2 de mayo de 2014. Viernes.
HUMILDAD
CON OJOS BAJOS Y CAPUCHA
Humildad con ojos bajos, en el jardín. F: FotVi |
-Se me viene la noche y todavía no he escrito nada. Hoy, ni un verso y ni
una línea que diga algo, es decir, algo con argumento. ¿Que qué he hecho? Sólo
leer y mirar; también decir Señor, con
unción (y con pudor digo que muchas veces) esta mañana. He dicho Señor y me he
puesto lo primero a escuchar el silencio que gritaba contra la codicia; el
silencio, que es pura humildad con ojos bajos y capucha de monje de claustro y
capitel románico, y un rosario prendido de los dedos. El silencio es así de
claustral, de enigmático bajo el marrón (casi color de pan) de su hábito. Al
gritar contra la codicia, el silencio gritaba contra la guerra, y contra la injusticia
con antifaz de justicia, y contra el poderoso que, amparado en la ley, preside,
sin embargo, un mundo sin ley, y, al no haber ley, se hace él mismo la ley. La
codicia, la que rompe toda ternura y abre las fauces de la desesperación y la
angustia. He escuchado al silencio y le he oído, y he leído y me he puesto a
mirar todo lo que me miraba a mí, como la mota de polvo que se ha posado en el libro
que leía, y que, Diario, me ha hecho exclamar: Infinito el universo que hay en
ti, y no sabría decir si me ha sonreído, o simplemente no me ha oído, o tal vez
sí (21:20:54).
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