miércoles, 21 de mayo de 2014


21 de mayo de 2014. Miércoles.
EL INCENDIO DEL ASOMBRO, O BREVE CRÓNICA DE UN HOMENAJE
 
Ayer no estaban y hoy poema, en el jardín. F: FotVi
-Ayer, en Molina, mi pueblo, el gozo por el deber cumplido fue total; y es que alguno de mis versos leídos por otros poetas, llegó a asombrarme, como si no lo hubiera escrito yo y viniera a mi oído por vez primera. ¡Qué gozo oír versos que no te suenan y te asombran, aunque sean tuyos! O sea: el asombro como llama de la poesía; o el incendio del asombro. Pues, donde mis raíces, en Molina, me vinieron a la vez, como una sacudida íntima, el asombro y el gozo por asombrarme. Citando a Simone Well, Elena Poniatowska ha escrito que echar raíces es quizá la necesidad más apremiante del alma humana, ella que, cuando recaló en México, venía de todas partes; echar raíces y que no se mueran. Casi una veintena de poetas leyendo a otro poeta es una originalidad que eriza de emoción. Dice el evangelista San Juan que la Palabra se hizo carne, humanidad; ayer, en Molina, la carne se hizo palabra y, en la palabra, nos sentimos más humanos. ¡Conocer a poetas que te admiran sin tú saberlo, qué arco de ojiva es, qué maravilla! Ayer, en Molina, hubo poetas, pero no autoridades: tienen siempre tanto que hacer por el pueblo; y sucede que a veces hacen cosas por el pueblo, pero sin el pueblo. Y no es que no quieran, es que no quieren. Salvo en tiempo de votos, de siega, el pueblo es un engorro. En tiempo de votos, se ceba el mar para que el pez se envicie y así pescarlo; y de ser pez, o libertad, se torna uno pescado; pescado que, desde los últimos coletazos y goteando mar aún, huele ya a chamusquina. Pero hubo poetas (Paco Illán, Noa Briones, Adolfo Navascués, Gema Bocardo, José María López, Mariángeles Ibernón, José Manuel Salinas, Irelfaustina Bermejo, Cristián Mínguez, Antonio Palazón, Jesús Pablo Guillamón, Raquel Mengual, Jesús Pons y Domingo Pérez, cantautor que esta vez hizo música para un poema mío, cuyo título es Final, y que, tras un rasgueo de guitarra, inicia el vuelo así: «La rosa ya ha escanciado su hermosura…»; para posarse luego y finalizar así: «Es la hora de esperar en la esperanza». (Del libro Dios se llama forastero). Estos fueron los poetas; con el público, que prestó palmas y murmullos cuando un poema le impactaba o, como diría Elena Poniatowska, tacaba fibras en las que se reconocía. Luego intervine yo, con trémolos (tiemblos) y emoción, leí dos poemas y di las gracias, en griego, efjaristó (por parecerme más lírico por homérico) y en español. En el «gracias» español suena la sonoridad, y en el efjaristó griego, las raíces por las que somos árbol con sabiduría y libertad, los frutos de estas raíces. Y gracias cum laude, nota máxima, Diario, a Paco Illán y a Irelfaustina Bermejo por la organización, y a José Antonio y Mari Carmen Ferrer, por el transporte; y hasta más ver, asombro, que dijo el poema (19:54:41).

martes, 20 de mayo de 2014


20 de mayo de 2014. Martes.
ALGÚN VERSO EN LIMPIO
 
Mi primera misa, en la Iglesia de la Asunción. Molina de Segura
 
-Hoy visito Molina, mi pueblo, al que amo por tanto como me dio. La vida ya es mucho darme; pero más, mi familia (mi padre Vicente, mi madre Francisca, mis hermanos Consuelo, Alfonso y Javier), mi familia, que fue mi luz. En mi familia, hallé a Dios, cercano y asequible, me enseñaron a rezar. Y en los amigos (los curas don José Escámez, don Pedro López Nadal, Juan Sandoval, sacristán, Julián Chicano, seminarista entonces, y otros), hallé el sacerdocio, en el que, con mis defectos y la comprensión de Dios, he llegado hasta aquí, camino de tocar y ver ya lo que es la vida eterna, esa luz con el rostro de Dios visible y sin deslumbrar. En Molina, ya desde niño, y leyendo los tebeos del Capitán Trueno, y otros cuentos y libros que caían en mis manos, me hice fabulador; es decir, escritor; y, en el seminario, de leer y leer a los clásicos (Quevedo, Lope, Góngora, Cervantes, etcétera) y poniéndome a ejercitar la Preceptiva Literaria con don Ramón Rodríguez Herrera, mi profesor de Literatura, y emborronando papeles y papeles, y sacando alguna vez algún verso en limpio, me hice poeta; es decir, soñador, ensoñaciones que me llevaron al asombro, que, como a Aristóteles ante el ser (para él la filosofía era asombrarse), a mí me llevó a la fascinación por las cosas del ser, la belleza y la tragedia de las cosas, su vida y su muerte, su esplendor y su crepúsculo, todo lo que el Espíritu alienta en la creación. Esta tarde voy a Molina a oír leer mis versos y mis prosas. Unos amigos desean celebrar lo que he escrito, y, aunque no suelo prodigarme en fastos de este estilo, voy por conocer cómo suena mi escritura cuando otros la leen y no yo. Es la primera vez que voy a escucharme leer en otro; mañana, cuando vuelva, te contaré, Diario; de momento me hallo nervioso, no por lo que suceda, sino por lo que pueda no suceder; o sea: pudiera ser que no me asombre lo que yo he escrito y otros leen. Tragedia, entonces; o menos (16:50:22).

lunes, 19 de mayo de 2014


19 de mayo de 2014. Lunes.
ABRIR LOS SUEÑOS
 
No es una tribu india, camuflada en el jardín. F: FotVi
 
-Ayer, domingo (o día del Señor) se dejó escuchar un poco la lluvia (apenas unas gotas como lágrimas), oraciones en las iglesias, más actividad en los lugares de recreo o restauración, y un descenso casi místico, es decir, casi intangible, por prudente, de las temperaturas. Entre tanto, el Atlético de Madrid, Campeón de Liga, felicidades, y Rafa Nadal, guillotinado una vez más por su depredador particular Novak Djokovic. Novak Djokovic le tiene comida la moral, y la raqueta, a Nadal y lo vence cada vez que Nadal no hace una gesta, ya sea en pista de tierra o en cancha rápida, donde las bolas salen lanzadas como piedras de la honda del David Djokovic. Y claro, el David Djokovic acaba por vencer al gigante Nadal. Este Djokovic, sin embargo, usa una especie de camuflaje para someter a sus adversarios: juega con una aparente desidia, dando la sensación de que está KO, se deja arrebatar un set, respira con la hondura de a quien le falta el aliento, hace ademán de fulminar la raqueta, para al fin, entre gestos lastimosos de que está perdido y un recital de raquetazos imposibles, llevarse la victoria. Djokovic hace como que huye, pero se queda enganchado al tirachinas de la raqueta y hiere y hiere con sus lances, hasta matar. Djokovic, además de gran tenista, ¡qué gran embaucador es! Umbral ha dejado dicho que «el deporte es la estilización de la guerra». Estilización o adelgazamiento de la guerra. Es decir, la guerra reducida a un pugilato entre unos pocos actores de la tribu, con la búsqueda, de por medio, de la victoria; mientras, en las gradas, grita el circo y lloran los vencidos. Un prohombre, Mandela, dijo que «el deporte tiene el poder de inspirar, de unir a la gente como pocas otras cosas. Tiene más capacidad que los gobiernos de derribar las barreras sociales». Él lo sabía por experiencia. En el día del Señor, pues, unas lágrimas de lluvia, rezos, lectura para no defraudar al espíritu, y deporte; luego, Diario, el sueño, que me abrirá todos los sueños (20:00:20).

