6 de diciembre de 2022. Martes.
DIOS HABLABA
Dios está en todo, hablando. Casa Sacerdotal. Murcia. |
-Hoy ha muerto un escritor, que, desde siempre, ha sido uno de mis guías más preciados. Guía es el que marcha a la cabeza y abaja alturas y eleva valles. Su nombre es Christian Bobin y escribe con un ángel y espigas de trigo en la pluma. Dice: «He quitado de mi vida cosas inútiles y Dios se ha acercado a ver qué pasaba». Le gustaba la soledad: soledad que es fecunda y una perfecta compañera, que nunca se cansa de uno e inspira cosas bellas, como intentar oír el lenguaje de una flor o, antes de elegirlas para decir algo, escuchar bullir las palabras en la cabeza, como si te rozaran plumas de ala de paloma. En esto coincidimos: la soledad siempre me ha prestado impagables servicios. No la soledad en que te dejan tirado en el olvido las personas que más quieres, sino la soledad que elige uno como protectora de su intimidad, de su claustro interior, al que solo se asoma el cielo. Bobin, que amaba el silencio y la soledad, escribía en una habitación sin otros rumores que los del bosque. Y escribió: «Mi mesa de trabajo está frente al abedul y el abedul está frente a Dios». Coincidencia: mi mesa de trabajo está frente a los casuarinas de la calle, árboles enhiestos como espadas, y los casuarinas están frente a Dios. Y es que Bobin siempre andaba a la caza de cualquier destello o débil vibración de la divinidad, en cualquier cosa, desde la hoja del abedul al rumor musical del bosque. Bobin, como escritor, fue un evangelista de la presencia de Dios en las cosas sencillas del día a día, como en el café de la mañana o en el temblor o raspear de la pluma al escribir. Bobin fue el silencio –¡chis, Diario, no digas nada!– en el que Dios hablaba (11:23:40).