11 de mayo de 2022. Miércoles. Dadivoso
-LAS MINORÍAS
-LAS MINORÍAS
-Tal día como hoy, hace diez años, escribía yo en mi Diario lo que
sigue: «Juan Ramón Jiménez, en su Segunda
Antología poética –este nombre tan poco atractivo le pone– escribe en la dedicatoria: «A la minoría, siempre». La poesía es menor, quizá, en atenciones,
en tributos y homenajes, en estallidos multitudinarios. Su ADN (o ácido
desoxirribonucleico literario) no es de best-seller, sino de «humilde brinco de
danza» (Paul Valéry), o tal vez de simple asombro de niño que da su primer paso
y, sin saber cómo, se ve, con los brazos extendidos, andando. Pero la poesía es
grande en cítaras y arpas de diez cuerdas, en lunas y en trayectos que, con
trabajo, se han hacho camino al andar. «Caminante, no hay camino, / se hace
camino al andar…». Poema que, tras ser leído, queda en la memoria de la
minoría, que lo hará, con el tiempo, reflexión y canto del pueblo. La mayoría
tal vez nunca haya leído el poema de Machado; pero, en más de una ocasión, y de
la mano de la inmensa minoría, la mayoría lo canturreará y lo citará, y lo hará
vida suya. El poema es arte mayor, pero, por caber en unos pocos versos, parece
cosa menor. Como el agua en el cuenco de la mano en el desierto: apenas es y
sin embargo salva. Ayer, en Molina de Segura, presenté mi nuevo libro de poemas
Materia elemental. No éramos ni
muchos ni pocos, sino los justos. Lo importante es que se oyó y se celebró la
poesía, como un nuevo triunfo de la palabra, la que salva y une, por la que
las cosas son y están. Y, dejando a un lado segundas intenciones, se podría
decir que bautizamos un nuevo libro. Francisco Javier Illán Vivas y Fulgencio
Martínez, poetas, apadrinaron al neófito. Luego de escuchar a Mariola, concejal
de Cultura del Ayuntamiento, yo abrí el libro y leí sus versos, y la palabra,
como diría Fulgencio en el Prólogo, se hizo «halago para los ojos y dulzor para los
oídos, ganando así la confianza para hablarle al corazón». Y hubo aplausos (ni
muchos ni pocos, los justos) a la poesía, no a mí. Y yo, emocionado por ella, y
sin que suponga nada del otro mundo, Diario, no lloré; o sí lloré, pero sin
decirlo: solo en mi interior, mi cripta más íntima» (12:49:41).
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