sábado, 9 de mayo de 2020

9 de mayo de 2020. Sábado.
CANDADOS EN LA BOCA

Orquídeas entre rejas. Casa Sacerdotal. Murcia. F: FotVi

-Cualquier cosa, antes que el lamento desesperado, decía yo ayer. Era un modo de poner en blanco lo que aparece tan negro y emborronado. Poner una paloma de paz donde solo aparecen aves carroñeras y rapaces. Como buitres y grajos, y mamíferos irreverentes, los murciélagos. Hoy leo en la prensa que en las paredes de una parroquia de Cienpozuelos, en Madrid, un «inspirado pirómano» ha escrito: «La única iglesia k ilumina es la k arde». Y el párroco se pregunta en un vídeo: «¿Quizás debe arder el templo de Santa María Magdalena, porque en estos 50 días de confinamiento ha atendido a los enfermos de coronavirus en el hospital de Valdemoro?; ¿quizás porque la parroquia a través de Cáritas y un montón de voluntarios ha atendido las necesidades de decenas de familias que han pedido ayuda?; ¿quizás porque a través de distintas hermandades se han hecho proyectos de batas y mascarillas que se han ofrecido generosamente a quien las necesitase, también a residencias muy golpeadas por el coronavirus?». Como señala el párroco: «Parte de la sociedad española ya estaba enferma antes del coronavirus. Enferma de ignorancia, enferma odio, enferma de ideología». Y todo por haber dado su opinión –¡ay, libertad de expresión!, ¿dónde estás?– sobre la gestión del gobierno en esta pandemia. Candados en la boca, Diario: te puedes morir, pero en silencio, sin una lágrima, sin un «¡Dios mío!» en el que recostarte. Como decía Cicerón, en su libro Oratoria: «Niño, espanta las moscas». (Cita de Augusto Monterroso, en su obra Movimiento perpetuo) (12:08:03).

viernes, 8 de mayo de 2020

8 de mayo de 2020. Viernes.
BUSCAR LUCIÉRNAGAS

Peinando el viento. Playa Las Canteras. Las Palmas. Gran Canaria. F: FotVi

-Decía Juan Rubio, cura y periodista: «En un mundo en el que las tinieblas afloran, lo que hay que hacer es encender una cerilla. No lamentarse». Yo diría: «O hacer por encontrarse con una luciérnaga». Porque la cerilla hay que encenderla, supone un esfuerzo, y la luciérnaga te la encuentras encendida. Pero sobre todo: no lamentarse. Yo me lamento por aquello que hubiera podido dominar, pero no por lo que me domina a mí. Lamentarse por el coronavirus, es entrar, gratuitamente, en el laberinto del estupor. Lugar este donde solo hay murciélagos de cara mala y de risas siniestras y no pájaros que con su vuelo iluminen la mirada. Lamentarse es hacerse tejido de tiniebla en las tinieblas, romper la esperanza en pedacitos y tirarla al aire, como el humo, y que se pierda en el espacio. Como decía la mística y sencilla amante de las cosas de Dios, Santa Teresa: «Hay que agotar todos los esfuerzos antes de quejarse». El esfuerzo de contar hasta diez, o hasta cien, o hasta mil, antes del gemido o del llanto. Antes de la desolación. En vez de lamentarse, encender cerillas, buscar luciérnagas, hacer pompas de jabón que hagan soñar a los niños, o peinar el aire: Diario, cualquier cosa (18:53:27).

jueves, 7 de mayo de 2020

7 de mayo de 2020. Jueves.
CANTANDO


No se oye; pero cantando entre rejas. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Como ya os dije, los sueños, en estos días de confinamiento, son extraños y a veces invitan al sobresalto. Andaba yo soñando no sé qué, cuando, de pronto, miro, y me faltaban las manos. Me horrorizo. Es lo mínimo que le puede ocurrir a uno que ha perdido sus manos. «Tanto lavarlas y lavarlas», me dije. Por la pandemia. Lloré un poco, con desconsuelo, como un niño; pero, al momento, como sucede en los sueños, me vi alimentando a unos canarios que criaba en una jaula. Los pájaros saltaban y yo, incrédulo, miraba mis manos, que me habían vuelto. Salté con los pájaros: me dejé llevar por la euforia de esas sencillas y luminosas criaturas. Luego, con mis manos ya en orden, seguí soñando que me había hecho canto en el canto de los pájaros, cantaba con ellos y a pesar de ellos, Diario, pero desde una jaula; mas entonces -lleno de euforia- me dije: «¡Entre rejas, pero cantando!» (13:05:17).

miércoles, 6 de mayo de 2020

6 de mayo de 2020. Miércoles.
POLVO DE ESTRELLAS

Emprendiendo el vuelo, ya. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Hay cosas que, a veces, me cortan el sueño. Como si un cuchillo partiera en dos la manzana del sueño. Y cortado el sueño, te quedas en blanco. Y en ese espacio en blanco puedes escribir o pensar muchas cosas: recuerdos, cosas que puedes hacer mañana, cosas que no, que te ilumine un verso o una idea, que sigas en blanco. Una de esas noches en blanco, recuerdo que al día siguiente tenía que hacer un brindis, me habían dado un premio, me hacían un homenaje o algo así, y me rondaban por la cabeza un sin fin de cosas que decir. Pero luego de mucho dudar y darle vueltas a diferentes fórmulas, opté por esta: «Amigos, hagamos un brindis por mis defectos, son tantos; porque mis virtudes, si es que las tengo, no le importan a nadie». Después de terminar, hubo un silencio, y luego un largo aplauso. No sabía si me aplaudían por mis defectos o por mis virtudes, pero fue mejor así: nunca supe si era yo u otra persona: si era el señor virtudes o el señor defectos. Hasta hoy, que sigo igual de perdido, o de hallado. El niño perdido y hallado en sus defectos. Qué hermoso. Anoche me quedé en blanco y pensé –qué cosas– en mis monaguillos y monaguillas: ¿cómo lo estarán pasando? En cada uno: los de Javalí, los de San Pedro del Pinatar, los de San Blas. Cada uno con su sonrisa o su gesto molesto de sueño; cada uno con su maravillosa inocencia irradiándole en los ojos, detrás de los cuales, Diario, quedaban los sueños, las ilusiones, como polvo de estrellas allí derramado, inaugurando nuevas vidas (12:34:24).

martes, 5 de mayo de 2020

5 de mayo de 2020. Martes.
¡PERO LUZ!

