23 de mayo de 2014. Viernes.
A PUÑO Y
LETRA
Portador de poemas, en el buzón. F: FotVi |
-Abro el buzón -12 de mayo- y hallo una carta con mi dirección escrita a
puño y letra, que me hace retroceder, voltearme (que diría un mexicano), a
tiempos pasados, tiempos de niñez y rosas, y sueños, y penurias y gozos,
también gozos, aunque más penurias. Con Pepe el Cartero, llegaba la carta
deseada o el reembolso con libros, reembolso que irritaba a madre, pues apenas
había para pan. Tenía yo entonces entre 10 y 12 años. Y me dio por comprar
libros; antes fueron los tebeos. Luego libros y que llegaran por reembolso. Al
poco, vino el Seminario y gracias a Maruja Hernández, la de don Andrés, el abogado,
tuve libros y estudios. Y risas en el rostro de mi madre. Abro el buzón, digo,
y está una carta que pone mi nombre y, un renglón más abajo, Ermita de San
Blas, y luego, C/ Río Renacimiento (es Río Nacimiento, el cartero hizo la vista
gorda), el código postal, y Torre de la Horadada (Alicante). ¿El remitente? Julián
Chicano Peñaranda, sacerdote y amigo, de Molina de Segura. Y de pronto, se me
vino encima la niñez, y su algarabía de crecimiento. El día que hurgado de
nervios celebré mi primera misa, Julián, sacerdote ya, leyó un poema, bello
como casi mi niñez de entonces (un servidor era cura pero sin haber huido aún
de la niñez), poema que aún conservo y que, cuando me falla la madurez o los
sueños se estancan, vuelvo a leer, para sonreír y curarme así de los años y,
más aún, de los achaques del espíritu, que con la edad se acentúan, por
vislumbrar el fin. La carta traía un poema nuevo y el recuerdo de aquel otro
poema titulado La campanilla de Vicentico…
El nuevo poema hace del título dedicatoria y se llama así: A mi amigo Vicente, sacerdote y poeta. Ya no me llama Vicentico; y es que, aunque de alzada o talla
sigo igual (me quedé atrás de los medianamente altos), he crecido en edad, desde
luego, no sé si lo suficiente en sabiduría, y tal vez en gracia, cosa que sólo sabemos
Dios y mi conciencia; pero yo de mí, y en ese asunto, no suelo decir nada
porque sería parcial, y diría haber donde quizá no haya, o no hay donde tal vez
sí; por tal razón: punto en boca. Decir sólo que el poema tiene este comienzo:
«Tú eres, Vicente, amigo inolvidable…»; y más adelante: «Tienes alma de niño». Para
finalizar: «¡Canta, canta, poeta de los vientos!» ¿Que estás emocionado,
Diario? Para emoción, la mía, ya te digo, que diría un canario, de Canarias (19:57:01).
¿Por qué son tan gratos, aunque hayan ido acompañados de penurias, los recuerdos de la niñez? Se ve la vida en perspectiva y apenas nos da tiempo para otra cosa que no sea jugar, correr, volver a jugar y tornar a correr.
ResponderEliminar¡Qué buena terapia para el alma retomar unos versos de un amigo, unos besos de una madre...!
Sí, José María, en mi libro "Introducción a una selva incipiente" hay un poema que titulo "Aquella niñez o tiempo", y en uno de los versos digo: "¡Qué plenitud más sola en mi niñez!". La niñez siempre me ha llenado de asombros, de poesía.
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