11 de octubre de 2020. Domingo.
CANDELA Y JESÚS
CANDELA Y JESÚS
-Hoy, Candela, haces la primera comunión, comerás a
Dios. Silabearás su bocado. Y en ese bocado, os diréis vuestro amor. Será un
hartazgo de gracia y de afecto: se afianzará tu fe. Será como inclinarte y
meter las manos en la fuente de la Vida, y beber su Agua, que calma toda sed.
Habrá veces, Candela, que, en el desierto de la vida, te acuciará la sed, pero Jesús
–manantial que siempre mana– estará cerca de ti, para saciarte. Yo, desde la
distancia –tú, en Las Palmas, yo, en Murcia–, me uniré al acontecimiento de tu
primera comunión, rezando. Rezaré por ti y tú lo harás por mí: ambos estaremos
cerca el uno del otro en las palabras que dirijamos a Dios. Lo que no ha
permitido la pandemia (que yo estuviera allí para dejar en tu boca el Pan partido
que es Cristo –¡qué temblor al dártelo!–), lo hace posible la palabra, que va y
viene hasta el oído atento y minucioso de Dios. Sin interferencias, puntual, jubiloso. Recuerda
que «Dios enjuga las lágrimas de todos los rostros», lo dice el salmo que hoy
hemos escuchado en la misa. Dios limpiará tus lágrimas, como la mano de
tu madre, tan atenta y cuidadosa siempre. Sólo te pido un favor: cuando recites
los versos que has aprendido para dar gracias, acuérdate de su autor, que te
quiere. Esto dice el poema: «Yo soy Candela / y, tú Jesús, / te conozco por el
pan / y por la cruz. // Hoy, pan te como, / me lo das tú. / ¿Pero cómo, si
clavado / estás en la cruz? // Deja que me clave / yo en tu cruz, / así podrás
darme el pan, / sin estar clavado tú. // Yo soy Candela / y tú, Jesús, / te
conozco por el pan / y por la cruz». Alégrate conmigo, Diario: hoy es fiesta en
Canarias: la fiesta del pan y la inocencia, y de los ángeles que, con Candela, están todos de
primera comunión, fiesta de alas con vuelos blancos, y liberadores (12:22:29).
Enhorabuena a Candela que hoy se vestirá de luz y se divinizará sin dejar de ser la criatura humana que tanto quieres, Vicente
ResponderEliminarGracias, José María: hoy se ha vestido de luz; o ella -su inocencia- ha revestido de luz el día, la ciudad, sin dejar de ser la criatura humana que siempre ha sido La quiero tanto, que se desborda el vaso. He rezado mucho por ella. Gracias otra vez, Amigo.
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