3 de febrero de 2022. Jueves.
EVANGELIO DEL ATEO
EVANGELIO DEL ATEO
-Ya sé que existe Dios: me lo ha revelado un ateo. Razón: si niega, es
porque le inquieta la afirmación; niega porque duda y, en la duda, ya cabe
Dios, que eso es la fe. El ateo, sin la duda, no se tomaría la molestia de
negar…, y a mí, de afirmar (En la fiesta
de San Blas, verdades del lápiz). Y dicho lo cual, puedo afirmar que Dios anda
entre lo que el ateo niega y lo que afirma el creyente; mientras al ateo Dios
se le pierde en la tensión de la duda, al creyente se le viene –o precipita–
desde la misma duda. Los hay que adoran la duda –el bosque no deja ver el árbol–
y dejan escapar a Dios; y los hay, el creyente, que desbroza la duda, y en su
centro, vislumbra a Dios (Unamuno). Entre las infinitas ramas y follaje de los
árboles del bosque, allá, en la altura, en la confusión y el vértigo de la
altura –de la duda–, donde todo es haz, bóveda cerrada, para el creyente, sin
embargo, una hoja se ladea, deja un resquicio, y el sol mete su rayo y
deslumbra. Un instante, quizá; pero un instante de realidad divina, de
presencia intangible. Toque de gracia. El creyente dice: me ha deslumbrado (o
alumbrado) lo divino; mientras el ateo: me ha alucinado vivir en la duda. A
Descartes la duda le lleva a Dios; a Feuerbach, por el contrario, a la
psicología. «Dios –dice Feuerbach– es lo que el hombre echa de menos»; la idea
de Dios, pues, no es otra cosa que un espejismo o ensoñación –psicología–
humanos. Descartes era racionalista; Feuerbach, teólogo. Por lo que tiene razón
Hans Küng cuando dice: «Teología y ateísmo están muy cerca uno de otro»; y tan
cerca que, desde la duda, –«¿la fe?», Diario, se puede llegar a ser o San Juan
de la Cruz o Iosiv Vissarionovich Dzhugashvili, es decir, Stalin (8:21:05).
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