8 de noviembre de 2019. Viernes.
EL HALAGO
Humildad de la flor, su belleza. En Murcia. F: FotVi |
-Cuando alguien me
halaga –en exceso–, empiezo a dudar de quien me halaga y de mí mismo: «Ya está
aquí el mal», me digo, y miro hacia mi interior. Ya que es en el interior donde
se forjan el jardín de la luz o de las sombras, de las rosas o las espinas, y
los castillos en el aire, en los que, al final, no existen ni princesas
encerradas ni dragones, sino solo aquello que tú hayas hecho sin pompa y con
trabajo, y la inspiración que confías a tus manos –el escultor, el alfarero, el
albañil–, o a la mente –el pensador, el cirujano, el poeta. Dejarse llevar
por el halago es permitir que dé pasos en ti la debilidad, y la tiranía de
quien te halaga. El que te halaga, tal vez no quiera tu honra, sino la suya,
pues te ve humillado y echado a sus pies. Hay quien halaga para ser halagado: o
doy para que me des. Rousseau consideraba una desgracia que lo halagaran, pues
no podía resistirse a los halagos, y en la lisonja, Diario, se veía vencido, humillado
(19:07:28).