10 de mayo de 2021. Lunes.
ALBA
ALBA
-Al alba cantaba el mirlo. Lo he oído, entre sueños. Su canto iba
retirando la cortina de la noche y dejando que el día nos regalara sus luces. Un
día con nubes, pero luminoso. Como a las polillas, me atrae la luz, me meto en
su poema y, desde su interior, digo la luz, la recreo, la hago celebración. Alba,
del latín albus, significa blanco, como
la nieve, como las manos de la madre, como la inocencia de la niñez. En el
blanco –el papel en el que escribes– no cabe un borrón, pero sí la escritura,
que es la claridad del pensamiento en negro, para hacerse, con el blanco, leyenda,
irradiación, deslumbre, fascinación. Bendigo la noche y el alba, y al mirlo que
la abre con sus dulces silbos. Bendecir es luz; maldecir, raspadura, tachón,
negación. Pero gracias al canto del mirlo, que hace de grapa, de alfiler que
une la noche y el día, ambos –la luz y las sombras– se dan la mano y aparecen cosidos; pero
separándose poco a poco, según avanza, con el dulce y enamorado silbo del mirlo,
el nuevo día. Él canta y el día se despereza y se hace página abierta; página que
se deja leer, como una hoja de libro, en el paisaje, en la crónica de la ciudad.
Cuando, en la oración de la mañana, voy a decir: «Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme», ya el día ha cogido ritmo y celebra conmigo la vida y su verdad, y a Dios, que me habla, Diario, desde la paz del Libro de las Horas (12:38:24).
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