domingo, 18 de mayo de 2014


18 de mayo de 2014. Domingo.
ESPÍRITU DE PARDILLOS
 
No es un dinosaurio, en el jardín. F: FotVi
 
-Tras el debate (sin porfía ni lid, endulzorado con miel de no tirar a dar y sin embargo dando, de empalago) entre una miembro del PSOE y otro del PP, iba yo por la calle y una periodista, micrófono en ristre, me pregunta: «¿Quién crees que ha ganado?» (Me tutea sin más, como se hace en los supermercados o en los mundos del «¿qué pasa, tío?» o el del «¡dame la manita, Pepe Luis», de Tip y Coll, aquellos dos locos geniales y, sin embargo…, geniales). «¿Qué quién ha ganado?», digo, y continúo: «¡Rafa Nadal, y con muchos apuros, pardiez!», (había jugado con Mikhail Youzhni), y va entonces la chica y me retira con cierta irritación y gesto esquivo el micrófono y se va con la música de la carnavalada de pedirnos el voto a otra parte; carnavalada que consiste, cada vez que llega el plazo, los equinoccios o solsticios del evento, proponernos, entre discursos y debates, ser engañados de nuevo con nuestro agrado y visto bueno de por medio; es decir, con espíritu de pardillos nosotros. En realidad se trata de ¿me das tu voto para seguir engañándote?, y una vez y otra, hasta que llega el betún del hastío, la cornisa que se cae por tanta lluvia y vejez y mata el voto. Y no hay voto. Políticos, busco una verdad, sólo una verdad para creer en vuestras palabras. Por favor, una verdad, como la limosna que se pide por amor de Dios; como una limosna de pobre os lo pido. Pongo la mano, ¿me caerá esa bella moneda? Y que sea al menos una verdad como ésta que acabo de leer: el hallazgo de los restos del dinosaurio más grande del mundo, y esta vez, y según dicen, Diario, no debajo de la cama de Tito Monterroso («autor de la fábula del siglo XXI», así lo califica Elena Poniatowska), sino en Argentina nada menos, o en el más allá del más abajo, donde se hiela en la Antártida el Sur y se inventa la soledad más fría, en el más allá en el que la cartografía se hace mapa de la pampa infinita, y glaciar, y mar rabioso al otro lado del Cabo de Hornos, allí donde se pierden hasta los vientos, se ha encontrado un dinosaurio más grande que un montón de elefantes juntos, 5 ó 6, un dinosaurio tan grande, que ni siquiera cabe en un cuento, como el de la política, por poner un ejemplo (18:01:59).

viernes, 16 de mayo de 2014


16 de mayo de 2014. Viernes.
LA MOSCA DE MONTERROSO
 
Mordiendo belleza, en el jardín. F: FotVi
 
-Se me ha aparecido una de las moscas de Monterroso (« ¿Qué se propone uno con la filosofía? Enseñar a la mosca a salir del frasco», Ludwig Wittgenstein, cita de Monterroso en su libro Movimiento perpetuo) y me ha revelado que el ser humano (en general) está enfermo de depresión afectiva, o de melancolía coronaria, que precede a la desesperación y a la muerte, y que no deja salir a la mosca del frasco de la esclavitud y la miseria. No hay amor, sólo hay botella (odio) que engulle moscas, y las mata. Mal asunto este de la exigüidad de amor para sentirse libre e ir conquistando murallas y almenas al castillo interior de la felicidad. La felicidad está ahí, en el amor, el amor que puede decirse y ser oído, pero hay quien desprecia escalar este castillo, aun haciéndolo gateando piedra a piedra y vértigo a vértigo, hasta mojar los labios en esa fuente de ventura y gozo, que es el amor. He significado lo del amor «que puede decirse y ser escuchado», porque el oro, el poder, el prestigio, la fama, el éxito, etcétera, por ejemplo, ni oyen ni escuchan, ni sienten, son los dioses mudos de la Escritura, o los «no dioses», con máscara de dioses, pero sin oído ni boca, y sin alma que aliente la ternura. Solemos decir: «El dinero lo consigue todo», ¿también la vida, la permanencia, la felicidad, el amor, los sueños, la fe…? La mosca de Monterroso me ha dicho que no, que el dinero sólo puede lo que puede y, de entre lo que puede, está el crear diferencias, perpetrar injusticias, y alguna vez (y cuando falla la justicia), obras de caridad, que es, con todo, Diario, la otra orilla, aunque hermosa, de la justicia (20:18:55).

jueves, 15 de mayo de 2014


15 de mayo de 2014. Jueves.
MALESTAR VAGO, BORROSO
 
Ser crucificado y no crucificar, en La Colina de las Cruces, Lituania. F: FotVi
 
-Hoy me puede un malestar vago, borroso, que me apesadumbra y me quita el gusto por la risa y la alegría, y aun por la amistad, que es otro modo de risa. Lo vago y borroso es un esmog que ahoga, que dificulta el respirar, y, a la larga, es capaz de matar. Está muy nublado de miseria nuestro tiempo, todo él. Miras y se ve miseria, pones el oído y se escucha miseria, tocas y palpas miseria en lo oscuro, como si palparas alimañas o bichos. Como diría Hegel, lo peor es que muera el Espíritu, aun el de la Naturaleza, porque entonces moriría la voluntad de ser y de estar del ser racional; y así, este ser se ahogaría en su propia defunción, sería un modo de exterminio propio. Estamos en el suicidio de nuestro propio Espíritu, el que ha ido haciendo humana a la Humanidad, que nació en selvas y desiertos, pero que gracias a este Espíritu, se liberó de lo bárbaro y creó la polis (o ciudad), y con la polis, las leyes, y con las leyes, el sentimiento y la ilusión de la convivencia, y aun el sueño del amor, o el del vivir al lado de alguien, al lado del otro, en paz y armonía, haciendo música de la vida, para crear la felicidad. Decía (cantaba) un excelso poeta: «¿Quién a mi lado llama, quién susurra / o gime en la pared? / Si pudiera saberlo, si pudiera / alguien saber que el otro lleva a solas / todo el dolor del mundo, todo el miedo». Así se expresaba a sus 26 años, José Emilio Pacheco, poeta de México, que soñaba convivencias y no guerras, dentro de la guerra casi continua a la que invita y excita el mundo y sus aledaños. ¿Y a qué se debe mi malestar vago y borroso? A que de ningún lado hay piedad; a que todo se estima o se valora en razón de los prejuicios, que son ofuscaciones, y no en razón de la verdad y el buen juicio. Un asesinato de este o de aquel lado, como ha ocurrido ahora, y se encienden el rencor y la cólera, y la humanidad no existe, existe la selva, y más en las redes sociales, donde, en algunos aspectos, no en todos, se hace patente el patio de Monipodio que es el mundo, su fervor destructivo y su saña violenta. Con todo, Diario, nunca mates a quien ya está muerto, y menos con una palabra afrentosa que lo pueda matar de nuevo, pues al que a hierro mata, dice la sabiduría, a hierro morirá y más si es con el hierro de la palabra, que puede volverse contra el que la usa y ser golpeado por ella de igual modo que antes lo hizo con el tenido por enemigo; que las palabras matan más y más tiempo que cualquier otro artilugio de guillotinar o segar vidas (19:45:12).

