lunes, 5 de octubre de 2020

 5 de octubre de 2020. Lunes.
MONJE CON CAPUCHA

Aletea el azul, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Me asomo al balcón, y lo veo todo triste, con melancolía de monje con capucha; todo triste y tosco, menos la luz. La luz aletea azul con las palomas. El azul se deja llevar y traer, dulcemente, en vuelos de claridad. Son tantas las palomas que vuelan que no sé si son ellas el azul, o si el azul se ha hecho paloma. Es como un huracán de azul. Y de vida. Contrasta la luz del día, con las negras decisiones del gobierno del Gran Timonel de la mentira, del fiasco. Son las suyas decisiones más negras que las mismas sombras que produce el sol. Decía el sabio: «Amo la luz, porque hace que vea mis sombras». Lo contrario de lo que dice el Gran Timonel: «Amo la oscuridad, para que no se vean mis noches». Y Antonio Machado decía: España es «un trozo de planeta / por donde cruza errante la sombra de Caín». «¿Quién ve la sombra de Caín, si es de noche?», dice el Gran Timonel. Pero ahí está. No se ve, pero se intuye. El desánimo, la postración –de rodillas ante el poder todo el tiempo–, es tajante, como el colmillo de una pantera, vestida de un negro cainita. Y en esto, sale a mi encuentro la escritora y poeta polaca Olga Tokarczuk, Premio Nobel, que dice: «Bienaventurado es quien camina», y me sube la esperanza. Pues camino en la luz, hasta que, con los dedos del espíritu, toco el azul, que me habla de Dios. El azul, pues, palabra de Dios: o el evangelio del azul. O al menos, es lo que yo oigo, Diario, lo que late en mi corazón. ¿No oyes? El azul, en las palomas, habla, y en él se oye la voz de la Trascendencia (12:38:53).

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