pasos lentos y de mentes, felizmente, despejadas. Todavía.
Aunque alguno se alimente con pasta fina y yogures, o desayune y cene media
manzana, con algo más. Es la parquedad, la mesura, una cierta ascética. O la
discreta moderación. Hay –también– quien lee mucho y bien, y quien sale, en
estos tiempos de pandemia, a pasear por el jardín, sin olvidar el móvil, que es
sobria y eficaz compañía en la soledad. Pues ayer, digo, se rompió la
monotonía, surgió la agitación, llegó la iglesia diocesana a pedir nuestro
voto. Se renovaba el Consejo Presbiteral, el que acompaña y ayuda al Obispo en la
toma de decisiones. El Consejo Presbiteral es algo así como El Consejo de
Estado, pero sin remuneración, sin estipendio, sin chollo; es como el Senado
del Obispo. Ante el Vicario General, votamos, papeleta en alto, eligiendo a tres
miembros para este organismo de la iglesia. Con la bendición de nuestro voto,
salió elegido el jefe de esta casa: don José Manzano, al que deseamos, en su
nuevo quehacer de consejero, una fructífera y útil gestión. Y recobrada,
Diario, la dulce, pausada y veterana monotonía de la Casa, me confío a Dios,
para que todo en la iglesia sepa a evangelio, y que, con Jesús, cure y santifique,
y siembre esperanzas, y viva en el amor, como la abeja vive del polen de la
flor, o como la sombra nace de la luz (12:34:32).