martes, 13 de mayo de 2014


13 de mayo de 2014. Martes.
MIS LUCES
 
Lado luminoso, en el jardín. F: FotVi
 
-Y, de pronto, como un fogonazo que me deslumbrara, me quedo con el asombro insistiendo en los ojos, hasta el punto de pretender cerrarlos y no poder. El asombro es eso: ojos abiertos como periódicos grandes, que se resisten a entrar en la oscilación del parpadeo, en el que un párpado sube y otro baja para juntarse, y, cuando lo logran, decirse en qué sueñan o por qué lloran. Los párpados lloran porque sueñan; o al revés. Leo este titular en el periódico global: «El triunfo de la transgresión», y parece complacerse en ello. Sigo leyendo y, abierto el telón de la noticia, compruebo que se trata del triunfo en el Festival de Eurovisión (ése que casi nunca premia música, sino determinadas composturas y mítines) de una tal Conchita Wurst. Y continúa el rotativo: « Conchita Wurst, el personaje de mujer barbuda con tacones de vértigo y un look medido al milímetro, creado por Tom Neuwirth». Es decir, por lo que leo, la transgresión consiste en que se trata de una mujer barbuda, que no es mujer, se mueve sobre la torre Eiffel de unos tacones de vértigo, que asustan, y su look está medido al milímetro, como un guante de médico a la mano. Sin embargo, se dice que se trata de un festival musical, en el que por lo visto no cuenta para nada la música, sino la barba de una tal Conchita, y unos tacones y un look; look, esa cosa que en español se dice aspecto o apariencia, pero que hay que escribir look, para, al sentirse alguien menos, aparentar más. Ahora aparenta mucho gorjear inglés, como en mis tiempos, francés. Entonces decías oui, y temblaban los idiomas; como ahora si dices yes; aunque en latín era más melodía el sí: decías utique, y el sí sonaba a música celestial con ángeles rasgando Stradivarius y arpas de diez cuerdas. Conclusión: resulta que en el Festival de Eurovisión se reporta o premia la transgresión (alabado sea lo progre); es como si por conducir chispado o puesto te subiesen los puntos y te concedieran una pensión vitalicia. En todo caso, si en vez de triunfa la transgresión hubiese titulado el Periódico global triunfa la tolerancia, todavía; pero la transgresión… Quizá sea que mis pocas luces no dan para más. ¿O es que el mundo, Diario, se ha vuelto del revés y yo no capto su lado oscuro, que tal vez sea el luminoso? (20:35:36).

lunes, 12 de mayo de 2014


12 de mayo de 2014. Lunes.
HERMOSA MATERNIDAD
 
Maternidad, en el jardín. F: FotVi
 
-Una madre preocupada por su cría; cría, que, sin ser consciente de los peligros que le están al acecho, va y viene con la lírica del juego y los riesgos de la niñez, y que no repara en nada que no sea su propio recreo. Juega la niña de la curruca, y ésta revolotea y se posa junto a ella, y, si ve que algo se acerca a su retoño con ánimo de hacerle daño, su canto de chasquidos como de céntimos tirados sobre una mesa de mármol, se intensifica nervioso y agresivo, y hace conatos de atacar. La curruca es un pájaro pequeño de un gris apagado, de color ceniza, con capucha negra y garganta blanca, y ojos con anillos de fuego; mira a punto de quemar. ¿Por qué escribo esto? Porque me asombra su quehacer de madre, que, al tiempo que educa al bebé (le incita al vuelo), le pone comida en el pico y lo defiende de cualquier peligro. Hermosa maternidad, me digo; maternidad que me trae a la memoria la otra maternidad de la madre naturaleza, cuidadosa de que nada falte ni en el día ni en la noche del mundo (el sol, la luna, los colores, las nubes y sus enigmas, las plantas, los animales, los silencios, la armonía…), y todo para hacer posible la vida con sus sueños en este país, la tierra, que a veces, por culpa de unos pocos,  se convierte en «valle de lágrimas», injusto (21:10:40).

domingo, 11 de mayo de 2014


11 de mayo de 2014. Domingo.
¿CONCIENCIAS VACÍAS?
 
Belleza individual, que conforma la belleza universal, en el jardín. F: FotVi
 
-Se arracima el dolor y se hace más llanto, a causa del despropósito que supone la irresponsabilidad y la carencia, cada vez más acusada, de cualquier atisbo de moral o ética. ¿Será que las conciencias están vacías, sin referencias lúcidas, adormecidas, sin ninguna creencia en la que estar (Ortega) como oriente o pauta de la vida? Sería terrible un mundo sin conciencia, en general, pero lo sería más si se hubiese perdido la conciencia del individuo, la personal, la que conforma el modo de ser de cada uno y, en el uno, la del todo. Si Cicerón decía que su conciencia tenía para él «más peso» que la opinión de todo el mundo, es que la conciencia particular e íntima debe ser nervio y columna para que viva la otra conciencia, la llamada universal. Sin el uno de cada cereza, sin su individualidad, sin su preciosa y dulce esfera roja, no se podría formar nunca el todo del racimo, espléndido y goloso. Sin tu conciencia y la mía, y la de éste y la del más allá, conciencias sanas y salvas, claras y sabias, no habría (y parece no haberla) conciencia universal digna. La conciencia universal parece un glacial en descomposición, o un cubito deshelándose en el vermut de la idiotez. Un tal Víctor Hugo, escritor francés del siglo XIX, escribió: «La conciencia es la presencia de Dios en el hombre». Retumbaría entonces, como retumba ahora, esta afirmación en el siglo de las revoluciones y las increencias, principio de las progresías posteriores, anoréxicas en casi todo, y más de cualquier espiritualidad o trascendencia. Ya no se premia la virtud, sino el descoco y la vulgaridad, la mala imagen y el exabrupto, el barro y no la vasija que de él, en manos del alfarero, podría nacer. Las palabras ya no dicen, explosionan: las palabras y los gestos y las acciones, y hasta las miradas, hechas de odio y perversión. La conciencia del mundo, ¿diga?, ¿qué es eso?, y nadie responde. Aunque pienso, Diario, que si mi conciencia pesa porque es libre, porque busca la verdad y la ejerce, y no se encoge ante la injusticia, sino que la enfrenta y la denuncia, y se une a otras conciencias sanas y salvas, habrá una conciencia universal sensible a la ética y al buen hacer colectivo, y el mundo será otro, más nuevo y mejor. Qué solemne me he puesto, ¿o no? (18:53:58).

