sábado, 24 de octubre de 2020

 24 de octubre de 2020. Sábado.
REINVENTAR LA RISA

La risa de la piedra es azul. Tallin. Estonia. F: J. Giner

-La risa, ese don que apenas valoramos y que, sin embargo, expresa nuestra felicidad, nuestra fibra y robustez interior. Nacemos con llantos y aprendemos a reír, dice un proverbio viejo, arcaico. Nacemos como con la culpa encima, llorando. Parece que en el llanto del nacer se acumularan, se hiciera un resumen, se recapitularan todos los llantos de la existencia. Son llantos desgarradores de niño, que, no obstante, hablan de vida. Vida en la que se va a llorar mucho, y quizá –terrible– en soledad, que es el llanto que más lesiona, que más ahoga. Pero hoy hablo de la risa, la que aprendemos en los tiempos libres y felices; la risa de Navidad o la de fin de año. La risa del cohete y del asombro. Tiempos en los que andamos de sorpresa en sorpresa, de destello en destello, en el que aprendemos a descubrir y valorar las cosas. Las pequeñas y las grandes. Tiempo de perplejidades, de fascinación. A veces me pregunto si ríe Dios, y concluyo diciéndome que sí. Tras la creación, dice la Biblia: «Y Dios vio que todo estaba bien». No lo diría triste, con abatimiento de fracaso. Sino con la euforia del creador, del que ve que su obra es perfecta; luego vendría el hombre a maltratarla. Ahora, con mascarilla, y al quedar apagados los labios, hemos de volver a aprender a reír, no con la boca, con los ojos. Reír con la luz de los ojos, Diario, un bello ejercicio, digno de nuestra capacidad de crear mundos e historias nuevas. O reinventar la risa (18:41:00).

viernes, 23 de octubre de 2020

 23 de octubre de 2020. Viernes.
PAZ EN LOS LABIOS

La Paz en brazos de María: San Salvador de Chora. Estambul. F: Fotvi 

-Abro la mano y, como al prestidigitador, de la mano me salta una paloma, un aleteo de paz. A quien lo desee, le ofrezco esta paz, de balde. Como decía Isaías: «Venid, comprad vino y leche sin dinero, es gratis». La paz llega, si se dejan a un lado las iras, las fobias, las mentiras, y se eleva la mirada por encima de las cosas que destruyen, que matan la hermandad y destruyen el templo de la razón. Me quedo con la luz de la paz en los labios, paladeándola, gustándola. Es hermoso masticar y beber la paz. Saberla en el paladar. Poseerla como la piedra preciosa –el tesoro– por el que uno da la vida. Para luego, como el gorrión, ponerla en el pico de la cría, que grita y se agita en el nido, hasta que, con el cuello estirado, da alcance al bocado que le ofrece la madre. Porque como decía Mahatma Gandhi: «No hay caminos para la paz, la paz es el camino». La paz, o el que lleva en su palabra y en sus obras las paz que anuncia. Jesús dijo: «Mi paz os dejo, mi paz os doy», y se daba él como paz. Como armonía, como acorde bello. Se daba paz, porque habitaba en él, en su interior de llama, donde ardía el amor. En él –Jesús– la paz y el amor se dan la mano, y se hacen luz en su palabra, y en sus obras, Diario: sobre todo en la Cruz, resumen de su vida de ofrenda, donde se da paz, perdonando: «No saben lo que hacen», y entrega su espíritu (12:45:43).

jueves, 22 de octubre de 2020

22 de octubre de 2020. Jueves.
EL QUE AMA

Así pasa la gloria del mundo. Ruinas. Teatro romano. Mileto. Turquía.

-Ceniza en el cielo, ceniza en la tierra, ceniza en la lengua de nuestros políticos. Todo, ceniza, bosque abrasado, devastación. Día de cenizas en el cielo y en el Congreso. Me aterra ver cómo se divierte el Congreso: sus peroratas desiertas, sus aplausos cerrados –a derecha e izquierda, según la bancada–, sus mentiras, alguna verdad, sus arrebatos de culebras en la boca, sus arias envenenadas, sus sueldos intactos, mientras llegamos al millón de contagiados por el virus, y la gente muere sin saber por qué, o sabiéndolo, pero maniatada a la desgracia, a los grilletes que nos imponen. Como en la opereta del mismo nombre de los años 30 del pasado siglo, el Congreso se divierte: con el cinismo del alacrán y la insensatez de la mosca cojonera. Todo se desvanece a su alrededor y ellos siguen con la orquesta encendida, mientras el Titanic –la sociedad, la nuestra, tú, yo– se hunde. Estamos como el que nada sin cesar sin una tabla de salvación a la que agarrarse y sobrevivir. Sin embargo, y a pesar de mi pesimismo, yo he rezado esta mañana. Rezaba esto: «Dios mío […], me refugio a la sombra de tus alas, / mientras pasa la calamidad». No bajo tus alas –demasiado–, sino a su sombra, y sentir ahí el alivio; a la paz de tu sombra. Albert Camus –ateo él, y, sin embargo, sensible a la voz de su conciencia–, dijo de Jesús: «Le amo, porque le mataron por amar». Él –Jesús– es, Diario, mi tabla de salvación, mi guía segura. Porque me amó, le sigo yo amando, y esperando, como el barco de vela espera el viento. Él me sacará de la quietud y la deriva, de la miseria de no avanzar. El amor es el viento favorable que nos eleva, sin obstáculos, hasta Dios, el Amante que más Ama (11:51:50).

