19 de septiembre de 2020. Sábado.
GRITO DE URGENCIA
GRITO DE URGENCIA
-Después de haber
vivido un día de color borroso y mojado, triste, pandémico, se nos abre un nuevo día luminoso de sol y
azul, radiante, que nos llama a la vida. Día que aletea en nuestros ojos y en nuestro
corazón, y nos dice que la vida solo dura un pequeño trecho –hermoso– y que la
muerte es para siempre. Día, pues, que nos invita a vivir, con mascarilla; pero
a vivir. Con el sol y el azul, y la cautela, en una mano, y Dios y su bondad,
en la otra. Manos que, sin embargo, no estarán niveladas. Dios pesa más que el sol
y el azul, más que la cautela y la pandemia. Yo, en este día, para elevarme,
para ascender en la fe, para poder tocarla, me arrodillo y bajo a la humildad,
y, desde esta, ruego a Dios y a la Medicina que alcancen a entenderse, que
lleguen a un acuerdo, de amor, por el mundo. De progreso en la ciencia. Pido que
Dios extienda su brazo y agudice la sabiduría del sabio, su microscopio, su
visión de lo invisible; que el sabio dé con el virus, lo aísle, invada sus
entrañas, llegue a su corazón maligno, y lo pueda transformar en vacuna de
salvación. Y porque espero, pido, suplico, solicito a Dios, con un grito de
urgencia, con un grito humedecido de lágrimas, que ayude al sabio, al epidemiólogo,
que sople en su sabiduría y que, de este modo, lo ilumine, para que dé con la
receta que anule la pandemia; que pueda, Diario, al fin, alegrar el sufrimiento,
redimir la angustia, y, conmovido el mundo, reír con risa nueva (11:45:27).
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