30 de enero de 2022. Domingo.
LAS OBRAS
LAS OBRAS
-Portar a Dios en las palabras es hermoso: «Cuán
hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas», clama exultante
Isaías; pero lo es más portar palabras que se convierten en obras de amor. «Bienaventurados
los que oyen la palabra de Dios y la cumplen», dice Jesús. Cumplir la palabra
de Dios es decir amor, y, cuando se dice, se trata de derramarse amor por todo
lo que existe: por el alfiler que une y el alfiler que pincha, por quien te
mira bien y quien lo hace mal, por todo. Dios cabe mejor en una mano que ayuda –en
su hueco, en cada una de las yemas de sus dedos–, que en todas las palabras que
pretenden definirlo. El hueco de la mano, o donde se disimulan las lágrimas y lo
que, cuando de caridad se trata, una mano no quiere que lo que hace la derecha lo sepa la izquierda. Dios
está en las obras, donde el amor no se oye, pero se ve: destello, chispazo que
irradia. Es como la vena de agua entre las rocas. Solo se sabe que está cuando
aflora y se hace arroyo –júbilo– que corre, emocionando el prado. O fe y obras,
Diario, que diría el apóstol Santiago. «Muéstrame tu fe sin obras, y yo, por mis obras, te mostraré mi fe» (17:06:50).
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