sábado, 30 de mayo de 2020

30 de mayo de 2020. Sábado.
LA SOLEDAD FECUNDA

Florecida en soledad. Murcia. F: FotVi

-La soledad puede ser fecunda y luminosa. También perversa: puede matar. Pero sobre todo, la soledad es creativa y lúcida. La soledad es como un campo sembrado: extendido e íntimo, recogido, pero vivo, en el que siempre aparecen brotes y tallos nuevos hasta alcanzar a ser espiga. La soledad –y el silencio que la acompaña–, son fuentes de inspiración –de iluminación–, donde se alcanza y toca la libertad. En la soledad, contemplas el mundo, lo meditas, lo escribes, y luego, con la paloma que nace de las palabras por ti escritas, lo echas a volar. Lo liberas y te liberas. Le ocurrió a la poeta americana Emily Dickinson, que los 20 últimos años de su vida los vivió en soledad, alejada del mundo, pero amándolo, diciéndolo en sus poemas: «A mí me bastan mis alas», decía. Ayer leía yo a Emily Dickinson y supe que  iluminaba mi vida y mi amor por las cosas pequeñas y trascendentales, las que viven y alientan más allá de nosotros mismos. Quizás en la dimensión de Dios. En un hermoso poema, dice: «Si yo puedo evitar que un corazón se pare, / no habré vivido en vano. / Si yo puedo aliviarle a una vida el dolor, / o calmar una pena, / si ayudo a un desmayado perirrojo / y lo llevo de nuevo hacia su nido, / no habré vivido en vano». Vivir y ser, Diario, florecer, dar fruto, esa es la cuestión, que diría Shakespeare: la que en el encierro sostienen las alas de la libertad (12:09:30).

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