Luz en el cielo, apareciendo. Casa Sacerdotal. Murcia. F: FotVi

-Estamos entrando en terrenos resbaladizos, pavorosamente desconocidos. Sabemos algo de lo que ocurre hoy; pero nada –o casi–, de lo que será mañana. Mañana está en el aire, como el vencejo o la mariposa, o el silencio de sus vuelos. El hoy lo tenemos aquí, aunque tocándolo con guantes y respirándolo con mascarilla. Pero el mañana es una incógnita, y, de momento, sin solución matemática que despeje este enigma. Los políticos se tiran sus incógnitas a la cara, que a lo más que alcanzan es a llenarlos de asombro, corrosivo. Lo malo de los políticos es que piensan más a favor de su partido o de sí mismos, que en los demás. O piensan en los demás, pero colocando delante sus intereses. Que casi siempre –como diría Benavente– son «intereses creados»: porcentajes y escaños, y sueldos tan engordados, que semejan esculturas de Fernando Botero. Contemplen si no la Maternidad de Oviedo o la Mano de Madrid. Son figuras que parecen bien comidas, satisfechas, orondas, pero desnudas de toda proporción o perspectiva. Son figuras que están, pero sin ser. Imposibles. Todo se enturbia, Diario; solo nos queda una puerta abierta, la de la esperanza; y además, al final del túnel, para el creyente, Dios, que confiamos sea Luz, aunque se trate de una luz pequeña, de candil, ¡pero Luz! (18:20:39).

lunes, 4 de mayo de 2020

4 de mayo de 2020. Lunes.
CURAS DE BATA BLANCA

Fuego de llamas blancas. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Hay curas que, por la vestimenta, parecen papas y, sin embargo, son solo capellanes de hospital. Curas de la bata blanca y la bendición en su sonrisa y en su mano derecha. La bendición siempre dice bien de aquello a lo que exorciza. Pero estos curas van con la humildad por delante: si me llaman, dicen. Nunca invaden, nunca imponen, se dan solo. Si los llaman van y bendicen al enfermo que resiste en el dolor o al que va a morir. Sin preguntarle ni credo político ni religioso, ellos solo bendicen; es decir, dan paz, serenan la estancia en el sufrimiento del enfermo o en su partida. Con la bendición, dan un golpe de Dios en la mesa de la enfermedad. Es como decir: «No estáis solos», y el cura de blanco, después de bendecir, se va con su sonrisa y su pesar a otro enfermo, a otro necesitado de compañía, de bendición. A otro que le llama, que le mira pidiéndole ayuda sin palabras, solo con el sangrar de su mirada. Y el cura que no es papa, solo capellán de bata blanca, entra en la habitación y, con Dios, Diario, le da su mano amiga, su alivio de hermano, su amistad de padre (18:33:33).

domingo, 3 de mayo de 2020

3 de mayo de 2020. Domingo.
DÍA DE LA MADRE

Madre protectora, con el hijo. ABC

-Tú vas y dices Madre y se te llana la boca de misterio. De saliva nueva, de amor, de origen. De germen. En las madres está el principio de todo: el de la vida. Sin vida humana todo sería oscuridad, noche, y, sin alguien que la cuente, prehistoria muerta, truncada. La historia, sin no queda en la memoria del ser humano o escrita en los papeles, no es tradición, testimonio, crónica; solo es olvido, nada. Ni siquiera sabría la tierra que por ella habían pasado los dinosaurios, las anémonas, las selvas amazónicas. Es esta la razón por la que en esta ocasión –con el coronavirus rondando nuestras vidas– deberíamos celebrar el día de la madre de un modo especial, más solemne, con más rosas en la boca y más abrazos en las palabras. Virtuales. Y lágrimas en los ojos por las madres que se han ido, que tanto dieron y ahora se han marchado sin nada entre las manos, solo con el sigilo como fiel acompañante de su soledad. Y el recuerdo –con lágrimas y oraciones– de los suyos. «El resto –como dice Shakespeare– es silencio»; mas parafraseando a Quevedo, Diario, silencio, sí; pero silencio enamorado (19:27:48).

sábado, 2 de mayo de 2020

2 de mayo de 2020. Sábado.
RESERVO MI LIBERTAD

Pensando iniciar el vuelo, en Murcia. Vistabella. 

-Hoy, al abrir el día, se ilumina mi esperanza: toco el sol y toco la libertad. Del mismo modo que Amos Oz, Premio Nobel de Literatura, tocaba el agua y tocaba el viento, yo toco el sol, en mi habitación, y la libertad, en mis ojos y en mis sueños. Un poco más allá de estas hermosas fronteras, me ata el miedo; porque ahí afuera anda el virus que encadena y, con frecuencia, mata. Cómplice de un gobierno –dicen– que improvisa y da palos de ciego. No creo que sea con la intención de construir una torre Babel, sino con el deseo –siguen diciendo– de perpetuase en el poder. Yo sigo tocando el sol y tocando la libertad: mis ojos y mis sueños no me engañan. Ya decía Víctor Hugo que «el sufrir merece respeto, pero el someterse es despreciable». No me someto. También san Pablo, en su carta a los Gálatas, decía: «Cristo nos rescató para que vivamos en libertad». No como pájaros en jaula, sino volando. Siempre. Aun con el peligro en el vuelo del ave rapaz y de la red del cazador. Sin guías; déjenme elegir y organizar mi libertad. Luego, si llega el caso –que llegará–, elegiré yo con quién andar o perderme, pero sin ataduras. A Machado, cuando iba al destierro, le encontraron en el viejo gabán que vestía este verso: «Estos días azules, y este sol de la infancia», con melancolía en los ojos del recuerdo. Dejaba España y entraba en el frío terrible de lo desconocido y lo oscuro, pero empezaba a tocar la libertad; libre como las palabras en el aire o los silencios en la intimidad. Hoy, Diario, no saldré a la calle: reservo mi libertad, para mejor ocasión (17:27:05).

