23 de octubre de 2020. Viernes.
PAZ EN LOS LABIOS
PAZ EN LOS LABIOS
-Abro la mano y, como al prestidigitador, de la mano
me salta una paloma, un aleteo de paz. A quien lo desee, le ofrezco esta paz,
de balde. Como decía Isaías: «Venid, comprad vino y leche sin dinero, es
gratis». La paz llega, si se dejan a un lado las iras, las fobias, las
mentiras, y se eleva la mirada por encima de las cosas que destruyen, que matan
la hermandad y destruyen el templo de la razón. Me quedo con la luz de la paz en
los labios, paladeándola, gustándola. Es hermoso masticar y beber la paz. Saberla en el paladar. Poseerla
como la piedra preciosa –el tesoro– por el que uno da la vida. Para luego, como
el gorrión, ponerla en el pico de la cría, que grita y se agita en el nido,
hasta que, con el cuello estirado, da alcance al bocado que le ofrece la madre. Porque como decía Mahatma Gandhi: «No hay caminos para la paz, la paz es el
camino». La paz, o el que lleva en su palabra y en sus obras las paz que
anuncia. Jesús dijo: «Mi paz os dejo, mi paz os doy», y se daba él como paz. Como
armonía, como acorde bello. Se daba paz, porque habitaba en él, en su interior de
llama, donde ardía el amor. En él –Jesús– la paz y el amor se dan la mano, y
se hacen luz en su palabra, y en sus obras, Diario: sobre todo en la Cruz, resumen
de su vida de ofrenda, donde se da paz, perdonando: «No saben lo que hacen», y
entrega su espíritu (12:45:43).
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