5 de septiembre de 2020. Sábado.
BROCHAZO DE AZUL ARDIENTE
BROCHAZO DE AZUL ARDIENTE
-Miro el amanecer y lo
veo luminoso, terso el azul que lo sostiene. Como un brochazo de azul ardiente,
vivo, ahí arriba latiendo. A pesar de las lanzadas de la vida –las hay, y crueles–,
amo la luz y el azul me relaja. El verde es el color de la esperanza; el azul,
el de la alegría ilusionada. Que también es esperanza; pero adornada de gozos
entrañables. Como el de Santa Teresa de Calcuta, a la que el Papa Francisco
llamó: «Pequeño lápiz en las manos de Dios». Lápiz con el que el niño pinta
hermosos garabatos y Teresa reescribe, en azul, a Jesús, encarnado en las
llagas de la pobreza, en su postración, en el abrazo que Teresa da a las
úlceras azuladas, con moscas, del niño de la calle, en Calcuta. Abrazo, por el
que el niño se siente niño; es decir, grandeza, y Teresa, misericordia: o
trazado de la firma de Dios en quien sufre. Con este pequeño lápiz, Dios escribe
–llevándole la mano a Teresa, y en los renglones torcidos del hombre–, bellas
historias de amor. Con el lápiz de Teresa, Diario, Dios borraba injusticias, tocaba
la lepra de nuestra sociedad, soberbia y calculadora, y escribía el evangelio
que Jesús vivió y por el que murió, diciendo, según nos relata San Juan: «Todo
está cumplido»; es decir, todo acabado, firmado, en el amor (12:40:14).