8 de octubre de 2020. Jueves.
TODOS HERMANOS
TODOS HERMANOS
-El Papa escribe y hay un mundo que lo escucha y
otro que no; y otro, que disimula. El Papa, lo que dice, lo deja escrito, para
que sus palabras, como dijo Cayo Tito, senador romano, «no se las lleve el
viento». Porque «verba volant», las palabras vuelan, y vuelan tanto, que, una
vez salidas de la boca, ya no vuelven, no anidan, no hay árbol que las cobije. El
viento es su diccionario, su biblioteca, donde se diluyen. ¡Ay, si pudiera leerse
el viento! Francisco, el papa, ha firmado una nueva encíclica, Fratelli Tutti (Todos Hermanos), en la
que describe una sociedad injusta, desigual, que alienta la pobreza, la
globalización sin reglas, el consumismo, el populismo, que celebra las diferencias
entre los seres humanos, la falta de amistad con el inmigrante, el descarte:
esa maldición posmoderna, que tira a la basura del olvido o la destrucción lo
que no es productivo. Desprecio por lo que la sociedad llama inútil, infecundo,
inservible: como la sabiduría y pericia de la vejez, lo que nace incompleto o con
un sobrante, lo que se concibe sin certificado de bienvenida: el aborto. Lo
nuclear, la esencia del texto es: «tierra, casa, trabajo para todos». Y
dignidad para todo lo que alienta en la «hermosa madre tierra», la frágil
tienda que nos cobija, que nos da seguridad e invita, por la proximidad, a la
convivencia pacífica y entrañable. Amorosa. En un mundo tan amargo, tan
huraño, tan caótico, el Papa pone el terrón de azúcar que lo endulza, que
aplaca sus iras, sus desmanes, que lo humaniza. El Papa, con Hipócrates,
Diario, se dirá a sí mismo alguna vez: «Sana a veces, trata con frecuencia, consuela
siempre», por los que oyen y no escuchan, por los que disimulan o encubren, por
los tibios (11:09:34).