6 de mayo de 2014. Martes.
PARTE DE
CULPA
Voy a decirle a Dios todo, en Siria. F: Untitled |
-El mundo ya es escombro, algo caído sin espíritu de levantarse. Y «la
congoja -como diría Elena Poniatowska- es total»; ella lo decía por la muerte
de José Emilio Pacheco, poeta y escritor de compromiso, yo por la muerte del
mundo, del alma del mundo, de su realidad espiritual derrumbada. Nada alienta,
no hay espíritu en el mundo, sólo voluntad destructiva, con ánimo de lucro. La
nueva diosa madre, la que veneraron los pueblos del principio, los de los
orígenes, la forjada en granito y terracota, ya no es la Tierra, sino su
antagónica la Codicia. La Tierra es fertilidad, donación, trozo de pan y vaso
de vino, agua que corre con risas, montaña y valle, horizonte y más allá; le codicia
es sequedad, exterminio, mercadería, privacidad, no merced y gracia, siempre
yo, nunca madre. Madre y codicia se dan la espalda, es como hacer comparación
entre el filo del cuchillo y la caricia. El filo raja, la caricia sacude, es
emoción. Pues este mundo convulso por la codicia y la insensibilidad, por el
mirar para otra parte y el desentenderse, surgen noticias que hielan, que hacen
dudar de la (¿excelsa?) condición humana. Cientos de niñas sacadas de la escuela
y esclavizadas en Nigeria, y no hay conmoción mundial. O la guerra en Siria,
donde cada día mueren miles de inocentes y sólo se oye la voz de un niño de 3
años de edad, que, antes de morir, y entre lágrimas y heridas, avisa: «Voy a
decirle a Dios todo». ¿Hay alguien que ría? ¿Y, quien llore? A ver, enséñame
tus lágrimas, me digo a mí mismo, Diario, y tengo miedo de no llorar lo bastante,
por mi parte de culpa (19:53:11)
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