viernes, 9 de mayo de 2014


9 de mayo de 2014. Viernes.
PERSPECTIVA Y NO PUNTO
 
Punto y perspectiva de luz, Tallín. Estonia. F: FotVi
 
-Sólo cuando sale alguien de sí mismo, se hace grande y sabio, decía el sabio. Saliendo de sí mismo, el punto, que es soledad con frio, pequeño círculo vicioso y caótico, se hace perspectiva que se abre a lo vasto e infinito, multiplicación de puntos convertidos en líneas disparadas, dejando de ser punto y haciéndose entonces, cómo decir, ombligo calado. ¡Qué hermoso un ombligo calado!, dijo el calador de ombligos. La perspectiva es el punto disparando tiros de puntos de sí mismo en extensión, o el Big Bank codicioso de irse siempre al más allá de todo, en línea recta, sin conclusión, como el amor. Y es que mientras el punto es portón con cerrojo de sí mismo, sin salida al exterior, portón cerrado sin llave, el amor es perspectiva, hermosa huida hacia adelante, excelso amanecer siempre en otra parte. Mi deseo, pues, Diario, es ser perspectiva y no punto, yéndome siempre, siendo siempre vuelo de perspectiva que no acaba, como (por poner un ejemplo) las lágrimas del mundo, incluidos los canales de llanto, morados, que forman entre el párpado y el labio, que no acaban (21:21:36).

jueves, 8 de mayo de 2014


8 de mayo de 2014. Jueves.
CON AZÚCAR Y TURRÓN
 
Que caiga un chaparrón, en el jardín. F: FotVi
 
-No sé tú, pero yo espero una nube con un chaparrón dentro, y la espero, con el dicho popular,  como agua de mayo. Sin una nubada o chaparrón, mayo es un mes seco, estéril, bronco, en el que todo puede morir un poco, como un pez si lo sacas del agua, a bocanadas de agonía. Una pausa para la lluvia, por favor, le pido al sol sin pausa de estos marzo y abril. Una pausa para llover un poco; pero no la hay. «¡Que llueva, que llueva, / la Virgen de la Cueva», cantábamos de niños, y de los ojos saltaban entonces luces y tonos, con alguna nube que, alguna vez, traía la lluvia. Y es que en la niñez todo es posible, hasta que haya lluvia en los ojos y riegue lo seco. «¡Que llueva, que llueva, / la Virgen de la Cueva, / los pajaritos cantan, / las nubes se levantan!» Hoy, parece no haber ni nubes que se levanten, ni pajaritos con cantares de estos en el pico: el calentamiento global. Quizá el hombre esté haciendo inhabitable el castillo encantado y precioso que es la Tierra. Mare Nostrum habíamos llamado siempre a nuestro mar, el Mediterráneo; desde los romanos, era mar nuestro; ahora ya no es nuestro, sino de la contaminación y el expolio, como casi todos los mares de la tierra. Hay una palabra en las mafias que da escalofríos: respeto. Faltar al respeto es morir. Quizá las mafias del progreso excedido y ganancioso hayan perdido el «respeto» a la vida y a la sacudida o temblor que produce en el alma lo bello y estén destruyendo la solícita gallina de los huevos de oro. Y el pago es la muerte. «¡Que llueva, que llueva!», pero no hay lluvia, porque no hay inocencia (me refiero al idealismo) en el mundo. Cuenta Elena Poniatowska en su discurso por la entrega del Premio Cervantes, que una cosa que la intrigó cuando llegó a México, fue ver en un mapa del país varios espacios pintados de amarillo con el letrero: «Zona por descubrir». Era todavía entonces la inocencia del mundo, con brillo en los ojos por ver y encontrar paraísos sin hollar y puros. «Que llueva, que llueva», Diario, «que caiga un chaparrón –y si posible fuera-, / con azúcar y turrón» (20:17:14).

miércoles, 7 de mayo de 2014


7 de mayo de 2014. Miércoles.
LA LEY DE LA ARAÑA
 
Castillo de hadas, en el jardín. F: FotVi
 
-Me acerco a regar un geranio y veo una araña, menor que una lenteja y de su mismo color, columpiarse en su hilo de seda, que podría estar hecho de seda de mar o de seda de Arabia, tan lúcido y tan fino es, pero, no, es suyo y lo ha hecho para acunarse mientras queda a la mira de la caza. La araña es labor, espera, camuflaje. ¡Un ser vivo y tan liviano!, me digo, y bendigo por esto. Vuelvo esta tarde y sigue laboriosa la araña, con su castillo de hilos más vasto y más de cuento de hadas aún, y avizora. Gira sobre sí y capta movimientos, como el radar, y si ve una mosca, tratará de atraparla, no así a las avispas, que, como ya advirtiese Plutarco, las dejará escapar. Las avistas tienen aguijón, no así las moscas, se dice la araña, y, al modo de las leyes, el insecto pequeño es prendido, mientras que el grande sale indemne, que así lo expresó más o menos otro sabio de Grecia, Solón de Atenas. Lo grande puede con lo chico, y eso, Diario, lo sabe la araña, que, como las leyes, elige sus presas según tamaño, y títulos, y categoría social; no todos somos iguales, ante la ley de la araña (20:44:56).

martes, 6 de mayo de 2014


6 de mayo de 2014. Martes.
PARTE DE CULPA
 
Voy a decirle a Dios todo, en Siria. F: Untitled
 
-El mundo ya es escombro, algo caído sin espíritu de levantarse. Y «la congoja -como diría Elena Poniatowska- es total»; ella lo decía por la muerte de José Emilio Pacheco, poeta y escritor de compromiso, yo por la muerte del mundo, del alma del mundo, de su realidad espiritual derrumbada. Nada alienta, no hay espíritu en el mundo, sólo voluntad destructiva, con ánimo de lucro. La nueva diosa madre, la que veneraron los pueblos del principio, los de los orígenes, la forjada en granito y terracota, ya no es la Tierra, sino su antagónica la Codicia. La Tierra es fertilidad, donación, trozo de pan y vaso de vino, agua que corre con risas, montaña y valle, horizonte y más allá; le codicia es sequedad, exterminio, mercadería, privacidad, no merced y gracia, siempre yo, nunca madre. Madre y codicia se dan la espalda, es como hacer comparación entre el filo del cuchillo y la caricia. El filo raja, la caricia sacude, es emoción. Pues este mundo convulso por la codicia y la insensibilidad, por el mirar para otra parte y el desentenderse, surgen noticias que hielan, que hacen dudar de la (¿excelsa?) condición humana. Cientos de niñas sacadas de la escuela y esclavizadas en Nigeria, y no hay conmoción mundial. O la guerra en Siria, donde cada día mueren miles de inocentes y sólo se oye la voz de un niño de 3 años de edad, que, antes de morir, y entre lágrimas y heridas, avisa: «Voy a decirle a Dios todo». ¿Hay alguien que ría? ¿Y, quien llore? A ver, enséñame tus lágrimas, me digo a mí mismo, Diario, y tengo miedo de no llorar lo bastante, por mi parte de culpa (19:53:11)