miércoles, 21 de octubre de 2020

21 de octubre de 2020. Miércoles.
ESTOY. RESPIRO

Sol triste, pandémico. Desde mi encierro. Murcia. F: FotVi

-Esta mañana, el sol se veía triste, como los ojos de un buey paciendo en el prado. Pero, al poco, se ha tornado vivo e irradiaba felicidad, claridad. Ha calentado la pandemia, ha llenado el día de júbilo. Aunque un júbilo enmascarado. ¿Nos querrá decir el sol que, a pesar de todo, merece la pena vivir, silabear la existencia, celebrarla como una eucaristía festiva y liberadora? La eucaristía siempre es una fiesta en la que Dios habla y se da pan, se acerca a la debilidad, a la pobreza, y ofrece misericordia. Y si te detienes y contemplas, verás que hay un momento en que te mira a los ojos y te anima a seguir, con la esperanza puesta en tocar el más allá. Dios, en la eucaristía, respira con el hombre, actúa en el hombre, está con el hombre. Jorge Guillen, poeta de la luz y del aire, decía: «Soy, más, estoy. Respiro. / Lo profundo es el aire». En la eucaristía lo profundo es Dios, que respira contigo, que está contigo, que canta y reza contigo. Está en tus ojos, en tus manos, en tus pasos, cuando te das por amor. En un artículo sobre Jorge Guillen, Rafael Durán dice: «Respirar es ser compañero del aire y del espacio, es la amistad, el diálogo, la compañía del hombre con las cosas, con el ambiente que le rodea». Qué manera más cabal, más justa, de decir, sin pretenderlo quizá, Diario, lo que es una eucaristía: es amistad, diálogo, compañía, es ambiente propicio a la amistad, a la paz, a la mirada limpia, a la verdad de las palabras, al vuelo de palomas en el corazón, es, en un mundo tan cabizbajo, la redención de la esperanza (11:41:52).

martes, 20 de octubre de 2020

 20 de octubre de 2020. Martes.
FANTASMAS BLANCOS

No hay rebrotes en otoño, solo hojas muertas. El Rin. Alemania. F: FotVi

-Todo huele a desesperanza, a caída, a pandemia, a dragón de película de terror. Todo huele a pasillo de hospital hidroalcoholizado, húmedo, con fantasmas blancos: todo: los árboles, el río, no así las palomas. Ni los gorriones, que bajan, picotean el suelo, y se van libres de todo trauma. Contagio es la palabra más usual y temible estos días. Contagio y rebrote. Los rebrotes son los nuevos tallos del coronavirus, como una primavera de muerte y no de vida. «Está naciendo la muerte y muriendo la vida, en otoño», me digo, con niebla en las ideas, con ruina en el pensamiento. Me lo digo a cada instante, con temblor, salvajemente. Salvo en el Espíritu, así es como habla el mundo y sus guías. Salvo en el Espíritu, donde abunda y brilla la esperanza, el adviento, y en el que se vislumbra un más allá consolador, que toca y cata otra certidumbre. Caminamos tras una Duda, que solo se nos dará a conocer a la hora del tránsito, pero que, entre tanto, aletea, nos llena de profecías que nos alientan, que nos dan la libertad de sentir profundamente que será aquella otra más feliz Realidad. Escribe Octavio Paz, premio Nobel, en su libro Fe en el alma: «Dios existe; y si no existe, debería existir. Existe en cada uno de nosotros, como aspiración, como necesidad, y, también, como último fondo intocable de nuestro ser». Es la Duda que será Certeza, Diario, cuando acabe este mundo de pandemias espirituales y de las otras, tan triste, tan mutilado, pero tan atento a cuando se abra el adviento de la fe; adviento que siempre nos trae una nueva Natividad de Dios, que sucede más acá de las luces de la ciudad; es decir, en el corazón –pesebre y pobre, y que tirita de frío– del mundo, donde falta, entre otras músicas, la sinfonía del Amor (12:33:10).

