lunes, 7 de noviembre de 2022

7 de noviembre de 2022. Lunes.
EL ÁNGEL AQUEL DE LAS LETRAS

Don Quijote vive, en el hierro. Torre de la Horadada. Alicante.

-Escribir con aquellas máquinas de entonces (la Olivetti 22) era un ejercicio más musical y romántico, más inspirador. Recuerdo que se confundían la música de la máquina y la de la lluvia, y la inspiración –el ángel de las letras– se hacía más insistente en los dedos, que ponía palabras de la máquina al papel, y puntos y comas, e historias y versos, y beatitudes y perversidades, con algún que otro descosido de la vida. De aquellas músicas –lluvia y Olivetti– nacieron obras mías como Introducción a una selva incipiente o El bosque apócrifo, libros de rebelión y guasas, y afanados siempre en conseguir, si es que la hay, una cierta perfección literaria. Porque ni El Quijote, ni Hamlet, ni La Ilíada… están libres de imperfecciones, como cualquier otra excelsa obra nacida de la naturaleza, aunque se llamen Aquiles y su tendón o Alonso Quijano viviendo sus hermosas y desquiciadas fantasías. En el prólogo a Las vidas privadas de Albert Einstein (César Nombela) se dice que la vida de Einstein «se construye siempre sobre lo imperfecto», pues de lo imperfecto (o de la búsqueda en lo imperfecto, como en un baúl de los recuerdos) surge, a veces, la genialidad. La genialidad de ser Cervantes o el autor de El Cantar de los Cantares. O la de ser Jesucristo, el diamante en el vértice de la pirámide en su dimensión humana. Aún recuerdo, Diario, el teclear metálico e inspirador, humilde y lírico, de la máquina de escribir que deletreaba letras como si fueran gotas de lluvia dando en los cristales, quedando grabadas en el papel para hablar y decir sabiduría y acabar siendo reflejo de una emoción vital, la vivida por mí o contemplada alrededor de mí (12:51:32). 

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