lunes, 5 de mayo de 2014


5 de mayo de 2014. Lunes.
PLUMA 22
 
Prestador de letras, en el recuerdo. F: FotVi
-Recuerdo cuando escribía con lápiz y pluma, rasgueando papeles, que, al fin, eran objeto de espasmo en el principio del fuego en la cocina. Se volvían locos de fuego al arder. Eran papeles de estraza, y las más, hojas de cupones de Cartillas de Racionamiento. Entonces, te ponías en la cola, te cortaban uno o más cupones de la Cartilla y, a cambio, te daban garbanzos, alubias o harina de panizo para el pan o la torta, harina que se acompañaba luego o con mondas de corteza de naranja secadas al sol o con pulpa de crilla (patata), y así se espesaba todo. Aquello sabía a algo que se pega y remolonea al tragar, no a pan. Al final, sin embargo, entraba; era el hambre. Se tragaba con ruido de agua de desagüe en la garganta. Y te hacía ponerte colorado, por el ahogo. Luego vino la máquina de escribir, Olivetti Pluma 22, que te ponía las letras pero uno tenía que disponerlas en palabras y, con la Gramática (la Sintaxis y la Ortografía) haciendo de GPS (o guía) de la escritura. Entonces, fueron el verso y la prosa, o las palabras hechas lenguaje, y éste, el lenguaje, como resonancia de la vida, que es dolor con alguna palpitación feliz, alguna vez. Con la máquina se emborronaban papeles, pero menos. La máquina aliviaba el lápiz y la pluma. Hasta ahora; que, con el ordenador como cómplice, se escribe y se borra sin hacer manchón, y el papel, liberado de ese peso del error y la tachadura, dura más y muere menos, como lo árboles que lo regurgitan papel. En la Olivetti Pluma 22, hace miles de recuerdos, hilvané estos versos: « A veces / piso sin cuidado / donde el hombre, / su tierra de agarrón, / y me conmuevo…»; su título: Pisar donde el hombre. Y estos otros: «Hay roce de batutas / en el aire, / hay hebras musicales, / pero mi corazón se enreda, / se ensaliva de musgo y se endurece…», con el título: A punto de llegar a Albinoni. Había bastante de desesperación en estos versos, por lo que titulé el libro Introducción a una selva incipiente. Tuvo buen leer y buena crítica y lo saco a relucir ahora, como homenaje a mi Olivetti Pluma 22, con la que tanto imaginé y escribí. Me gusta, Diario, recordar con afecto a mis amigos, y, de entre ellos, a los más humildes y que mejor me han servido y estimado sin pedir nada a cambio (21:30:41).

sábado, 3 de mayo de 2014


3 de mayo de 2014. Sábado.
RECUERDOS AMADOS
 
Recreo, en el río Daugava. Riga. Letonia.
 
-Sábado, y, al final del día, el otro, día del Señor; es decir, al otro lado de la línea horizontal del ocaso del sábado, llega el día del Señor, lujoso por festivo. Se ve irse un día, cabizbajo él, con aturdimiento, y se viene otro, vivo, listo, lleno de esplendidez. Como se diría de un rey (pues rey es cualquier día): «A día ido, día venido». Es como si un día dijera a otro: «Vete tú que me ponga yo». Al día del sábado acontece, pues, otro día, llamado, en este caso, del Señor; y, dado que domingo es dominus y dominus significa señor, día, pues, aunque no se quiera, del Señor. Aunque no se quiera, que las cosas no funcionan según los deseos de uno, sino como establece la realidad de muchos, y más si es realidad histórica, con la tradición de por medio. Recuerdo de niño, que en el domingo se me vestía de domingo para ir a misa; o sea, una marinera o blusita limpia, un pantalón corto, también limpio y con rayas de la cintura al dobladillo, tirantes, y unos zapatos (suelas apañadas y ruidosas en el enlosado de la iglesia y menos en el piso de tierra de la calle) con brillo de vejez. Al rezar, arrodillado en la iglesia, decía: «Señor, que mi papá tenga trabajo, que me conviene»; eso decía, porque en invierno, flojeaba el trabajo, no había trabajo y además a papá, albañil, se le rajaban las manos como con cuchillo afilado a causa de la cal y el frío, y tenía que cesar en su tarea. «Que me conviene», decía en mi oración pequeña de niño, y al Señor, con el hábito de oír «si me conviene» siempre, le supondría gracioso escuchar «que me conviene», en imperativo, nada de súplica, y lo concedía: papá hallaba trabajo, y volvía la alegría a casa. Se abrían risas y se contenían los reproches. Me gusta el sábado, Diario, porque da pie al domingo y me remonta a recuerdos amados, en los que me recreo; eso es: recrearme, o volver a hacerme, de nuevo, niño (20:59:42).

viernes, 2 de mayo de 2014


2 de mayo de 2014. Viernes.
HUMILDAD CON OJOS BAJOS Y CAPUCHA
 
Humildad con ojos bajos, en el jardín. F: FotVi
 
-Se me viene la noche y todavía no he escrito nada. Hoy, ni un verso y ni una línea que diga algo, es decir, algo con argumento. ¿Que qué he hecho? Sólo leer y mirar;  también decir Señor, con unción (y con pudor digo que muchas veces) esta mañana. He dicho Señor y me he puesto lo primero a escuchar el silencio que gritaba contra la codicia; el silencio, que es pura humildad con ojos bajos y capucha de monje de claustro y capitel románico, y un rosario prendido de los dedos. El silencio es así de claustral, de enigmático bajo el marrón (casi color de pan) de su hábito. Al gritar contra la codicia, el silencio gritaba contra la guerra, y contra la injusticia con antifaz de justicia, y contra el poderoso que, amparado en la ley, preside, sin embargo, un mundo sin ley, y, al no haber ley, se hace él mismo la ley. La codicia, la que rompe toda ternura y abre las fauces de la desesperación y la angustia. He escuchado al silencio y le he oído, y he leído y me he puesto a mirar todo lo que me miraba a mí, como la mota de polvo que se ha posado en el libro que leía, y que, Diario, me ha hecho exclamar: Infinito el universo que hay en ti, y no sabría decir si me ha sonreído, o simplemente no me ha oído, o tal vez sí  (21:20:54).

jueves, 1 de mayo de 2014


1 de mayo de 2014. Jueves.
PERDER EL TIEMPO
 
Ganando el tiempo, en el Mar Menor. F: FotVi
 
-En Murcia siempre se me pierde algo: entre otras cosas, el tiempo. Ayer, llego a Murcia, voy a echar mano del tiempo y resulta que lo había perdido, o casi; me quedaba el justo para volver a casa y rehilarlo y volverlo a tener de nuevo, pero menos. De tiempo en tiempo, se pierde el tiempo y no hay moneda que lo pueda comprar. Ayer, en Murcia, perdí el tiempo y gané 600,00 euros; a simple vista, una transacción ventajosa. Gané 600,00 euros, pero perdí un cacho de mi tiempo, como si un colibrí extraviase un ala por beber un sorbito de miel de la flor. Toma el sorbito y un ala se le trunca, y cae al suelo el mínimo pájaro, revolando de un ala, queriendo cogerse todavía al aire, pero sin poder: muerto, a causa de la falta de un ala, ya en vuelo. Caerá y habrá bichos que se lo coman, y el tiempo lo acabará tapando. Lo peor del tiempo no es que, al final, tape quizá con tapa de madera de pino, sino que silencie todo; con el alma, silencia la voz y los latidos, y, si crees, te voltea (confías) a la eternidad, y si no, te deja en la estacada del gusano y la descomposición, sin más. Pues lo dicho: gané 600,00 euros, pero perdí el tiempo. A no ser que al hecho de ganar un dinero se le llame ganar tiempo; supuesto (o teoría), que a mí no me convence. Hacienda (no sé por qué) me los quería rebanar; al fin, se vio que era una equivocación, y ha vuelto el río a su cauce. Pero me pregunté: si a mí que no llego a mileurista me pretendían apurar 895,00 euros (que se han quedado en 182,00, sólo) ¿cuánto le costará a un rico ser rico? Sé que a Hacienda hay que nutrirla entre todos (educación, obras públicas, investigación, sueldos a funcionarios, subvenciones a partidos y sindicatos, ERES, Gürtel…); pero debían considerar que donde no hay ubre (nunca diré teta), no puede haber leche. Me afirmo en lo dicho, Diario: en Murcia gané unos euros, pero volví con la sensación de haber perdido el tiempo, un tiempo precioso, que no es oro, pero sí lectura, rezo, escritura, ir y venir, cansarse de mirar cosas y sentirlas, como una flor o un caracol arrastrándose pensativo por la hierba, o el pájaro que de pronto salta en vuelo porque te teme, o porque quiere jugar o enredar contigo, sólo que tú no le sigues porque no sabes volar. Es tantas cosas el tiempo, cuando no se pierde, o cuando se pierde por atender a las cosas que tienes cerca, y así vivirlas… (21:06:28).

