24 de septiembre de 2020. Jueves.
MÚSICA Y ACORDE
MÚSICA Y ACORDE
-Vino la música, y elevó
la oración. La sacó de su monotonía y la agitó con pentagramas, corcheas, belleza.
La oración, que ya era música, se hizo así variación, algarabía de notas, armonioso
acontecimiento galáctico. La oración abre sus alas y, en la música, vuela, y su vuelo no tiene fin, cruza espacios, la infinitud, hasta dar con Dios, que hace
su Vida en el Acorde de la Trinidad. O Dios –en el Amor–, sonido de existencia,
de presencia. «Tres personas y un Amado / entre todos Tres había», canta San
Juan de la Cruz. En el principio, Dios hizo la música: ¡creó el universo! Música
sin acorde aún. ¡Luz dispersa! Dejó sus notas musicales desparramadas en
las aves, las selvas, las estrellas, las cumbres, el mar, la Palabra. Dejó sin
acabar el gran acorde total, que, inspirado por el mismo Dios, reuniera todas las
notas de cada una de las fracciones en que estaban divididas y las acoplara,
las ajustara, como la Trinidad de Dios su hace Uno en el Amor; es decir: hiciera
la música de las cosas partitura, conjunto armónico, inmortal sinfonía, concierto.
Las palabras, pues, en la oración y el amor, con la música, se hacen acorde,
coral, se engalanan de gozo, y bendicen, y ruegan, y cantan en los labios y se hacen danza en los pies, e introducen emociones
en el corazón. Dios crea –y recrea– desde el Amor. Y, desde el Amor, Diario,
compone la música de las cosas, oración volátil, melodías inacabadas; melodías
que más tarde el hombre ordena, ajusta, y las convierte en Acorde trinitario de
Amor al que vislumbrar y cantar, rezando, haciendo arpegios con el corazón (12:24:19).
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