viernes, 1 de mayo de 2020

1 de mayo de 2020. Viernes.
HÉROES DE LA SUPERVIVENCIA

Día del trabajo, sin trabajo. Charlei Chaplin.

-Hoy día del trabajo, me pongo a hilvanar palabras, como mi madre zurcía mi pantalón o mis calcetines agujereados por el uso, y la escasez. Hacer una frase, poner palabras en hilera sin que tropiecen entre sí, llenas de sintaxis y corrección, y, como el grano de trigo, perfectas y comestibles, es un trabajo ímprobo, digno de tenerse en cuenta. Y yo, cada día, como el orfebre, como la mariposa, hurgo, libo en las palabras, y luego las artículo y las pongo en fila, en orden de lectura. Para que se puedan ojear e interpretar, y decir. Y, si acierto, miro al cielo y al diccionario, y doy gracias. Congratulándome con Dios y la sintaxis, y la inspiración, que, si te pilla en la tarea, siempre llega, decía Cela. Así celebro yo, desde mi entrada en el júbilo de la quietud, el trabajo, ese don, esa tarea alegre que me acerca al Creador y me colma de dignidad, con la libertad que da el remendar y poner palabras en hilera y crear con ellas una historia, una odisea, quizá. Hoy, día del trabajo, y, no obstante, sin trabajo; salvo el de aquellos héroes (sin quererlo, tal vez), que tratan de contener el virus en los hospitales y los que se mueven de acá para allá para no dejarnos sin algo que echarnos a la boca. O los héroes de la supervivencia. Hoy, las señoras obreras de la Casa trabajan, con mascarilla y guantes, y una sonrisa; sonrisa que, por lo de la mascarilla, solo se les ve en los ojos, celebrando así generosamente el día del trabajo. Como San José, que fue obrero en el silencio y la aceptación, y cuidador del Hijo de Dios. Por lo que mereció, modelando la madera y la humildad, Diario, el premio de la beatitud (12:35:52).

jueves, 30 de abril de 2020

30 de abril de 2020. Jueves.
LAS IMPUREZAS

Luna llena con impurezas.  (7 abril último). Casa Sacerdotal. Murcia

-Mal síntoma. Vuelven a estar cubiertos los cielos. Las nubes dan la sensación de ser huesos molidos y puestos a secar al sol. Como un signo de derrota. Menos mal que al poco sale el sol y despeja los malos augurios del sinuoso comienzo del día. Respira la luz y se esponja la libertad, que sale al balcón a aplaudir, pero también a rezar. Por las tardes. Yo aplaudo y rezo, porque, sin ser digno tal vez, sé que hay quien agradece mi aplauso y quien no rechaza mi oración. Así expreso mi cariño, mi amor. Entre nosotros y Dios, y con el resto de la naturaleza. ¡Querernos! El gran déficit de nuestro mundo globalizado y, sin embargo, despiadado con lo débil, lo herido, lo agotado y derrotado que va cayendo a la orilla del camino. Hemos perdido la alegría y la sabiduría de darse, de convertirse en pan para que muerdan los que tienen hambre, en fuente para que beban los que tienen sed. El que ama, aleja de sí el egoísmo, la gran epidemia de este siglo de egolatrías y pandemias espirituales. Qué hermoso lo leído en un artículo de Carmen Posadas. Habla la periodista de Primo Levi, superviviente de un campo de exterminio nazi. El cual sostenía, dice, que «en la vida son necesarias las impurezas, e incluso las impurezas de las impurezas, para hacer un campo fértil». Quizá, con el coronavirus, Diario, estemos preparando la tierra para hacerla más fecunda en solidaridad, en el hecho de mirarse a los ojos mientras partimos el pan y lo compartimos, en el abrazo definitivo (13:25:52).

miércoles, 29 de abril de 2020

29 de abril de 2020. Miércoles.
ÁNGEL BLANQUÍSIMO

Tres batas blancas, en el cielo. Casa Sacerdotal. Murcia.

-Hoy, día 46 del confinamiento, un sol victorioso inunda el cielo. Es la alegría de la luz. La que va de allá para acá en el pájaro que salta de árbol en árbol, cantando, dialogando con las ramas y la hojas. Y con el cielo. El pájaro pía, y el árbol y el cielo le contestan con silencios, silencios que el pájaro entiende. Abajo, las enfermeras –antes del coronavirus salían en gavilla, ahora una o dos–, con mascarilla y guantes, liberan su ansiedad a la puerta del Hospital Reina Sofía. Alguna fuma un cigarrillo, supongo que para que sus miedos y sus dudas se deshilachen con el humo y huyan de su cabeza. Son como los ángeles, que están pero apenas se ven; solo aparecen cuando llevan la comida o la medicina al enfermo, o dicen su nombre, y hola, y entonces el enfermo despierta de su sueño calcinado por la soledad y habla, y a lo mejor sonríe. Es el mal cruel e insensible de este virus: la soledad en que deja al enfermo y su muerte. Sin una palabra de consuelo a la que aferrarse, sin una mirada; solo, quizá, Diario, la palabra y la mirada de la enfermera que permanece a su lado, como un ángel blanquísimo (18:39:41).