lunes, 19 de octubre de 2020

19 de octubre de 2020. Lunes.
LIBERTAD NUEVA

La señal de la Cruz, Catedral de Zadar. Croacia. F: FotVi

-Me santiguo y el sol me da en la cruz que hago. Y la difunde, la extiende por los cuatro puntos cardinales: frente, sur, este y oeste. En la frente –norte–, Dios, donde luce la inteligencia, los conocimientos, la inspiración, el soplo; al sur, el mundo, en el que habitan el hombre y las cosas que usa y canta: el agua, los bosques, el aire, el fuego, la vida. Al este y oeste, los amaneceres y los ocasos, donde se nace y se muere, donde se sueña y se descansa, donde –con el descanso– empieza la eternidad. Eternidad que abre la esperanza, como un aletear, azul, de palomas. Santiguarse es santificar el día, ponerlo, sin complejos, en la órbita del bien, de arriba a abajo, y a los lados, donde la vida nace y se construye, y en la que puedes creer –o no– que la cruz redime, que te hace respirar aire no contaminado, libre de partículas infecciosas. Cada vez que hago la cruz, noto que me hace más redimido, más liberado de mí y mis demonios, más parecido a un hijo de Dios, que con libertad, ama. Entonces no odio, pacifico mis creencias, miro con más amor al que creo equivocado, me lastima más la injusticia, ardo más en caridad. Y veo que se hizo realidad lo escrito por San Agustín: «En la cruz, ¿fue Cristo quien murió…, o fue la muerte la que murió en Él?» Y Exulta: «¡Oh, qué muerte…, que mató a la muerte!» En la mañana, Diario, me santiguo, y no oigo al virus, ni al gobierno, ni a sus palmeros, ni doy oídos a la desgracia, miro la bendición que se llueve de la cruz y en ella me instalo, con lucha y fe, y con una libertad nueva, distinta, la que me rescata de cualquier atadura, también de cualquier miedo, de cualquier infierno, por muy mío que sea (12:38:15).

domingo, 18 de octubre de 2020

 18 de octubre de 2020. Domingo.
ALELUYAS PARA DESPUÉS

Amanecer dorado, en Murcia. F: FotVi

-Despierto. Es domingo. «Alegre la mañana», tarareo. Me aliño. Rezo. Como el presentador de una de una gran función –la de la vida–, aparece el sol. Con tintes dorados y naranja, se esparce, glorioso, por el cielo. Cabalga sobre el azul. Ojeo en internet la prensa: malas noticias. No son días de buenos augurios. Los aleluyas los guardamos para después. Cuando vuelva la resurrección de la vida. Un simple virus, el que se instala en una célula y come de ella hasta destruirla, puede con todo. La ciencia especula, trabaja, sin dar con la solución para destruirlo. El microscopio, con el ojo avizor del experto, es, en este campo de batalla, la única máquina que lo puede vencer. Con paciencia: quizá la de Job. Luego he oído (he escuchado) la misa, en la televisión. Y me he unido, en espíritu, a toda la iglesia. El firmamento –me he gozado–, hecho catedral de Dios. La técnica también sirve a Dios, y lo dice, y lo expone, y lo hace rezo, oración. Plegaria que recorre los espacios, rozando estrellas, vistiéndolo todo de la presencia de Dios. Hoy, día del DOMUND, he recordado el lema inspirado por el papa Francisco: «Aquí estoy, Señor, envíame». En mi niñez, en mi juventud, si adulto, si con años: «Aquí estoy, Señor». Me recuerdo de niño, con una hucha de cabeza de negrito y una ranura, pidiendo por las calles de Molina. Para las misiones. Yo, entonces, con la ilusión hecha corazón de niño, volando, haciendo sonar en las huchas, con las monedas, el espíritu atento y alegre de la caridad. Metido yo, Diario, entonces, en mis sueños llenos de milagros, que eran luz, y júbilo inocente, y pestañeo agradecido: «¡Una moneda!», y reía, y corría de aquí para allá, y reía siempre (12:33:23).