martes, 29 de abril de 2014


29 de abril de 2014. Martes.
TODO ES PALABRA
 
Candelabro de sol, en el jardín. F: FotVi
 
-Diario del ermitaño: lo de hace 15 días: poner la lavadora, lavar la ropa y tenderla a secar. El sol hoy es propicio, y da la sensación de ser un peregrino iluminando el color y dándole sombra, corporeidad, a las cosas. El sol es la creencia en la que estamos, sin preguntarnos por qué aparece y se va, y ni por qué nos ofrece cada día su dulce mano de luz, acariciando el tiempo, las cosas, el espacio, nuestros ojos… Sin sol, ningún cuento, ni vida, ni sueño, existirían, y, sin embargo, lo vemos, como si tal cosa, pasar. Como no se puede mirar, decimos. Y lo dejamos ir, sin más. Sólo una vez, en Petra, vi a un niño, que vendía piedrecitas de colores de las que se dan por allí, taparse con un brazo los ojos y, como a escondidas, desde debajo del brazo, mirar al sol y saludarlo. Le pregunté: ¿Qué haces? Digo adiós al sol, para que no se vaya para siempre, y vuelva. Era el atardecer y una mosca le mordía el moco en la nariz. Y ¿por qué me emociono?, me dije. Miré al niño, le di una moneda, y en el niño vi toda la sabiduría del mundo. Tender la ropa, para mí, es otro modo de hacer arte; la cuelgo con una cierta estética: lo oscuro, a la derecha; lo blanco, a la izquierda, y un cierto orden en las pinzas que, como si las suspendieran de los hombros, cogen las prendas a la cuerda. Cinco pinzas de madera (con color madera) y una, roja, de plástico; otras cinco de madera (también con color madera) y una, verde, de plástico; y la última, de madera, libre…, al hilo de la cuerda. El viento y los pájaros también son libres, y el hervir de los poemas. La libertad es el único valor que siempre puede con cualquier poder establecido, aunque sea inquisidor. Desde mi lugar de trabajo, mi pequeño cobijo o habitación, donde está todo, y todo cabe, también la cama y los libros, y los relatos y los poemas, y el silencio, y tras los barrotes de la ventana, veo el suave oscilar de la ropa tendida, y me digo que qué bien cuelga la limpieza; y saludo al sol, sin mirarlo, porque ciega, para que vuelva; como aquel niño, que miraba al sol escondiendo los ojos bajo el brazo, y no espantaba las moscas. Y me regocijo en leer a Elena Poniatowska, desconocida para mí hasta que Cervantes la sacó de su escondite literario allá en México. Y me regocijo por su gozo en las palabras. «¿Cómo iba yo a transitar de la palabra París a la palabra Parangaricutirimicuaro?», dice. ¡Las palabras! Transitar, París, Parangaricutirimicuaro, y todas dicen mundos. Por eso me digo que es verdad y belleza la petición de Séneca: «Háblame para que yo te vea». Y es que, Diario, todo es palabra, hasta el silencio, que suele decirse a sí mismo, callando (19:46:22).

lunes, 28 de abril de 2014


28 de abril de 2014. Lunes.
UN TRAJE DE SANTIDAD
 
Bendición, en el jardín. F: FotVi
 
-Vestirse de virtud es hacerse un traje de santidad. Se trata de la virtud moral, no de la virtud artística por la que se domina un oficio hasta la excelencia, aun el de escribir. Se puede ser un virtuoso del arte (de cualquier arte, también el de escribir) y no pasar de mediocre en la vida, o de medio malo, o de malo entero. Sin embargo, la virtud moral (si no es hipocresía o impostura) siempre hace personas buenas y, a veces, con categoría de perfección. Ayer, la palabra santidad se dijo en todos los idiomas, y fue ave de buen agüero por todos los cielos del mundo. Dos santos de una tacada, como dos perlas en una misma ostra, la ostra de la virtud. San Juan XXIII y San Juan Pablo II; el nombre es el mismo, los apellidos distintos. Se llaman Santos y se apellidan uno Juan XXIII y el otro Juan Pablo II. Primero, el hombre y la santidad, y luego Juan XXIII, o el profeta que vio la renovación de la Iglesia y la reveló en un Concilio, y Juan Pablo II, el que con el Concilio como bagaje, lo viajó y lo hizo buena noticia para quien quisiera darse por enterado. El uno fue elegido Papa siendo anciano ya; el otro, se hizo anciano en el servicio. Pero ambos se vistieron de virtud y fueron santos, con la gracia de Dios. Me gustaría imitarlos, ya que, como ellos, cuento con la misma gracia. Es una posibilidad. Y señalar, Diario, que los mirlos ya andan locos con su rock and roll particular y primaveral, de enamorados; el cielo, en la santidad y en la naturaleza, nos sigue bendiciendo (20:31:39).

