19 de junio de 2020. Viernes.
CANTAR UN HIMNO
Alegría de vivir, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Hoy, con mi madre que está en los cielos, me he
sonreído y alegrado por el triunfo del Real Madrid: 3-0, frente al Valencia. Y
he recordado aquella noche –estaba ya muy malita– en la que entré en la
habitación donde descansada y le dije: «Madre, hemos ganado 3-1». (Antes había
entrado a decirle que perdíamos por 1-0. El Madrid jugaba contra el Zaragoza en
el Bernabéu). Y, como el que no quiere, con su pícara sonrisa y su gracia a
prueba de desgracias, me dijo: «¡Un rosario a San Antonio me ha costado!» «Un
rosario a San Antonio», me dije. No entendía qué tenía que ver el rosario con
San Antonio. Pero reí y salí reconfortado de la habitación. A pesar de los
años, 97, seguía con el espíritu joven y su sentido del humor alentando
optimismo a su alrededor. Se durmió en paz, y, entonces, el que rezó fui yo,
para darle gracias a Dios por el milagro de su vida, que fue siempre luz y camino,
alegría y libertad, fe y plegaria para mí. Anoche me dormí sin saber el resultado;
esta mañana al ver el 3-1, se me han llenado los ojos de palomas. Y lo he
celebrado, pensando en mi madre, que, en la paz en que descansa, habrá sonreído
y mirado a San Antonio con mirada cómplice, y ambas miradas se habrán entendido,
haciéndose un guiño de santidad. En el confinamiento, Diario, viene bien cantar
un himno a la vida, aunque sea el de la oda de Schiller a la alegría: «Todos
los hombres se vuelven hermanos, / allí donde se posa tu ala suave», alegría
(12:41:12).