sábado, 17 de octubre de 2020

17 de octubre de 2020. Sábado.
PAZ DE TÓRTOLA

Luz y sombras, y lloviendo. Santiago de la Ribera. Murcia. F: FotVi

-Amo la luz, porque me deja ver las sombras. La luz sin sombras sería un mundo sin relieve, un cine mudo sin las hermosas y desternillantes gansadas de Charlot. Como el humo dice dónde hay fuego, las sombras señalan de dónde viene la luz. No es lo mismo oscuridad que sombra: la sombra la crea la luz, la oscuridad, el abismo, el caos, babel. Pero la oscuridad, nos dicen, también es luz; luz que no se ve; luz, que, entre la infinidad de la escala de lo negro, adivinamos. Sin luz no habría pinceles que pintaran las sombras, como Caravaggio o Velázquez. Cuando Dios dijo «Hágase la luz», creó también las sombras, y con éstas, el claroscuro; creó la captura del instante, que detiene y analiza el tiempo; es decir, creó la pintura. La pintura es la caza del momento, para exhibirlo como eterno deleite, como contemplación feliz sin final. Leo El Cristo de Velázquez, de Miguel de Unamuno, y, al tiempo, contemplo la pintura. Unamuno dice, pone la palabra, el cuadro manifiesta, revela, abre expectativas, da color a la palabra. Nos muestra «al Hombre que murió por redimirnos / de la muerte fatídica del hombre», dice Unamuno. Ahí está, el Hombre (mayúscula), la Luz, y el hombre (minúscula), el de las negras «honduras». En el poema Se consumó, continúa el poeta: «”¡Se consumó”! gritaste con rugido […] “¡Se consumó”! ¡Por fin, murió la Muerte!». Amo la vida, Diario, la luz, porque me deja –con paz de tórtola–, ver las sombras, la histeria del tránsito –la muerte–, sin terrores. Y en la que espero hallar –tocar–, la Luz sin ocaso, sin sombras, sin reptiles oscuros ni laberintos: la Luz de Dios (12:10:34).

viernes, 16 de octubre de 2020

16 de octubre de 2020. Viernes.
AMAR ES POSEER

Momentos de luz en el cielo, al amanecer. Murcia. F: FotVi

-Esta mañana, al despertar, he querido atrapar un segundo, y ha saltado de mi vida con la velocidad de un ala de colibrí. No me ha dejado conocerlo, amarlo, poseerlo. Amar es poseer, pero dando: él me ha dado un instante de mi existencia, y yo, tan rápido se ha ido, no he podido darle las gracias. Y como decía Gandhi, un segundo que pasa es irrecuperable. El tiempo ido, se hace en nosotros recuerdo, melancolía, bruma. Pasan los segundos como pasa la luz, sin dejar huella, calienta o quema, pero no queda en ningún sitio para celebrarlo, para darle nuestra alabanza. Pienso: un segundo: o un latido del corazón, un latido de vida que ha dejado paso al siguiente latido, y al otro, todos iguales, pero distintos, eso, sí, aquel más arcaico que el actual, pero todos a la vez hilando, cosiendo, pespunte a pespunte, destello a destello, luminosidad a luminosidad, el hermoso acontecimiento de la vida. Como un milagro: suceso, prodigio. Dios me he dicho me había pensado antes de ser concebido, cuando me amasaba con sus manos de gracia en el seno recóndito y encendido de mi madre: aquí los nervios se dijo, allá las venas y el corazón, y ahí arriba, en ese otro lugar privilegiado, el cerebro –la razón, el discernimiento, la sabiduría–, donde la luz se hace idea y las ideas miradas, palabras, sensaciones, arias que arden, hasta llegar al amor. Ahí dejó injertada la sacudida del amor, sus convulsiones, sus noches y sus días, con Dios y las personas en las que estoy y con las que departo. ¡Los segundos, Diario! O los instantes de Dios recreando lo creado, con ciencia de artesano, con la minuciosidad de las manos del relojero (12:31:28).

jueves, 15 de octubre de 2020

15 de octubre de 2020. Jueves.
INCENDIO

Nada te turbe..., Dios no se muda. S. Salvador de Chora. Estambul. Turquía. F: Fotvi

-Teresa de Jesús es un incendio, que, con sus llamas de luz y amor, de sencillez y oración, aún hoy sigue ardiendo. Cuando ella escribe, brotan rosas –con espinas– de su pluma; y destellos de sabiduría, en la que se escucha, suave y sin estridencias, la pisada de Dios. Que sin oírlo –dice el poeta– «se escuchaba su pisada». Dios, cuando está, nunca pisa para hundir; pisa para indicar el camino, para sacar del barro, para ascender con el caído: ascensión gloriosa de lo desechado. Y Teresa lo sabía. «No hay que menester alas para ir a buscar a Dios –decía ella–, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí». Es esta una soledad desierta de cosas, huida de ruidos, sin apenas mundo, pero poblada de Dios –y como cantó Lope de Vega–, de sus «dulces silbos amorosos». En la soledad es más fácil mirar al interior de ti, donde tú habitas sin mentira, cabal, acabado. Y es ahí, sin esperarlo, cuando la «suave brisa» que Isaías oyó y vio pasar, te infunde ánimo y fortalece tu fe, y te invita a seguir profetizando, descubriendo a Dios en cada cosa que vive o está, como la piedra o la estalactita, el silencio o la contemplación. En estos días de pandemia, Diario, entremos en esta soledad, huérfana de mundo, con solo otra soledad, la de Dios, que, junto a la mía, serán abundancia de compañía, exuberancia de amor que toca y salva, y que se alza en éxtasis hasta dar con la Plenitud (12:47:12).

