22 de septiembre de 2020. Martes.
EL OTOÑO
EL OTOÑO
-Ayer me metí en filosofías, hoy anuncio una buena anoticia: ha llegado
el otoño. Aunque con el virus y la zozobra de su poder en alza. El virus –desde
hace meses– reina en el mundo, coronado de maldad y dientes largos, como los
del lobo que masticó a Caperucita. Pero el otoño es la liberación del verano, lo
calma, lo endulza, lo tiñe de candor. En otoño caen las hojas: la alegría y la
belleza del árbol pasan a ser alegría y belleza en la tierra. Los árboles se
desnudan y la tierra se viste con ropajes de primavera, pero ropajes dorados. El
otoño rebaja la soberbia del verano, le quita espuma a su cerveza. Lo que me ha
hecho pensar: «En el otoño de la vida, empieza la primavera de Dios». En Dios, todo,
y siempre, como Origen y Aliento de las cosas está rebrotando, retallando: la
luz –«hágase la luz»–; la vida –y Dios se dio como exhalación–; el amor –envió
su Hijo al mundo–; y la eternidad –la promesa–. En Dios, y a cada momento, como
un incendio alentado por el viento, están renaciendo, resucitando las cosas; y esa
es la razón, Diario, por la que un servidor ama y festeja estas cosas, que
viven en ese soplo –palabra– de Dios, en continua creación (11:57:45).
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