25 de enero de 2014. Sábado.
LÁGRIMAS
ÍNTIMAS
Ojos y manos hablando, en Las Palmas. F: FotVi |
-Despertar
y encontrarme con «Un buenos días» floreado de Candela, es un despertar con
brotes de olivo o una gota de ternura en la punta de la lengua del WhatsApp,
que se gusta como si fuese hueso de dátil, paladeándola golosamente al ritmo
del moverse de la lengua. Hoy he despertado con cuatro fotos de Candela, y un
«Te quiero mucho», que todavía me martillea en esa lágrima que está a punto de
salir siempre en el lagrimal de los viejos y no se atreve, porque es lágrima
que cae mejor dentro que fuera. Las lágrimas íntimas, de clausura, son las que
más dicen, aunque no se oigan. Dicen al que las lleva dentro, porque las vive más,
y las llora sin ruido y sin llanto, solo. Se oye mejor a la lágrima que danza
en el interior de uno, que las que salen fuera. Mis lágrimas son mis lágrimas y
no las presto, su música me la oigo yo solo, con audífono incluido en el oído,
sin sobresalto de coche que pasa o grito que agreda al silencio. Decirte, Candela,
que hoy te he oído en mis lágrimas alegres; y he oído cómo jugabas en ellas, y
recitabas los números en español (la lengua de la ondulaciones), y en inglés,
que suena a cabalgada de cowboys en el oeste americano, tan polvoriento y
confuso es. Y no sabes otra cosa que no sea tu inocencia y tu capacidad de
asombrarte, hasta con el vuelo de una mosca. Las moscas, tan perversas. Perdona,
Diario; pero hoy he sido feliz así, hasta el extremo de poder decir a estas horas:
un día más (la botella medio llena: optimismo) y no un día menos (o la botella
medio vacía: pesimismo). Así es la vida: hecha, al fin, de tan pocas cosas (19:45:00).