miércoles, 14 de octubre de 2020

14 de octubre de 2020. Miércoles.
LUZ DE CERILLA

Pequeña luz, rompiendo las tinieblas. Tallin. Estonia. F: FotVi

-Cada mañana contemplo el amanecer y doy gracias por la luz. Una luz de estilete, que entra por cualquier resquicio y rompe, abriéndola, la oscuridad de los abismos más cerrados. Es como abrir una fruta y que te ofrezca, desgajada, su interior: dulce, tentador, caricia de la lengua, que alerta el gusto. Hasta que, rendido, das el bocado. Y entonces te das cuenta que, a la vez, has iluminado el fruto y la boca. Martin Luther King dijo que «la oscuridad no puede barrer a la oscuridad, vencerla, que solo la luz puede hacerlo». La Luz. Y entonces me asalta el deseo de ser luz, aunque solo sea luz de cerilla, de pequeña brasa en las cenizas de la ciudad apagada. La pandemia nos ha llenado de dudas. ¿Saldremos de ésta? ¿Y cómo saldremos? ¿Luz o tinieblas? Y sigue diciendo Luther King: «El odio no puede expulsar al odio». El odio: la más terrible oscuridad del alma humana. El que movió la mano de Caín contra su hermano Abel, el que, en las guerras, se hace mirada y flecha que mata. «Solo el amor –termina diciendo Luther King– puede hacer eso». Solo el amor, Diario; o la Luz que no se apaga, que siempre parpadea misericordia, con Dios en el temblor humilde de la llama (18:40:21).

martes, 13 de octubre de 2020

 13 de octubre de 2020. Martes.
NADAL

Nadal, Grande con humildad, en París. F: ABC

-La vida con mi madre, fue como abrir un libro de sabiduría y llenarte de esplendor. Con una sencillez asombrosa, todo lo convertía en oración. En trascendencia. Hasta el deporte. Lo digo por lo de Nadal. Ese acontecimiento de trabajo y de ciencia, de elevación, de fuerza mental, de competitividad. «Mirada y desafío”, lo describe un tenista amigo suyo. Como debiera ser todo en la vida: primero mirar –otear, indagar, discernir– y luego desafiar, pero sin herir, con la grandeza del bosque que crece, pero sabiendo que ha de morir. Ganar –hacerse árbol, rumor de hoja, fruto– y perder –morir, irse–, y todo hecho con dignidad, con la hermosa modestia del ganador, del que anda por las nubes sin desplomarse, pero sabiendo que puede caer y diluirse en el fracaso. Mi madre era del Madrid, de Pau Gasol, de Nadal (Navidad). No tenía mal ojo para elegir. Un día que perdió Nadal, dijo: «No me ha escuchado San Antonio», y bajó la cabeza, sin enojo, con la sencillez de quien vive de la fe, y no le cansan las noches oscuras, aunque las vea llenas de murciélagos, animal este hecho de triángulos feos. Perturbadores. Contemplo a los políticos y a Nadal, sus vidas, sus líneas de conducta y me quedo con el deportista que llora ante el himno y la bandera de España. Lágrimas de paisaje limpio, de días colmados, que irradian calma, esperanza. En el día de España, otros ríen o se visten de morado. Ridículos. Y el señor de las mil caras, los mira complaciente. El libro de sabiduría que era mi madre, Diario, siempre me señaló bellos caminos, por los que yo hube de transitar, siguiendo su huella inefable, llena de pisadas relucientes. O como decía Machado: el camino que ella fue haciendo al andar (11:04:14)

lunes, 12 de octubre de 2020

12 de octubre de 2020. Lunes.
DÍA DEL PILAR

El Pilar de Zaragoza, columna de la fe. F. Googel

-Hoy día del Pilar: día de la Piedra. «Sobre esta piedra edificaré mi iglesia», dijo Jesús a Pedro, y, sobre la piedra –signo de fortaleza, de recinto amurallado– construyó, como columna atraída por el cielo, la fe. Es la asunción de la piedra, por la que sube y baja, como una afirmación hermosa y terrible, la fe en Dios. Terrible por lo que nos obliga: recibir y dar amor. «Dios asciende entre aclamaciones», dice el salmo. Sube la fe, que es piedra, pilar, apoyo. Y en su cima, la Virgen, el capitel, para que no se desmayen ni la fe ni la esperanza y que siga, contra viento y marea, inamovible, intacta, vertical, siempre en ascensión, aleteando, la iglesia. Como la escala de Jacob, como la cruz de Cristo. El mensaje del Amor arriba, lloviéndose hacia abajo por la fe que es la columna. De este modo, desde la altura, y por mediación de María, Dios riega de gracia al mundo y sus lejanías, donde habitan las estrellas y se mueve el universo, y en el que reza y espera la pequeña grandeza, llamada humanidad, hecha, Diario, a imagen de Dios, con barro; pero barro «enamorado» (13:20:05).

