25 de marzo de 2022. Viernes.
GALICIA, EN MURCIA
GALICIA, EN MURCIA
-Se fueron, se escondieron sutiles tras las nubes, y han vuelto,
intensas, las lluvias. Como me decía mi amigo Paco Illán, escritor: «Galicia,
en Murcia». Sólo que Galicia es gema verde, preciosa, y Murcia, topacio
lleno de sol y ocres encendidos. Galicia es cadencia, ondulación en el mar, en la montaña; y Murcia, huerta, campiña que siempre espera el agua del cielo para
calmar su sed. Ahora, en primavera, Murcia es blanco inmaculado en la flor del
naranjo. El azahar trasciende a los caminos. Las cosas, a pesar de las nubes, están y relucen, y se dan, se ofrecen
en la mañana renovando ilusiones. Hoy aparco la prosa de Cicerón y me voy a la
taberna del idioma a chatear versos con Alberti. Cicerón argumenta, hace
discurso. Alberti rasguea la música del idioma, y la pone en rimas. La
primavera, que es nube, y árbol, y pájaro, y huelga, se hace luminotecnia
verbal en la poesía de Alberti. Soñador él, ve ir «¡por el mar la primavera!»,
y clama: «¡A bordo va! -¿De qué barco, compañero?» «-Del Florinda, compañera. /
¡A bordo va!» Y si el poeta la ve así, la primavera está, existe, embarcada en el
mar de la belleza. Y a pesar de la lluvia, o con la lluvia, vive. Sin embargo, ¡son tantas las cosas que me
entristecen! La pandemia, el descontento social, el llanto
del niño de cinco años, que, entre los escombros del teatro bombardeado por
Rusia en Mariúpol, Ucrania, gritaba: «¡No quiero morir»; el poco respeto por la
vida en ciertos ambientes que se llaman de «progreso»: en la insensatez de nuestros
gobernantes, la muerte es progresista. Qué modo de deslucir y vestir de harapos
la vida, qué modo de exterminio… Sin embargo, Diario, no desespero: vivo
agarrado al hilo de la oración y rezo porque esto cambie, y en el silencio de Dios
oigo: «¡Cambiará!», y escucho y pido fe, y espero, y creo creer (12:59:43).