5 de mayo de 2014. Lunes.
PLUMA 22
Prestador de letras, en el recuerdo. F: FotVi |
-Recuerdo cuando escribía con lápiz y pluma, rasgueando papeles, que, al
fin, eran objeto de espasmo en el principio del fuego en la cocina. Se volvían
locos de fuego al arder. Eran papeles de estraza, y las más, hojas de cupones
de Cartillas de Racionamiento. Entonces, te ponías en la cola, te cortaban uno
o más cupones de la Cartilla y, a cambio, te daban garbanzos, alubias o harina
de panizo para el pan o la torta, harina que se acompañaba luego o con mondas
de corteza de naranja secadas al sol o con pulpa de crilla (patata), y así se espesaba
todo. Aquello sabía a algo que se pega y remolonea al tragar, no a pan. Al
final, sin embargo, entraba; era el hambre. Se tragaba con ruido de agua de
desagüe en la garganta. Y te hacía ponerte colorado, por el ahogo. Luego vino
la máquina de escribir, Olivetti Pluma 22, que te ponía las letras pero uno
tenía que disponerlas en palabras y, con la Gramática (la Sintaxis y la
Ortografía) haciendo de GPS (o guía) de la escritura. Entonces, fueron el verso
y la prosa, o las palabras hechas lenguaje, y éste, el lenguaje, como resonancia
de la vida, que es dolor con alguna palpitación feliz, alguna vez. Con la máquina
se emborronaban papeles, pero menos. La máquina aliviaba el lápiz y la pluma. Hasta
ahora; que, con el ordenador como cómplice, se escribe y se borra sin hacer
manchón, y el papel, liberado de ese peso del error y la tachadura, dura más y muere
menos, como lo árboles que lo regurgitan papel. En la Olivetti Pluma 22, hace
miles de recuerdos, hilvané estos versos: « A veces / piso sin cuidado / donde
el hombre, / su tierra de agarrón, / y me conmuevo…»; su título: Pisar donde el hombre. Y estos otros: «Hay
roce de batutas / en el aire, / hay hebras musicales, / pero mi corazón se
enreda, / se ensaliva de musgo y se endurece…», con el título: A punto de llegar a Albinoni. Había
bastante de desesperación en estos versos, por lo que titulé el libro Introducción a una selva incipiente. Tuvo
buen leer y buena crítica y lo saco a relucir ahora, como homenaje a mi
Olivetti Pluma 22, con la que tanto imaginé y escribí. Me gusta, Diario,
recordar con afecto a mis amigos, y, de entre ellos, a los más humildes y que mejor
me han servido y estimado sin pedir nada a cambio (21:30:41).
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