8 de septiembre de 2020. Martes.
RESPIRAR
RESPIRAR
-Se trataba de respirar,
de salir de la monotonía y abrir la esperanza, como se abre y se paladea una naranja.
Gajo a gajo. Grito a grito. Como si silabearas las letras de una palabra. Casi
con ira amable, con bocado hambriento y pausado. Así ha sido mi viaje a San Pedro
y luego a la Torre. Hoy, cuando la pandemia está volviendo a insistir en el
contagio y las muertes, he salido de mi refugio. Y he respirado. «¡Venid conmigo!»,
le he dicho a las cosas. Y las cosas me han acompañado. He visto árboles,
nubes, golondrinas; he tocado una gardenia, también el agua del mar –el mar me
ha reconocido–; una pequeña araña me ha mirado desde su tela y he esperado que
me dijera «¡hola!», pero las arañas no saben hablar; he visto a amigos, a
personas queridas, y sin darnos la mano, y, casi sin hablar, nos hemos
saludado. Con los ojos. Con silencios emocionados. Ya llegarán las palabras y
los abrazos, y el contarnos cómo hemos pasado estos días lentos y terribles, en
los que solo nos ha visitado la soledad. Acompañada, sin embargo, de recuerdos vivos,
que los años no han borrado, y que, en algunos casos, nos han devuelto a la niñez,
y, en ella, Diario, nos hemos recostado en el regazo de la madre, para dormirnos
y soñar, y sentir los latidos, nunca olvidados, de tanto amor (18:54:11).
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