2 de febrero de 2021. Martes.
CANDELA
CANDELA
-Candela, que seas muy feliz, es tu onomástica, tu santo. A ti, que eres
fiesta, se te une la fiesta de la presentación del Señor en el templo, donde
habla la luz, y donde la claridad se hace profecía en Simeón. Simeón mira al niño
que ha tomado en sus brazos, y lo ve como «promesa cumplida», como «salvación de las
naciones», como «luz que alumbrará a los gentiles». Hoy, las velas encendidas
hablan, cantan himnos. Simeón y Ana, en su vejez, son nuevamente fecundos:
llenos del Espíritu Santo, profetizan: «No desesperéis, la vida merece la pena
vivirla, el Señor mantiene su promesa». Dios, en la luz que es Jesús, se hace
encuentro con su pueblo, que anda perdido en la oscuridad. La oscuridad de
tanta vileza. Y les habla de esperanza, de que no desfallezcan. Ni los enfermos
–tantos, en esta hora–, ni los perseguidos, ni los que soportan la cruel sacudida
de la soledad, ni los ancianos, ni el pobre de pan y de expectativas, ni el que
da su vida por la justica, todos somos invitados a cantar el mismo himno inesperado
y vivo de la fe, de la esperanza, del amor, para, así, poder decir con Simeón: «Ahora,
Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Mis ojos han visto al Salvador». Candela
es la humilde vela que, encendida, quiebra la oscuridad y da luz a la tiniebla,
y atemoriza al horror y lo hace huir, y, entrando y viviendo en la profecía, apoya y libra, y entonces puede decirse con Simeón: «Todavía hay salvación»; todavía, porque
allí donde Dios habita, late la luz de la profecía, y, a ella, Diario, siempre sigue la
esperanza. Candela, en el día de la luz, sé muy feliz, y que la Luz te bendiga y te haga, sin aspavientos vanos, serena claridad (10:58:11).
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