martes, 28 de abril de 2020

28 de abril de 2020. Martes.
NUESTRAS RAÍCES

Mirar al cielo, como liberación. Casa Sacerdotal. Murcia

-Estos días de clausura –encerrados y a dos metros de distancia y mascarilla para hablar con alguien–, el sol y las nubes se van turnando, cediéndose el paso ceremoniosamente, como en un baile de las Cortes antiguas. Es como si quisieran evitarse. Es como si el sol le dijera a las nubes: «Yo por un lado y vosotras por otro», y aquí paz y allí gloria. El sol y las nubes siguen el ejemplo de los humanos, ni rozarse ni tocarse. Estos días, desde mi balcón, miro más al cielo, lo contemplo, y quedo sin habla, absorto. Veo su belleza, y descanso en su contemplación. Dice Marica Branchesi, astróloga, que «el cielo es lo más poético que hay»; el cielo es poesía, relajación, descanso, religión. La  poesía no sólo está en los libros, también está ahí afuera, de donde el poeta bebe. El poeta contempla y luego escribe. Pero, como el místico, hay que contemplar y levitar, es decir, salir de ti y dejar que lo contemplado te invada, te arrebate, te libere, hasta poder volar. Hay quien toma pastillas para poder dormir: Yo le recomendaría mirar al cielo: enseguida encontraría el sueño, la paz. «Somos polvo de estrellas», dice Marica Branchesi. Mirando al cielo, Diario, hallamos nuestras raíces, en él se encuentra lo Invisible, lo Trascendente, y donde se puede –si miras con ojos de fe– casi tocar a Dios (18:14:51).

lunes, 27 de abril de 2020

27 de abril de 2020. Lunes.
REAL O FICTICIO

Teatro vacío. ¿El virus? Cartagena. 

-Me lo han contado o lo he soñado. No sé. En esta encerrona en la que nos ha metido el virus no sabes si es real o es ficticio lo que te sucede. Son tantos días deambulando por mi mente, dándole vueltas a mi imaginación. Hay veces que me toco y no sé si soy yo o es mi sombra, o si soy el sueño que ha tomado en mí forma y actúa en mi nombre. Mi perfil, pues, es el de mi sueños. Actúo y no sé si estoy en la realidad o en una de las fantasías de las que me regala mi sueño. He aquí un hecho, que no sé si es fantasía o realidad. Un anciano camina por la calle: le sigue una cuerda que arrastra tras él. Encorvado, al andar, no ve más que la punta de sus zapatos; ve cómo el derecho adelanta al izquierdo, y el izquierdo al derecho. En eso va enredado su pensamiento: uno, adelante, otro, atrás. De pronto, se ve interceptado por un guardia. «Perdone, Señor», le dice educadamente el agente municipal. «¿Diga?», contesta el viejo, poniendo cara de sorprendido. «¿No sabe usted que estamos en cuarentena y que no puede salir a la calle?» «¿Ni siquiera a pasear un poco mi vejez?» El guardia miró la soga que llevaba atada a su mano el viejo, sonrió, y se marchó, diciéndose: «Si hay quien saca a pasear al perro, ¿por qué el viejo no puede salir a pasear su vejez?» «¿Qué te parece, Diario?» Lógica y sabia reflexión, nos dice el sentido común (18:26:09).

domingo, 26 de abril de 2020

26 de abril de 2020. Domingo.
DÍA DE LIBERTAD PARA LOS NIÑOS

Volando con Pegaso, con los niños. F: Googel

-El sol ha salido alegre y vivo, pero al poco se ha emborronado, como en un dibujo de niño descuidado y sabio. Parece como si nos quisiera acompañar en el dolor por la pandemia. Quizá quiera decirnos que él también llora con nosotros. Pero al poco, se ha desperezado y ha roto con las nubes, y se ha puesto a caminar, haciendo su raya de luz en el azul. Tal vez quiera acompañar a los niños en su primer día de libertad, y prestarles la alegría de su luz y su danza diaria. Pensando en Candela y sus amiguitos, que hoy salen reír y a gozar a la calle, me deleito con Machado:
«Mientras danzáis en corro,
niñas, cantad: Ya están
los prados verdes,
ya vino abril galán.»
Los prados verdes, abril galán, sí; pero jugar a la comba, no. Este abril es distinto. Muy triste para familias que han perdido a un ser querido, o para los mayores que están solos, sin nadie que les acaricie la mano o les diga una palabra amable. Hoy, Candela, niños todos, podéis salir a la calle; pero a jugar sólo con vuestros sueños, con vuestra niñez milagrosa, o al balón con la luna, aquella con la que hablabas tú, Candela, cuando eras más niña –solo cinco años–, y te extrañaba de que tus padres no lo pudieran hacer. Jugar con vuestro interior precioso, donde siempre hay una princesa que mira con fascinación todo lo que hay en su entorno. Bueno, el día va pasando y cambia de humor cada dos por tres. Primero, sol; luego, nubes; otra vez sol; luego, llovizna y truenos, y sol, y tristeza. Pero vosotros, niños, salid y tocad la alegría de vivir, de saltar, de correr, aunque sea de la mano de una persona mayor. No hay nada como llevar de la mano a un niño, te trasmite, Diario, su niñez y su inocencia, y su asombro  –como una catedral gótica–, por todo lo que existe y se mueve a su alrededor (18:20:58).