domingo, 27 de abril de 2014


27 de abril de 2014. Domingo.
RESBALÓN HACIA EL ABISMO
 
Fe en el fruto, en el jardín. F: FotVi
 
-Hoy celebra la Iglesia a un personaje, Santo Tomás, que estuvo en la duda sin perder la fe. En la duda se está de igual modo que se está en la fe, «sólo que en aquel caso –el de la duda, dice Ortega- el estar tiene un carácter terrible. En la duda se está como se está en un abismo, es decir, cayendo». En la duda se está, pero de un modo inestable, tanto que te caes. Santo Tomás duda y da comienzo su resbalón hacia el abismo; en su no a la fe, se encamina hacia el no de su propia personalidad, el no a la fe que le ha hecho ser otro. Empezaba a caer. «Hemos visto al Señor», le dicen sus amigos; pero él contesta: «Si no veo…, no creo». Está en la fe; pero le acecha la duda, que, de no superarla, le hará derivar hacia la no-fe, o hacia la negación de su misma personalidad de creyente. Ya no será Tomás, el amigo; sino Tomás, el enemigo, o, en todo caso, el indiferente. Antes creyó en el Señor, que hacía signos y decía palabras que ataban el corazón a la paz y al amor. Como la fe transforma, él, que era un judío, quizá piadoso y resignado a su mediocridad, se había convertido en un ilusionado y ferviente seguidor de alguien que decía ser el Cristo y que hablaba de justicia, de un amor distinto (poner la otra mejilla si te abofeteaban) y de otros cielos y otra tierra nuevos, con un romper primaveral en la vida para una felicidad distinta, más equilibrada y festiva, y, por creativa, más compartida. El compartir es un modo de creatividad; tanto, que hace que un poco (cinco panes y dos peces) procure comida a cinco mil personas. Pues, Tomás, el que creía haber encontrado en Jesús de Nazaret al Cristo, no estaba con su grupo el primer día de la semana cuando el Maestro se apareció a los suyos; y pasó del creer a la duda, donde empezó a hundirse. Hasta que lo rescató aquel que era objeto de su duda, el mismo Cristo. Fue invitado a meter el dedo y el puño en las llagas de Jesús, como él había pedido, y, en la invitación, creyó. Estuvo en la duda; pero salió del abismo, a tiempo. Antes de caerse del todo. Hubo una mano que lo salvó; pero con un reproche: «Tomás, no seas incrédulo, sino creyente». La creencia, Diario, salva; la duda lleva al abismo, y en caída libre (19:48:38).

viernes, 25 de abril de 2014


25 de abril de 2014. Viernes.
ACARICIAR CON LOS OJOS
 
Libro abierto, sabiduría disponible. F: FotVi
 
-Me gustan los libros, sobre todo si son de sabiduría, aunque hayan sido durante siglos bestseller, como la Biblia (en alguno de sus textos) o el Quijote, o las quevedescas cosas de Quevedo; los bestseller de ahora se me saltan de las manos, como los cien pájaros volando, menos uno, el libro que estoy leyendo en el momento, que no es bestseller: pájaro este, pero de buen agüero; pájaro, el de la lectura, para acariciar con los ojos. Salvo alguna excepción (Cien años de soledad, de García Márquez, por ejemplo), de los bestsellers decía Borges que son prostitución, a la que él y otros nunca pudieron acceder porque en su época no existían (los bestsellers): «No había quien comprara nuestra prostitución», escribió, y deja la duda de si le hubiera gustado caer en la tentación o no de ser prostituido. Leer, o poner letras y cosas en los ojos, y saberlas por los ojos, con su nombre. Primero, allá en la niñez, se ven las cosas y se les pone nombre, se aprende en la vida a poner nombre a lo que se ve y se toca, y se ama; y, luego, en la escuela, al revés: los nombres escritos en los libros (y en la pizarra) te van diciendo lo que son las cosas; cosas, todas, que están en los libros. Los libros saben todas las cosas y las dicen con su nombre; por eso leer es un ejercicio de encuentro con la sabiduría. Hoy he entrado en la sabiduría de la Biblia (Hechos de los Apóstoles, de San Lucas), y en Ideas y creencias, de Ortega y Gasset. «Las ideas se tienen; en las creencias se está», decía él; para añadir que: «en el área básica de nuestras creencias…, se abren enormes agujeros de duda», porque en la duda, dice, «también se está». Seguiremos, Diario (22:12:37).

jueves, 24 de abril de 2014


24 de abril de 2014. Jueves.
POLVO ENTERADO Y EXPERTO EN LECTURAS
 
Biblioteca vislumbrada, en los sueños de Borges. F: FotVi
 
-En mis libros, los de mi biblioteca (no muchos, la verdad, pero básicos los más), suelo dejar mi firma y la tira de subrayados y anotaciones que intentan decir que he pasado por allí. Y dejo estas señales de que he pasado por ellos, para poder volver alguna vez a sus estancias de sabiduría y de paz, y de subversión, y de gozo del lenguaje. Dejo señales del mismo modo que Teseo hizo con el hilo de Ariadna para poder salir del Laberinto del Minotauro, y poder volver así a su vida libre y amorosa, y heroica; o como lo hizo Pulgarcito con las piedrecitas que iba dejando caer en el camino para no perderse en el bosque con sus hermanos; Pulgarcito tan pequeño él (como un dedo pulgar) y tan grande y con tantos ojos, sin embargo, el bosque. ¿Y por qué será que me gustan los libros secos, o ya mayores, con polvo y pequeñas mordidas cultas de las larvas plateadas e intelectuales de polilla?; ¿ellas que leen comiendo y así aprenden, por ser éste su modo de ingerir ciencia y conocimientos? Ellas, las larvas de polilla, aprenden letras mordiendo, porque no tuvieron ocasión de ir a la escuela, o, si fueron, no tenían oídos para oír y sí boca para escuchar, seguramente. Del polvo que se posa en los libros diré que lo guardo en una ampollita por si algún día alguien descubre el modo de interpretar su lenguaje, y nos puede revelar lo que posiblemente leyera o viera en bibliotecas tan distantes en el tiempo y el espacio, y tan ilustres, y desaparecidas (o sólo habidas en ensoñaciones), como la de Ptolomeo I, en Alejandría, o la que vislumbrara Borges, llamada de Babel. Porque el polvo que se posa en los libros siempre es el mismo, el de aquí y el de allá, polvo lírico este especial, que va y viene, y se queda y se marcha, y que sólo busca atesorar (nunca mejor dicho), atesorar la sapiencia del mundo para resguardarla de cualquier atrocidad de destrucción del ser humano. El dictador de turno. El polvo que tú quitas a un libro, Diario, es un polvo enterado y experto en lecturas, y su ADN está hecho de cosas sabias e instruidas, no te quepa la menor duda, y ahí está para revelárnoslas el día que todo vaya a perderse y él salga al paso del olvido (20:23:24).

