20 de septiembre de 2020. Domingo.
LA VIÑA
LA VIÑA
-Esta mañana, como un
destello, como un hallazgo de luz derramándose, me han llegado las palabras de
Jesús: «Venid a trabajar a mi viña». En la misa. No sé la hora: si me llamó de
los del principio o de los últimos. Yo sé que me llamó y respondí, como el
silencio llama al recogimiento, a la contemplación. Y luego me pagó con el denario -el salario- de su gracia, del que
aún vivo. Y que, desde entonces, me alimenta espiritualmente. Poniendo vuelos
en mis ojos y en mi corazón. Ha habido veces que he pretendido salirme de ese
salario de gracia, y me ha ido mal. Hasta que supe por San Agustín, que el
«salario de Dios es la justicia». La justicia, o la mentira del hombre –el
político, el arribista, el ladrón– y la verdad de Dios. Dice la Escritura que
el justo vive de la fe. Y sigue San Agustín: «Te pregunto si crees. Dices: Creo. Haz lo que dices y tendrás fe».
Porque las obras, aquello que haces, el pan que pones en la mesa para que todos
puedan partirlo y comer, el agua que dejas en los labios del que tiene sed, son
la irradiación, lo que se ve y se toca de la fe. La fe no solo son palabras, Diario,
sino también, y sobre todo, salario, jornal, amor, justicia, que dan y dignifican la vida
(13:15:00).
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