12 de febrero de 2022-02-12. Sábado.
PEDRADAS MÍSTICAS
PEDRADAS MÍSTICAS
Símbolo del amor, que se da sin más, en el jardín. Casa Sacerddotal. |
-Hoy, una vez más, las “bienaventuranzas”, esas pedradas místicas que
Jesús lanza desde el evangelio se ponen a diluviar sobre mi cabeza. El
evangelio, como siempre, sin términos medios; la libertad se bifurca en dos caminos,
como en Borges los senderos del jardín: el camino que lleva a una felicidad sin
tiempo ni espacio, eterna, y el que lleva a otra felicidad, pero momentánea,
del instante. Nadie niega felicidad al rico; pero, tras el trago, viene el ¡ay!
Cuando se bebe el último trago, ¿qué queda? Jesús baja del monte. Suele
subir al monte para ser centro de todo, de la soledad, del misterio, de la
naturaleza; desde la montaña se contempla todo a tus pies, y, más arriba, sólo
el incendio del sol y de las estrellas. Y la Trascendencia. Jesús subía al
monte para orar, para palpar el Misterio y bajar confortado y con palabras
nuevas que decir. Como Moisés, como Elías. Jesús bajó del monte luego de ser
tocado en la lengua por Dios, y habló; bajó y dijo una bienaventuranza. Una
bienaventuranza increíble: «Dichosos los pobres», o los que viven con lo pobre
puesto, con el hambre, el llanto, la persecución. Y ahí está; hay quien vive como
experiencia de felicidad en la pobreza. La madre Teresa de Calcuta y sus
monjitas de azul, de manos maternales ellas, en las que, si uno se fija bien,
verá moverse ángeles que, con la ternura como companaje, multiplican el pan del
amor. El amor: el pan que más sacia. La pobreza no puede dar dinero, pero sí
una mano dejada en una frente con fiebre o una mirada, con sonrisa incluida,
que sea remedio que acompañe la soledad. Felices los pobres; lo dijo Él y,
en estas personas, y en otras, parece ser verdad. ¿La paga? Quizá una sonrisa a
tu sonrisa, o una mirada agradecida; pero con Dios siempre al fondo, enclaustrado,
Diario, en la fe, esperando oír las palabras: «Porque tuve hambre...» (12:37:56).