domingo, 11 de octubre de 2020

11 de octubre de 2020. Domingo.
CANDELA Y JESÚS

Última Cena del Señor. "Haced esto en memoria mía". F: Googel 

-Hoy, Candela, haces la primera comunión, comerás a Dios. Silabearás su bocado. Y en ese bocado, os diréis vuestro amor. Será un hartazgo de gracia y de afecto: se afianzará tu fe. Será como inclinarte y meter las manos en la fuente de la Vida, y beber su Agua, que calma toda sed. Habrá veces, Candela, que, en el desierto de la vida, te acuciará la sed, pero Jesús –manantial que siempre mana– estará cerca de ti, para saciarte. Yo, desde la distancia –tú, en Las Palmas, yo, en Murcia–, me uniré al acontecimiento de tu primera comunión, rezando. Rezaré por ti y tú lo harás por mí: ambos estaremos cerca el uno del otro en las palabras que dirijamos a Dios. Lo que no ha permitido la pandemia (que yo estuviera allí para dejar en tu boca el Pan partido que es Cristo –¡qué temblor al dártelo!–), lo hace posible la palabra, que va y viene hasta el oído atento y minucioso de Dios. Sin interferencias, puntual, jubiloso. Recuerda que «Dios enjuga las lágrimas de todos los rostros», lo dice el salmo que hoy hemos escuchado en la misa. Dios limpiará tus lágrimas, como la mano de tu madre, tan atenta y cuidadosa siempre. Sólo te pido un favor: cuando recites los versos que has aprendido para dar gracias, acuérdate de su autor, que te quiere. Esto dice el poema: «Yo soy Candela / y, tú Jesús, / te conozco por el pan / y por la cruz. // Hoy, pan te como, / me lo das tú. / ¿Pero cómo, si clavado / estás en la cruz? // Deja que me clave / yo en tu cruz, / así podrás darme el pan, / sin estar clavado tú. // Yo soy Candela / y tú, Jesús, / te conozco por el pan / y por la cruz». Alégrate conmigo, Diario: hoy es fiesta en Canarias: la fiesta del pan y la inocencia, y de los ángeles que, con Candela, están todos de primera comunión, fiesta de alas con vuelos blancos, y liberadores (12:22:29).

sábado, 10 de octubre de 2020

10 de octubre de 2020. Sábado.
CHUPAR LOS CLAVOS

Día de claroscuros, en Murcia. F: FotVi

-Día de claroscuros. Día vacilante entre la luz y la tiniebla, ofuscado. Ha nacido radiante, pero pronto se ha entristecido, se ha hecho película en blanco y negro; se ha convertido en Charlie Chaplin desayunándose una suela de zapato, riquísima. Con el regusto goloso, además, de repelar los clavos. Chupar los clavos. ¡Ah, los clavos, qué sabor tan deseable tienen! El día refleja el estado de ánimo de nuestra sociedad, que anda inquieta entre la esperanza –claridad: «Dios aprieta, pero no ahoga»–, y el desastre sanitario, político y social –el apagón de la linterna–, propiciado por la impericia del gobierno. No hay llama que nos alumbre, que nos guíe por los pasillos calcinados de nuestra soledad. O, sí. Quizá el leer no te haga sabio, de pronto, con la inmediatez del relámpago, pero te alumbra el camino. Desbroza la hierba que has de pisar, para que no te enredes en ella, y caigas. Te dice: «Ahí no pises; ahí, sí», y si eres lector aplicado, haces lo que te alumbra gratis la lectura. Amos Oz, judío, Premio Nobel de Literatura, y amigo, decía: «Cada uno sale de las tinieblas y vuelve a las tinieblas. Nadie vive para siempre, pero entre una tiniebla y otra, hay un poco de vino, unas cuantas flores […], y alguna que otra conversación bella». Hoy estamos viviendo entre Las flores del mal, de Baudelaire «Y por toda oración, tus oídos / escucharán largos aullidos / de lobos, de brujas gritando»; y los versos del Cantar de los Cantares: «Como rosa entre espinas, / es mi amada entre las mozas. / Como manzano entre árboles silvestres, / es mi amado entre los mozos». Una lectura oscurece, y la otra da luz. Y, mientras, Diario, Dios, en la luz, y el mal, en la otra orilla, en la que no hay vino, ni flores, ni una conversación bella, ni un Charlot con el que reír, y, a veces, llorar, ¿quizá sólo aullidos de lobos? Recomendación: quédate –si te apetece en la orilla de Dios (11:51:50).