sábado, 25 de abril de 2020

25 de abril de 2020. Sábado.
COMBATE

Con la lluvia será rosa, sacada de la nada. Luz,. Murcia

-Ayer, dentro de mí, hubo un combate entre el caos y la fe, que ganó la esperanza. Es decir, venció el amor.  Donde hay fe, surge la esperanza, y la fe y la esperanza siempre incendian el amor. Yo contemplaba el mundo y solo veía tristeza, dolor, injusticias, intereses ilegítimos, lágrimas. Cada una de esas lágrimas ardía en mis ojos. Me quemaba en el corazón. Y me preguntaba ¿¡por qué!? Aunque percibía un halo de luz en el cielo. Allá arriba, donde comienza lo infinito. Donde se abre el misterio. Y de pronto, mientras miraba al cielo, como una luz que parpadeara a los lejos, se me apareció una monjita –madre Verónica, la llaman– hablando de Dios y del dolor. De la esperanza y de la vida. Y me puse a oírla, y dejé que me invadiera su mensaje. Como un crisma salvador. Que llenara mis vacíos y fortaleciera mi fe. Me invitó «a entrar en el sueño de Dios». Ya se lo había oído decir al Papa Francisco. Pero esta alma limpia, dulce, me lo decía con una voz tan serena y fuerte, tan natural, que su juventud y la pujanza de su fe, me conquistaron. Me vi envuelto en un mensaje distinto del que te hace cada vez el mundo. Dijo: «¿Cómo sería un mundo que dejara reinar a Jesucristo resucitado? Es decir, ¿cómo sería un mundo en el que reinase el amor, la justicia, la bondad, la comunión, la verdad, la belleza?» Y luego añadió: «El cristianismo es la revolución del amor». Y me quedé pensando, y, al poco, descubrí que la fe había vencido al caos, y que el Espíritu de Dios me envolvía otra vez, y en ese momento, me vi liberado de mis dudas, y recé desde el amor. Rezar desde el amor, Diario, es entender a Dios y repartirlo por el mundo, como una poderosa comunión (11:37:37).

viernes, 24 de abril de 2020

24 de abril de 2020. Viernes.
LLORO EN SOLEDAD

Esperando al Arco Iris de la paz. Casa Sacerdotal. Murcia

-Otro día gris, enfermizo, como un odre de vino vacío. «Un cuerpo sin huesos», pienso. Algo así como el silencio o la mente en blanco, que te dejan sin palabras que puedan llenar esos vacíos de cosas y las sientas vivas, cercanas. Cosas que anden, que vuelen, que se muevan como la corriente del río. Con la lentitud de una reflexión y la amabilidad de quien da la mano y hace una pausa para mirarte a los ojos y sonreír, y decirte hola. Cosas que se muevan, que hablen, que hagan el payaso, que tropiecen y no caigan, que hagan reír. Deseo volver a ver el ritmo de la vida, la prisa de unos, el lento y meditativo caminar de otros, la algarabía de los niños en el recreo de la escuela, los ruidosos abrazos de la gente al volverse a ver, o las noticias de la tele sin tener que soportar el trago amargo y trágico del parte de guerra de los cuatrocientos muertos diarios. Más muertos que en cualquier contienda, más que en una calle de Chicago en aquellas películas antiguas de gánster. O las colas de los desplazados y sin trabajo a las puertas de las iglesias y comedores sociales pidiendo el plato de comida que la caridad les ofrece. Y lloro en soledad, con un solo consuelo, el de invocar a Dios y mirar al cielo. Al cielo que hay más allá de las estrellas, Diario, y al que no llega la arrogante estulticia humana, tan altiva, tan despiadada, tan descreída (18:16:30).

jueves, 23 de abril de 2020

23 de abril de 2020. Jueves.
TOCAR LOS LIBROS

La biblioteca de Celso, en Éfeso. Turquía

-Hoy, día del Libro, paso la mano por los libros de la biblioteca y noto que cada uno me deja un roce distinto y aromático de libertad. Cada libro tiene su olor peculiar: el uno huele a amor, el otro a lucha, el otro a cloaca inmunda. Pero todos liberan, anuncian algo nuevo, quizá irreconocible, pero fantástico. Se adentran en la utopía de soñar, de vender nubes, de ascender a las estrellas, de apagar o iluminar pasiones. El autor de un libro puede engañarnos, pero el libro que sale de sus ángeles o demonios interiores, de sus entrañas de amanuense, siempre nos dice la verdad, verdad que querrás leer o desechar, beber. Pero verdad acuñada para siempre. Aunque queme o acaricie, siempre será verdad. Es la verdad del autor, pero verdad. Las librerías siguen cerradas, pero sus libros y autores andan paseando por mi mente, que no está clausurada, y ahí hacen el negocio alentador de sus ideas y evangelios, de sus cicatrices e ilusiones, de sus cansancios y vuelos. Todo en el libro es acrobacia de palabras llenas de pensamientos y aconteceres; son, Diario, el termómetro que mide la temperatura de la sociedad: su ir muriéndose o elevándose sobre lo irremediable y venturoso, sobre lo mortal y eterno, sobre lo aquello que queda en polvo (huesos de sarcófago) o en infinita y amable  y feliz Trascendencia (13:02:44).

miércoles, 22 de abril de 2020

22 de abril de 2020. Miércoles.
GRITO DE LA LUZ

Nubes amenazadoras, pero hermosas. Casa Sacerdotal. Murcia

-Ayer volaba con un sueño, hoy me quedo en mi habitación, contemplando cómo pasan las nubes, las del coronavirus. Tan rápidas. Nubes con las que me gustaría irme. Son nubes amenazadoras, pero hermosas. Tienen los contornos definidos: el centro, oscuro, y las orillas, encendidas, como si desde su dentro se desbordara la luz. Son como copas llenas de luz que se le escapara por los bordes. Mirad una copa de cerveza, con la espuma saliéndole de las entrañas. Así veo a las nubes esta mañana. Es luz que te llena de esperanza, como la luz de un libro o de una mariposa. O de un consejo. Dice Asías: «El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz». O: «Lámpara es para mis pies tu palabra», salmo en el que habla el poeta –el profeta– esperanzado. Es la docta Escritura que me habla, y que, con voz de madre, me advierte. Y yo digo: «¡Quiero tocar esa luz!» Y añado, «Señor». Y miro a Dios, porque fue el que en el principio de todo, antes de que la ciencia empezara a investigar y existieran teorías de relatividad, etcétera, pronunció el grito de la luz: «¡Sea la luz!», dijo, «y fue la luz», como si un reguero de luciérnagas –estrellas, soles, galaxias, temblor, asombro– invadiera los espacios. Qué milagro el de la luz, Diario, ahora que todo se ve tan negro, tan vacío, tan en esqueleto (18:21:34).

martes, 21 de abril de 2020


21 de abril de 2020. Martes.
VOLANDO

Desde su libertad, mirando mi confinamiento. Torre de la Horadada. 

