jueves, 4 de febrero de 2021

4 de febrero de 2021. Jueves.
SILENCIOS CALLADOS

Así amanecía hoy, el cielo de Murcia. F: FotVi

-Contemplar salir el sol cada mañana es como leer un poema hermoso, único, irrepetible. «En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia», pedía yo en Laudes, con expectación de aprendiz que deseara tocar el espíritu, el más allá íntimo de las cosas, su arsenal más entrañable y subterráneo de belleza. Escuchar la gracia debe ser como oír la entraña del silencio, entrar en sus estancias más esenciales e indescifrables. No es la forma, sino la esencia lo que busca el que pide oír el tañido de la gracia. Donde, sin duda, se halla Dios. El fabulista francés Fontaine decía: «La gracia es más bella aún que la belleza». Cada día, al amanecer, el dedo de Dios pinta el cielo, de un modo distinto, sin nada que se asemeje al del día anterior. La inventiva de Dios es infinita, y su ingenio inconmensurable. Pero el poder valorarlas y hacerlas vida en nosotros, es de una generosidad superior. Dios, así, nos regala el poder del éxtasis, el don sutil, hecho de soplo, de la sorpresa. Doy gracias por este don o acontecimiento fértil en mi vida. Aún me sorprenden la fe, el amor, la esperanza, el gusto de un poema, la sacudida interior de un amanecer, el grito divino de la misericordia. Yo, Diario, diría con Unamuno: Señor, «tus íntimos sentires florecen en mi boca, / tu vista está en mis ojos». Ahí, Señor, oigo tu gracia, escucho sus silencios callados, como el estruendo de un mar místico, que, por tu gracia, se estremece dentro de mí, y me habla, de belleza (11:26:21).

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