viernes, 9 de octubre de 2020

9 de octubre de 2020. Viernes.
EL SEÑOR DE LAS MIL CARAS

La paloma de la paz, en los cielos de Murcia. F: FotVi

-Esta mañana miro al sol y lo veo grande, hermoso, torrencial, pero no soberbio. En realidad, siempre la grandeza, si es disciplinada e instruida, sabe a humildad, a manantial. Lo grande, si no es humildad, es apariencia, fachada, y, como dice San Agustín, «hinchazón». Y lo hinchado –sigue el Santo de Hipona– «parece grande, pero no lo es: se trata solo de algo que no está sano». Un globo parece grande, pero no es más que aire, gas, y la muralla de plástico que lo protege. Muralla tan fina y frágil, tan quebradiza, que un simple alfilerazo es suficiente para destruirla. Desilusionando, así, los ojos de los niños, que miran y no creen que haya explotado el objeto de su asombro, el que los hacía volar en sueños, como Clavileño –el caballo de madera–, a don Quijote y Sancho. El señor de las Mil Caras, el Innumerable, se ha llenado de humos y ha explotado. Por lo del asunto de Madrid: los tribunales le han cerrado la boca, y él ha salido por peteneras, como la Niña de los Peines. Cierra Madrid, lo entorna, con una ley que no ampara la Constitución, y acalorado, saca de su manga, como el gran prestigiador que es, el halcón del estado de alarma. Yo, que no entiendo de política, pero sí de talantes, de aptitudes, me entristece este modo de ser del presidente. «El que honra al Señor, odia al mal. Yo, el Señor, detesto el orgullo y la altanería», dice el libro de los Proverbios, en el que habla la sabiduría de Dios. Pero el Múltiple, el pequeño dios que miente, sigue en sus trece, y va a confinar Madrid. Aunque dicen los entendidos, Diario, que sin razón: lo hace sólo por desahogar su cólera, como Zeus, el tonante (12:58:42).

jueves, 8 de octubre de 2020

8 de octubre de 2020. Jueves.
TODOS HERMANOS

Todos hermanos, en cíclica. Papa Francisco. F: Prensa. 

-El Papa escribe y hay un mundo que lo escucha y otro que no; y otro, que disimula. El Papa, lo que dice, lo deja escrito, para que sus palabras, como dijo Cayo Tito, senador romano, «no se las lleve el viento». Porque «verba volant», las palabras vuelan, y vuelan tanto, que, una vez salidas de la boca, ya no vuelven, no anidan, no hay árbol que las cobije. El viento es su diccionario, su biblioteca, donde se diluyen. ¡Ay, si pudiera leerse el viento! Francisco, el papa, ha firmado una nueva encíclica, Fratelli Tutti (Todos Hermanos), en la que describe una sociedad injusta, desigual, que alienta la pobreza, la globalización sin reglas, el consumismo, el populismo, que celebra las diferencias entre los seres humanos, la falta de amistad con el inmigrante, el descarte: esa maldición posmoderna, que tira a la basura del olvido o la destrucción lo que no es productivo. Desprecio por lo que la sociedad llama inútil, infecundo, inservible: como la sabiduría y pericia de la vejez, lo que nace incompleto o con un sobrante, lo que se concibe sin certificado de bienvenida: el aborto. Lo nuclear, la esencia del texto es: «tierra, casa, trabajo para todos». Y dignidad para todo lo que alienta en la «hermosa madre tierra», la frágil tienda que nos cobija, que nos da seguridad e invita, por la proximidad, a la convivencia pacífica y entrañable. Amorosa. En un mundo tan amargo, tan huraño, tan caótico, el Papa pone el terrón de azúcar que lo endulza, que aplaca sus iras, sus desmanes, que lo humaniza. El Papa, con Hipócrates, Diario, se dirá a sí mismo alguna vez: «Sana a veces, trata con frecuencia, consuela siempre», por los que oyen y no escuchan, por los que disimulan o encubren, por los tibios (11:09:34).

