3 de noviembre de 2022. Jueves.
MANOS RECIENTES EN LA ROSA
MANOS RECIENTES EN LA ROSA
-Hace unos días,
empezaba así la oración de la mañana: «Tus manos son recientes en la rosa», cantaba
yo con el poeta, que ayudaba así a la oración a ser mística y dotada de
hermosura, en Laudes. No se rezan palabras hueras y feas, sino poemas en los que Dios habita. Poemas de
vida habitados por Dios. Allí donde Dios habita, reverbera la belleza; no hay
belleza sin el hálito de Dios en la albañilería verbal de la oración
gramatical, ya sea escrita o hablada. San Juan llenó el poema tierra de Palabra
de Dios, «que se hizo carne»; la tierra era poema, pero faltaba la Palabra que
lo dijera, y la Palabra, entonces, se hizo carne de labio, de lengua, de hombre
total, para decirla. La debilidad del hombre, arcilla conducida, modelada, se
ve así llena de Espíritu, que es fuego, incendio, fuerza; llena, pues, de
Espíritu verbal, de la Palabra, que es vocabulario y dicción de Dios. La
Palabra se hizo carne de labio humano, de lengua y paladar, y habitó entre
nosotros, en Jesucristo. «Tus manos son recientes en la rosa», lo dije en la
oración, y esa mañana miré una rosa, y me pareció que se hundían, como
presionados, sus pétalos blancos. Algo se ha posado en ella, y no han sido ni
la abeja ni la libélula de papel flotante, la mariposa, de otras veces; algo,
con el rumor de un dedo, la ha rozado y se ha movido el blanco, para serlo más.
Más blancor, por la acción de un dedo invisible, que no se ha llevado polen,
como el insecto, sino que ha dejado blancura, más belleza, en la rosa. Como el
pincel de un pintor invisible, Diario, algo se movió en el blanco y lo hizo más
blanco, más luz: Dios ponía su mano en la rosa y la rosa se embellecía
(13:06:43).