-Antes del día, en la aurora, ha lloviznado un poco; luego, un sol liberal y largo, ha invadido el ancho y clamoroso azul. Todo perfecto, salvo el día de hoy que es igual al de ayer, al de antes de ayer, al de mañana. Nos han confinado, nos han robado los días. Quizá sea un modo de decirnos que todos los días, si lo piensas sin perjuicios, con la tranquilidad del huido, del desplazado, son iguales, solo varían en el calendario; ah, y en nuestras mentes de viajeros que, como las nubes, como el silencio de los silencios, están siempre pasando. Elipsis, pues: o carencias monstruosas. Pero un pájaro viene a mi balcón y me despierta de estos sueños negros, viciados. Pía unos momentos; mira y pía; maravillosamente se repite. Me acerca la paz, y yo la acepto. Al fin, se va, volando. «En libertad», pienso, soñador. Me encantaría volar con él. ¿Sabrá este pájaro, que Dios, el Padre, lo ama? ¿Volará sostenido por el aliento de Dios? Y quedo en meditación, Diario, pero volando (12:19:43).

lunes, 20 de abril de 2020

20 de abril de 2020. Lunes.
MARIPOSAS INVISIBLES

Mariposas en mi jardín. (Una sola maceta). Casa Sacerdotal. Murcia

-Como una estrofa de luz y alegría, ha salido el sol esta mañana, pero sin erradicar mis miedos. Me acosa el miedo al hecho de poder perder la vida o la de la familia –ves irse a tantas–, la de mis amigos, la del vecino de al lado, la del mundo. Pero, con este miedo, me acosa, además, el miedo a perder la libertad: ese don, que, con el de la vida, es irrenunciable, sagrado, vinculado a los sueños e incluso a las utopías. Pues sin utopías no habría sueños, y sin sueños faltaría la libertad, y, sin libertad, la vida sería una ciénaga: por haber entrado en los círculos pavorosos del infierno de Dante, del que no hay posibilidad alguna de salir. Como los campos de concentración instaurados por Hitler y por todos los esbirros que ha habido antes y después de Hitler. No me gustaría acostarme con la duda de si la llamada hecha muy de mañana a mi puerta fuera la del lechero o la del policía, con una orden de detención y con las esposas. Es el terrible dilema de aquel que no se siente seguro y duerme con un ojo abierto y el otro apenas cerrado. Recuerdo a mi madre, en aquellos tiempos de la guerra, cuando acudía, escondiéndose, a casa de don Jesús el de la Botica –calle Honda, en Molina– a oír misa. La iglesia la habían convertido en un inmenso garaje, donde se celebraba el odio y la frase obscena. Sin embargo, en el año 1978, Diario, con la nueva Constitución, supe lo que era la libertad y, con la libertad, el milagro de los sueños y el vuelo de las utopías; ahora ruego –a Dios y a sus ángeles– que nadie nos quite el poder volar en libertad, sin límites, sin paracaídas, como mariposas invisibles y zigzagueantes (11:06:41).

domingo, 19 de abril de 2020

19 de abril de 2020. Domingo.
DOS OCASOS Y LA PAZ

Cruz vacía, tras la Resurrección. Vilna. Lituania.

-«Al anochecer de aquel día», así empieza el evangelio de este domingo en la liturgia católica. Cuando lo he leído, me han venido a la mente los dos ocasos o atardeceres de la actualidad en nuestras vidas. El ocaso de la pandemia y el del miedo por el porvenir. Eran poco más o menos lo dos mismos ocasos que cita el evangelio y que tenía encerrados a los discípulos: el del atardecer natural del día, «el primero de la semana», dice, y el del miedo a los judíos. Encerrados, confinados, recluidos, y por circunstancias diversas. Sin esperanza. Desconfiando unos de otros y el oído atento a los ruidos de la puerta. Como aves atrapadas en una red de cazador. Aunque les habían llegado noticias de la resurrección de Jesús, nos las tenían todas consigo. Sería interesante saber de qué hablaban en aquel momento. «Dicen las mujeres», comentarían entre ellos; pero quién se fía de eso que dicen de que el sepulcro estaba vacío y que habían visto a ángeles y no sé cuántas cosas más. Total, desconfianza, dudas, todo temores. Y nervios. Era el atardecer del día y tenían miedo a los judíos. Cuando, de pronto, y sin forzar las puertas, de un modo natural, se les aparece Jesús. Les dice: «Paz a vosotros», su gran discurso, tres palabras, al tiempo que les enseña las llagas de sus manos y su costado. Es decir, para que creyeran en su resurrección, les enseña su pasión y su muerte, los mete en su Calvario. Y les da la paz. La visión de la pasión, les lleva a creer en la misericordia. Así Jesús les hace olvidar su soledad -la soledad de Dios- y los miedos que ésta les acarrea. Dice Facundo Manes, psicólogo, que «la soledad –y el miedo que lo soledad origina– matan más que la contaminación, la obesidad, o el alcohol». Es decir, Diario, los otros modos de pandemias; las pandemias del egoísmo, del confinamiento, del descarte. Jesús viene a traer la paz y a borrar los miedos, y lo consigue (18:08:26).

sábado, 18 de abril de 2020

18 de abril de 2020. Sábado.
LA RISA DE LA NOCHE

¿Saliendo de la pesadilla?. Torre de la Horadada. 

