21 de septiembre de 2020. Lunes.
MATEMÁTICAS DE
DIOS
-Si lees a un filósofo
ateo, agnóstico, te dirá que Dios ha muerto, Nietzsche. Sin embargo, otro
filósofo, Newton, decía que «Dios explicaba la existencia del movimiento en el
mundo». Y Richard Feynman, premio Nobel de Física, decía: «El universo se rige
por reglas matemáticas y esto es un misterio, una especie de milagro». En el
universo, pues –(galaxias –racimos–, estrellas –miríadas–, mundos – infinidades–
y un planeta, único, azul y con vida, la Tierra) entran las matemáticas: un
dedo divino escribe en la pizarra del infinito y crea las ecuaciones
algebraicas, las potencias y raíces, la inmensidad del enjambre del cálculo,
que va resolviendo incógnitas y haciendo que surjan otras, y todo, dentro de un
orden, invariable, lógico, que hace que todo se mueva según las leyes preestablecidas.
Es el misterio, el milagro, al que la ciencia no ha sabido dar respuesta. La ciencia,
que un día dice esto, y al siguiente, lo otro. No está segura de los números
que hace, porque antes o después, estos números chocan con el orden del
universo que sí está reglado y numerado según una inteligencia –las matemáticas
de Dios –superior, y se deshacen. Y es que como decía Kierkegaard: «La fe no
contradice el conocimiento, va más allá del conocimiento». El cristianismo es
luz, que a veces, Diario, se oscurece, hasta lastimar la fe del creyente, que
palpa y no toca, que habla y sólo le responde el silencio, o las matemáticas de
Dios, que, sin embargo, brillan –y hablan– en los cielos, y hay que entender su lenguaje (2:31:09).
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