miércoles, 7 de octubre de 2020

7 de octubre de 2020. Miércoles.
EL ROSARIO Y MI MADRE

 
Los tres amores de mi madre: Jesús, María y el Rosario. F. FotVi

-Tocar el Rosario de mi madre es como palpar una valiosa reliquia: o acercarme, con veneración, a la santidad. Tocarlo, todavía me sacude, me incita al bien, me eriza. Es la santidad doméstica, la de casa, la más blanca y cercana, la que se va haciendo con las risas y las lágrimas del día a día. La santidad que se ve en los ojos, en las manos, en los pasos, santidad que brota, sin artificio, del corazón. La que nace de la cotidianidad, de lo usual: de la espuma del jabón, del beso o el benevolente azote al hijo, de la patata cortada y echada al guiso, de la equivocación, del acierto. Es el éxtasis de lo hermosamente vulgar y celeste, de lo que queda en el interior del corazón y que solo sabían Dios –como un bello secreto– y Francisca, madre y esposa, y orante. Nena la llamaban los suyos: seguramente porque era de cuerpo frágil, pequeño, con la nerviosidad de un ángel, de risa y sufrimiento callados, y un corazón de amplios paisajes, sin iras y mucho amor. Cierto día, alguien le preguntó: «¿Cuántos rosarios reza al día, Francisca?» «Seis y lo suelto», contestó, como si echara avemarías aladas por la boca. Hoy, fiesta de la Virgen del Rosario, quiero hacer –con las cuentas de su rosario, envejecido y vivo, y que mi madre movía entres sus dedos con envites divinos, como versos de luz– un himno. Himno en el que cada «avenaría», Diario, sea –con los nudillos de la oración más serena, más íntima, menos pontifical, «avemaría» va y «avemaría» viene–, una llamada en la puerta del corazón de Dios, en el que habita su Reino; Reino –dijo Él– de justicia, de verdad, de gracia, de amor, de Vida: el de la Fraternidad más irradiante, más libre, más racional, y equitativa (11:38:44).

martes, 6 de octubre de 2020

6 de octubre de 2020. Martes.
VERDADES

El sol dando vida, y sabiduría. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Se abre el sol como un libro pleno de sabiduría, y habla verdades. Habla de la verdad del bosque, del río, del mar, de la pradera, del desierto; de la verdad de la vida que en ellos florece, respira, exulta. Que los sacude. Los viste y amuebla. El calor del sol: como el beso de la madre en el pecho del hijo que ríe, mientras ella mira al hijo con ojos de complacencia. «¡Es mi hijo!», dice la madre, al que protege y perdona; la madre: o la filosofía de la misericordia. Escribía yo en 1992, un 12 de marzo (perdón por auto citarme), en Mi Diario: «Toda la Luz del mundo es Cristo: la del sol, la de la humilde cerilla que hace un pequeño roto en la noche, la del fanal del pescador en la inmensa oscuridad del mar, la de los ojos de un niño si ríe y, más, si llora. Y es que Él estaba en la primera Luz, aquélla del origen, cuando la Pala­bra estalló y fue la Luz». Aquel «Hágase la Luz», deslumbrante, expansivo. O como llama la Escritura a Cristo: «Sol de justicia». Justicia que iguala, que enrasa, pero dejando que crezca la altura, que ascienda lo que vuela, y respetando y amando lo que queda abajo. Porque para Dios, lo de arriba y lo de abajo, todo lo creado, es dignidad, evangelio de caridad, gracia que se parte y se comparte. Luz incesante. Amor incesante. Dios incesante. Miro la luz y pienso en el Sol de justicia que abre días y cierra noches. Pienso, Diario, en Dios, y veo su sabiduría reflejada en el sol de cada día: el sol que nos alumbra y que, con su luz, nos deja ver las maravillas del mundo, hasta fascinarnos, hasta encandilarnos (14:03:20).

lunes, 5 de octubre de 2020

 5 de octubre de 2020. Lunes.
MONJE CON CAPUCHA

Aletea el azul, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Me asomo al balcón, y lo veo todo triste, con melancolía de monje con capucha; todo triste y tosco, menos la luz. La luz aletea azul con las palomas. El azul se deja llevar y traer, dulcemente, en vuelos de claridad. Son tantas las palomas que vuelan que no sé si son ellas el azul, o si el azul se ha hecho paloma. Es como un huracán de azul. Y de vida. Contrasta la luz del día, con las negras decisiones del gobierno del Gran Timonel de la mentira, del fiasco. Son las suyas decisiones más negras que las mismas sombras que produce el sol. Decía el sabio: «Amo la luz, porque hace que vea mis sombras». Lo contrario de lo que dice el Gran Timonel: «Amo la oscuridad, para que no se vean mis noches». Y Antonio Machado decía: España es «un trozo de planeta / por donde cruza errante la sombra de Caín». «¿Quién ve la sombra de Caín, si es de noche?», dice el Gran Timonel. Pero ahí está. No se ve, pero se intuye. El desánimo, la postración –de rodillas ante el poder todo el tiempo–, es tajante, como el colmillo de una pantera, vestida de un negro cainita. Y en esto, sale a mi encuentro la escritora y poeta polaca Olga Tokarczuk, Premio Nobel, que dice: «Bienaventurado es quien camina», y me sube la esperanza. Pues camino en la luz, hasta que, con los dedos del espíritu, toco el azul, que me habla de Dios. El azul, pues, palabra de Dios: o el evangelio del azul. O al menos, es lo que yo oigo, Diario, lo que late en mi corazón. ¿No oyes? El azul, en las palomas, habla, y en él se oye la voz de la Trascendencia (12:38:53).