-El llanto de abajo, se ha instalado en el cielo, que aparece de nuevo plomizo y de un gris sucio. Como para dar miedo; solo falta la puerta que se abra en la oscuridad y luego se cierre violentamente. Como en aquellas Historias para no dormir, de Ibáñez Serrador, que nos quitaban el sueño; pero que nos abrían la imaginación. Imaginación que luego se desliaba en la noche, y, sobre aquella historia que habíamos visto, se forjaban otras tantas historias unas veces crueles y otras pintorescas. Estamos viviendo una especie de sueño aterrador: la parte mala del sueño, la del virus invisible que nos persigue y que tememos que nos pueda dar alcance; pero que, al despertar y ver que hemos salido ilesos de sus garras, sentimos un infinito alivio. Es lo que pienso ahora: el día en que pueda salir y ver los árboles de la orilla del río, estrechar una mano amiga, dar un abrazo o un beso al ser querido. Y llorar, llorar de alegría, Diario; y es que, cuando la alegría se desborda, se hace llanto, vapor de gozo, exhalación de risa. Como el borbotón del volcán, o como el Big Bang, que luego se multiplicó en estrellas, en alegría y risa de la noche, en mundos nuevos (19:16:19).

viernes, 17 de abril de 2020

17 de abril de 2020. Viernes.
HOY, DÍA DE LA VOZ.

Via Crucis del silencio. Roma. 

-Y sigue lloviznando en Murcia; es decir, sigue el llanto. Con la lluvia, el campo se alegra, y la tierra sembrada, y el pájaro que bebe en los charcos improvisados en la ciudad o el camino; pero el llanto, por las muertes de cada día, nos ahoga. El sol se deja ver, a intervalos, como un bello rostro entre velos, los velos de la Amada, de los que habla el Cantar de los Cantares. Para decirnos –hoy día de la Voz– que todavía hay esperanza, que los que queden, algún día sonreirán. La Voz es la que estructura y hace sonoro el lenguaje; en cada una de las letras que pronuncia, lo hace entendible, casi tocable. Recuerdo el asombro y el gozo que experimenté el día que, de niño, pude decir la letra «A», y lo que significaba. ¡Cómo la saboreé en la boca y cómo la fui repitiendo de la escuela de párvulos a casa! Para no olvidarla. Como si me hubiera brotado una luz nueva en la boca, que me obligaba a trasmitírsela a mi madre, e así iluminarle la sonrisa. Y lo hice, y, con la sonrisa, le iluminé también un abrazo, abrazo que siempre llevé ceñido a mi recuerdo, como algo que me liberaba. He leído en un periódico esta mañana: «Quieren apagarnos la voz». Por favor, la voz, no. Que no me censuren la voz, Diario, que así matarían del todo mi vejez. Déjenme gritar, por lo menos, que quiero vivir, y vivir libre y sin mordazas; que pueda seguir diciendo: Dios, amo, familia, tengo hambre, vuelo…, sin tener que esconderme, amordazado, en el lugar oscuro de la intolerancia, de la persecución, o del fanatismo ideológico. No; la Voz, no (12:14:38).

jueves, 16 de abril de 2020

16 de abril de 2020. Jueves.
EL HADA BUENA

El hada buena, entre flores. Pamukkale. Turquía.

-Esta mañana –la 33 desde el confinamiento, ¡treinta y tres ya, Señor!– nos ha deparado un sol como una patena de oro, espléndido, deslizándose por una pista azul, que al poco se ha cubierto de nubes, velándose así ese azul de vestido de hada buena con que había abierto el día. Es decir, día de luz y tristeza, todo hecho manojo y gavilla, como la vida misma. La luz está en las personas que, al mirar, encienden la claridad, los samaritanos del bien, y las otras, las que, al andar, van dejando tras de sí un reguero de maldad, un excrecencia de gusanos. Ejemplo: el caso de la ginecóloga Silvana Bonino en Barcelona, que, al ir a coger el coche para incorporarse a su trabajo, encuentra una pintada en un lateral del mismo: «RATA CONTAGIOSA», y las ruedas pinchadas. Lo positivo: el de la misma Silvana Bonino, ginecóloga, que, jugándose cada día la vida, atiende a sus pacientes, dejando a sus hijos con su marido en casa. Lo deja todo por servir a los demás. El día, pues, se ha vestido de condición humana; es decir, un día de risa y llanto, de sufrir e irritase, y de aplaudir, como hacen los humanos llenos de humanidad desde el balcón de su corazón. Y rezar, Diario, que también, para que el virus no nos mate también la esperanza; la esperanza que se fortalece con la fe y el amor, y la misericordia (12:41:18).

miércoles, 15 de abril de 2020

15 de abril de 2020. Miércoles.
LLANTO DE LA INCERTIDUMBRE

La paloma de la paz, esta mañana, en mi balcón. Murcia.

-Me despierto con la lluvia rociando la ciudad, como un bautismo beneficioso y limpio. «Que nos lave la lluvia de tantos errores y miedos», pido. Es hermoso oír caer la lluvia, si estás bajo techo y tras los cristales. Lo peor es cuando careces de ese techo y te mojas, sin saber por qué te ha tocado a ti esa otra pandemia de la pobreza. La pobreza que está ahí, con frío en invierno y escasez siempre, sin que nunca sepas cómo ni de dónde te vino. Solo que te atrapó a ti, pobre-pobre de siempre, mendigo que se moja sin remedio. ¡Ah, la lluvia, si con ella todo se lavara! Al final de la mañana, ha salido el sol, pero con zapatillas de andar por casa. Quiero decir, débil y enfermizo. Enfermizo como el mundo, como nosotros. Solo las aves y las mariposas, con las nubes, vuelan. Abren la paz de sus alas sobre nosotros, y nos invitan, sin dejar la tierra, a volar y tocar el cielo, las suelas de las sandalias de Pedro, el pescador: el que tanto sabía de las miradas y la misericordia de Dios. Pero el sol, Diario, se vuelto a esconder; quizá para llorar con la lluvia el llanto de la incertidumbre, el de nuestra perpleja orfandad (18:26:03)

martes, 14 de abril de 2020

14 de abril de 2020. Martes.
EL ÁRBOL DE LA TRISTEZA

Árbol de la tristeza. Tras el Hospital. Murcia.