miércoles, 23 de abril de 2014


23 de abril de 2014. Miércoles.
«NO SIGAS, SOY MUY MALO», DIJO EL LIBRO
 
Libros y sus ensoñaciones, en mi biblioteca. F: FotVi
 
-Hoy, Día del Libro, abro un libro y leo: «No sigas, soy muy malo», y lo cerré; pero su título era: Todo libro merece ser leído. ¿Paradoja? No, sólo un espasmo de sinceridad, y de publicidad, quizá. El «no sigas, soy muy malo», me animó, sin embargo, a seguir leyendo, por ver si decía verdad, y por llevarle la contraria al libro. No me gusta que me digan qué libro debo leer o qué cosa debo hacer. Y no me arrepiento de haberlo hecho. Porque luego leí frases como ésta: «No seas necio, no leas si no te apetece»; o esta otra: «Lee, aunque no te apetezca». Era un libro contradictorio, pero muy divertido; hasta el punto de que llegué al final con los ojos rasos de lágrimas de tanto reír, y llorar. De reír, porque uno de los actores sentenciaba cosas como ésta: «Me duele la cabeza, me la cortaría, pero si lo hago no sabré nunca si el curativo que he tomado me alivió el dolor o siguió tan corajudo»; corajudo, por la palabra deduje que el personaje podía ser sudamericano; es decir, de la tierra de los Borges, los Monterroso, o los Gabo (menos conocido como Gabriel García Márquez, y que ahora ha muerto). Y de llorar, porque el mismo personaje agregaba: «Al fin, me he cortado la cabeza y no sé nada de lo que haya podido ocurrir después del evento»; y, con un tono claro de ternura, añadía: «Si no te es gravoso, y puedes, dímelo tú, lector». ¿Decirle qué? ¿A quién? Y yo, que tenía intención de ayudarle, no supe cómo, pues la cabeza, en el suelo, tenía un rictus de dolor y los ojos cerrados. Del charco de sangre no diré nada, porque sólo de nombrar la sangre me da vértigo; tanto, como oír a un político prometiendo libros gratis en un Día del Libro. (Los libros, para un político, en general, son subversión). Sólo diré que la sangre era roja (menos mal que no azul, se puede suponer por qué), era roja y, al poco, empezaba a coagularse, entre la fruición y la bulla de las moscas. A la cabeza, con el rictus de dolor, los ojos cerrados, y sin sangre, ya no se la oyó decir nada más; con la cabeza callada, sólo seguían hablando la sangre y las moscas, y un perro que se acercó a husmear y aulló, contaba el autor. El autor del libro todavía tuvo esta puya o ironía; escribió: «Si has llegado hasta aquí -era el final-, enhorabuena, yo no lo habría aguantado. Pero no es malo perder el tiempo, si crees, leyendo un libro, que lo has ganado». Y concluía: «¿Tú qué dices, lector?» ¿Y yo qué digo, Diario?, he preguntado a mi vez. Pero mi Diario se ha encogido de hombros, y, con ese gesto, me lo ha dicho todo, casi tanto como el libro que acabo de leer; es decir, todo y nada; los libros son así, dicen y no dicen, saben e ignoran, tiemblan y agreden según el ánimo del que los lee; y es que todos ellos, los libros, se dejan vivir en el lector, con humildad y profesionalidad de libro (19:32:39).

martes, 22 de abril de 2014


22 de abril de 2014. Martes.
GABO
 
Soledad, vestida de soledad. G. Luna. F: FotVi
 
-Un servidor todavía sigue llamándole Gabriel García Márquez, con respeto, como entonces, cuando leí, con mucho sudor y lágrimas, Cien años de soledad. Sudor y lágrimas, porque apenas entendía nada, y una y otra vez tenía que volver sobre lo leído e identificar así situaciones y personajes, que me parecían repetirse, y en realidad se repetían, como en una locura de hielo, que nunca es el mismo aunque lo parezca. O es el mismo y se disfraza de lo mismo, hasta parecer que no lo es o sí lo es, no sé. Leí Cien años de soledad en una edición, pulcra, del Círculo de Lectores, de 1970; es decir, tres años después de haber sido escrita y editada, un lujo. La cubierta es de G. Luna y, en azules, dibuja la soledad como una anciana sentada en una silla (en un negro azul), con los ojos bajos y las manos entrelazadas sobre las rodillas, entre el halda. Pues, ahí, leyendo entonces Cien años de soledad, casi me volví loco, preguntándome quién podía ser quién en tantos y tantos nombres y apellidos repetidos de generación en generación, como un rosario de cuentas de alcanfor. Pero me fascinó, y años después la volví a leer, y seguí volviéndome loco, pero menos; los nombres me sonaban mejor y los iba distinguiendo, y hasta el «sofisticado artefacto lingüístico» que García Márquez se inventó. No es que las cosas tuvieran sentido; sólo era que iba perdiendo el sentido yo y las cosas sin sentido me las empezaba a creer, o a darles sentido. Empezaba a creerme lo increíble. Creer en la literatura es creerte sus mentiras, hasta asombrarte de tu fe. Cervantes es un embaucador perfecto, que acierta con las palabras para hacer parecer que no lo es. Salvo las palabras y el sentimiento, en la literatura casi todo es mentira. García Márquez (aunque en menor grado) es otro embaucador excelso. Al que, bastantes de los que no lo han leído, llaman ahora Gabo, seguro que porque han mojado alguna vez en el mismo plato que él. «Estábamos Gabo y yo»…, se lee y se oye estos días; todos han estado con Gabo, salvo Gabo consigo mismo, quizá. Y entonces cierto mundo ha descorchado la botella de champán de las burbujas celebrativas. Burbujas, que acaban en un ¡plaf! o estallido húmedo y frágil que se rompe en irisadas partículas vivas. Se celebra que ha muerto Gabo, el creador (casi un pequeño dios) de todo un mundo, Macondo, que al final de un libro de 348 páginas es destruido por «la cólera del huracán bíblico» (su misma cólera tal vez), cuando Aureliano estaba descifrando el pergamino en el que se decían «la fecha y circunstancia de su muerte» y de «la ciudad de los espejos (o los espejismos)», que «sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Buendía acabara de descifrar los pergaminos». Celebrar la muerte de Gabo en ceremonias de boato y lujo, está bien; pero es mejor leer el libro y no sacar ninguna conclusión, salvo la de que una mentira bien urdida puede crear un mito y, al punto, destruirlo, si no se le presta la atención de lo que se ama. Yo, Diario, rezaré por Gabriel García Márquez (no por Gabo: confieso no haber mojado nunca en el mismo plato que él) y seguiré leyendo la hermosa mentira titulada Cien años de soledad, mentira que espero no creer nunca para así seguir asombrándome de su posible veracidad, o mentira (20:35:34).

lunes, 21 de abril de 2014


21 de abril de 2014. Lunes.
LOS OFICIOS
 
En la humildad del pan, Monumento de San Blas. La Ribera. F: FotVi
 
-Ya acabó todo, y felizmente. Oficios, idas y venidas, y cierta afluencia de fieles; extraordinaria, el domingo. En los Oficios, celebramos cosas importantes: el Jueves Santo celebramos que Jesús, el llamado Cristo, se quedara pan y vino en la mesa del pobre, como alimento. Cogió el pan y, ante los ojos atónitos de los suyos, dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros»; lo mismo hizo con el vino: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto en memoria mía», y ahí está, en el pan y en el vino, y en las palabras y en el amor de los suyos. Allí donde hay un trozo de amor; es decir, un trozo de pan partido y compartido, allí está él, puntual, tímido en la timidez del pan, irreconocible para lo egoísta, cierto para el que da o se da. El pan no siempre tiene por qué ser pan; puede ser pan, pero puede ser también uno mismo, que se entrega en donación. Esto fue el jueves; el viernes ocurrió que este mismo Cristo que se quedaba pan y vino, quiso quedarse además crucificado, o cosido al amor en forma de cruz, y lo celebramos. Fue una celebración sobria y trágica, con Cristo dándose en la cruz y preguntando: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Y, ante la cruz, doblamos la rodilla, adorando así la voluntad de aquél que prefirió hacer la voluntad del Padre a la suya propia, por lo que se dejó inmolar. Celebramos la muerte y el sepulcro, para poder celebrar luego la resurrección. En la Vigilia Pascual abundaron la Luz, la Palabra, los cánticos de Gloria, los Aleluyas, y la Resurrección. Decía la Escritura «que Él había de resucitar de entre los muertos», y se cumplió. Fue una reunión de familia numerosa que celebraba su fe. Niños, adultos, ancianos, y todos haciendo patente que nos fiábamos de Jesús de Nazaret, el Maestro, el Señor. Fuimos felices; tanto, que, al fin, Diario, compartimos el buen sabor de una chocolatada, con bollitos con los que mojar (20:28:13).