10 de octubre de 2020. Sábado.
CHUPAR LOS CLAVOS
CHUPAR LOS CLAVOS
-Día de claroscuros. Día vacilante entre la luz y
la tiniebla, ofuscado. Ha nacido radiante, pero pronto se ha entristecido, se
ha hecho película en blanco y negro; se ha convertido en Charlie Chaplin desayunándose
una suela de zapato, riquísima. Con el regusto goloso, además, de repelar los
clavos. Chupar los clavos. ¡Ah, los clavos, qué sabor tan deseable tienen! El
día refleja el estado de ánimo de nuestra sociedad, que anda inquieta entre la
esperanza –claridad: «Dios aprieta, pero no ahoga»–, y el desastre sanitario,
político y social –el apagón de la linterna–, propiciado por la impericia del
gobierno. No hay llama que nos alumbre, que nos guíe por los pasillos
calcinados de nuestra soledad. O, sí. Quizá el leer no te haga sabio, de
pronto, con la inmediatez del relámpago, pero te alumbra el camino. Desbroza la
hierba que has de pisar, para que no te enredes en ella, y caigas. Te dice:
«Ahí no pises; ahí, sí», y si eres lector aplicado, haces lo que te alumbra –gratis– la lectura. Amos Oz, judío, Premio Nobel de Literatura, y amigo, decía:
«Cada uno sale de las tinieblas y vuelve a las tinieblas. Nadie vive para
siempre, pero entre una tiniebla y otra, hay un poco de vino, unas cuantas
flores […], y alguna que otra conversación bella». Hoy estamos viviendo entre Las flores del mal, de Baudelaire «Y por
toda oración, tus oídos / escucharán largos aullidos / de lobos, de brujas
gritando»; y los versos del Cantar de los
Cantares: «Como rosa entre espinas, / es mi amada entre las mozas. / Como
manzano entre árboles silvestres, / es mi amado entre los mozos». Una lectura
oscurece, y la otra da luz. Y, mientras, Diario, Dios, en la luz, y el mal, en la
otra orilla, en la que no hay vino, ni flores, ni una conversación bella, ni un
Charlot con el que reír, y, a veces, llorar, ¿quizá sólo aullidos de lobos? Recomendación: quédate –si te apetece– en la orilla de Dios (11:51:50).
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