-Miro desde la ventana de mi estudio –es un modo hiperbólico, hinchado, de nombrar el lugar donde trabajo– y me doy de bruces con unos inmensos árboles: las casuarinas. Estos árboles tienen su origen en los antípodas: en Australia, Malasia, Polinesia. Y superan en altura al edificio de ocho pisos donde cuidan de mi vida, hecha esta de muchos años y muchos más anhelos de amor y libertad. Estos mismos anhelos son también los afanes del árbol y de la planta, sin excepción. Se trata de ser libres, y de amar. ¿Libre un árbol? ¿Ama un árbol? Y mi respuesta es afirmativa: el árbol es libre creciendo hacia lo alto, yéndose hacia las alturas; y ama, diciéndole con sus raíces a la tierra : «Te amo, madre Tierra, te amo». Al casuarina se le llama el árbol de la música; de la música, porque cuando les da el aire – yo lo he percibido – suena como un órgano de catedral: su música es suave y melodiosa, como si fuera el Bach de los árboles. Estos árboles viven en hilera tras el Hospital Reina Sofía, como un signo de lo que es la vida y los sueños, que nunca debieran morir. Ahora, en tiempo de confinamiento, con la humildad del árbol, Diario, me inspiran y me enseñan a vivir; pero mirando al cielo, siempre, y amando a la tierra: a la tierra, como nuestra casa, y al cielo, como nuestra esperanza (13:22:21).

lunes, 13 de abril de 2020

13 de abril de 2020. Lunes.
EL CORONAVIRUS Y EL ASCENSOR

Escalera: ascensor antiguo. Rumanía. 

-En una casa de ocho pisos el ascensor es fundamental y necesario para ascender y descender. Es como si un ángel nos llevara en las palmas de sus manos, y nos elevara al cielo –al 8º– y nos bajara a un infierno sin fuego –el -1. (Donde queda el garaje). Yo me imagino al ascensor como un aleluya que exalta y un miserere que hunde. Pero siempre sirviendo. El de la Casa es un viejo ascensor, que, subiendo o bajando, chirría siempre, pero que, dando antes dos tironcitos, acierta a dejarte con suavidad en el piso adonde vas. Ahora está desorientado: apenas se usa. Y eso a pesar de ser un artilugio al que nunca hablamos, lo utilizamos sin percatarnos de que existe, como le suceden a nuestros zapatos, al cepillo con el que nos sacudimos al salir, o a la cuchara con la que nos llevamos el guiso a la boca. Yo de vez en vez, cuando lo usaba, le solía decir: «Hola, viejo», y él, desde sus cables y poleas fatigadas, acostumbraba a responderme con un ronquido amable de agradecimiento. Hoy lunes, con la carga del coronavirus intentando quitárnoslo de encima, y el gozo de la Pascua de Resurrección, hago un propósito: hablarle más al ascensor, y al libro que leo, y a la almohada en la que descansan mis sueños, y al gorrión que veo saltar de árbol en árbol. Es decir, a todo aquello que hace posible que la viva me sea agradable y no aburrida. Y de este modo, Diario, aprenderé a agradecer a las personas y las cosas que me sirven, lo mucho que las estimo y el reconocimiento que me merecen. Gracias por todo, personas, cosas que me ayudáis a sonreír, y a soñar, y a vivir, gracias (12:56:19).

domingo, 12 de abril de 2020

12 de abril de 2020. Domingo.
SANTOS DE LA PUERTA DE AL LADO

Flor de la crucifixión, y de resurrección. Torre de la Horadada. 

-Apenas se deja oír el aleluya, porque hay demasiada tristeza y llanto en el mundo. Pero yo, con dolor y entre lágrimas, lo voy a decir: ¡Aleluya! Aleluya contra la muerte, contra la desesperanza, contra las dudas infinitas. (Las dudas me revolotean en la cabeza como una bandada de pájaros raros, agoreros). Aleluya por tantas personas que, con mascarilla y guantes, con el valor de los héroes, y mirando de cara a la muerte, nos salvan cada día. Ejemplo: las señoras de la Casa, que, como entre rejas, nos alimentan cada día. Como el gorrión a sus crías. Dos veces al día, con una sonrisa y un metro y medio de distancia. No para protegerse ellas, sino para protegernos a nosotros. Aleluya por ellas, pues, por sus miradas, por sus manos maternales, por su amor. Aleluya también –mezclado con lamentos–, por la pobreza que es aliviada por los samaritanos que surgen cada vez cuando cae apaleada a la orilla del camino. Caritas y otras ONG. O como dice el Papa Francisco: «Los santos de la puerta de al lado». Y frente a la muerte, aleluya por la vida, que es el don irrepetible e intransferible, y que se nos ha regalado a cada uno. Y con este canto de aleluya, os doy mi pequeño poema, como contribución a la alegría por la Resurrección de Jesús, el hijo de Dios, con el que camino.

ALELUYA

¡Aleluya!
Dios es Padre,
e Hijo en el que se da,
y Espíritu Santo
en el que alienta,
y Madre, porque es Amor.
¡Aleluya por tal Pascua!

Aleluya, Diario; aleluya por tal Pascua (11:10:55).