9 de septiembre de 2020. Miércoles.
PEQUEÑA GALAXIA ENCENDIDA
PEQUEÑA GALAXIA ENCENDIDA
-Ayer celebrábamos el
Nacimiento de María, la Madre de Jesús. Acontecimiento único, nuevo, estelar. Lo
cantaba así Lope de Vega: «Hoy nace una clara estrella». Nacer es abrirse a la sorpresa
y al éxtasis de la luz, y, como pez en el agua, nadar en esa luz. Es ver y
vivir en la luz, respirar y esparcir luz, dar luz, arrinconando así toda noche
y sus sombras. Desvestir a la oscuridad y hacerla claridad. María, por ser
estrella, venía de la luz, y –según el poeta– ella misma era claridad, destello.
Pequeña galaxia encendida. Pero he aquí que de esta luz –«divina, celestial»–
nace otra Luz, más clara, radiante, tersa, que lo envolvería todo. Pues: «Que
con ser estrella, es tal, / que el mismo Sol nace de ella». El profeta
Malaquías dice de Jesús que era el Sol de justicia, que quemaría toda paja. Y
el profeta Asías lo llama la «Gran Luz». Y es María la estrella de quien nace
la Gran Luz: con gérmenes del Espíritu de Dios y de la Carne de María. De ambas
semillas se nutre. María pone la Encarnación; Dios, la Divinidad. Jesús lleva
en sí la Carne de María y el Espíritu o Amor de Dios, que da sentido y
trascendencia a esta carne; y de este modo, como dice el poeta: «María puso el
niño / y Dios puso a Emmanuel […], que obra fue de María / y del Cielo
también». Los dos: Dios y María, tejiendo el ser del nuevo Sol; Sol que
quemaría la paja, y que, con el trigo limpio de impurezas, triturado, hecho
pan, y, puesto en la mesa, sería la comida del hambriento; y, como anunciara
Isaías, gratis, sin precio. «Venid y comed, también los que no tenéis dinero».
María, Diario, es la que, con Dios, da este pan, y lo parte, y lo reparte, y lo
pone en la boca de quien desea saciarse del Espíritu de Dios, de su Amor; es
decir, vivir en Dios (11:58:25).