31 de marzo de 2022. Jueves.
DIOSECILLOS PIRADOS
DIOSECILLOS PIRADOS
-Un sol de bodas de oro, en el azul del cielo, ha devuelto el color a
las cosas, y un poco de calor. Me gusta la lluvia y me vigoriza el sol. Con
ambos, despierto por la mañana y vuelo, y con los brazos abiertos hago
ejercicios de aleteo en el balcón; en mañanas especiales, y después de rezar, es
mi gimnasia preferida con la que trato de mover el corazón y llamar de paso a
la inspiración. Inspiración que va y viene como el vuelo de las aves o el
vaivén de los árboles con el viento. Mientras, veo que, en nuestro mundo, al
tiempo que se está dando a Dios de lado, se van creando otros diosecillos
pirados, impotentes, mediocres, que, con pies de barro, se montan su propia
estatua para adorarse sí mismos. Y el entorno, empesebrado, guiado solo o por
la dinámica del poder o el deseo de prosperar sin trabajo y sin esfuerzo,
regala sonrisas y halagos al jefecillo despótico y engolado, al preboste
envilecido y menguado. Un líder es el que sirve, no quien se pavonea mandando.
Es tarea del líder llevar a la gente desde donde está hasta donde nunca ha
estado, decía Henry Kissinger, político. Es el que ve primero porque ha soñado
y trabajado más en percibir y amueblar el futuro en su mente. Ese futuro al que
todos, queramos o no, nos encaminamos. La mayor y más enfangada corrupción, es
la de la persona mentirosa, que es capaz de cambiar, sin temblarle el pulso, el
bien por el mal, la justicia por lo indigno, y encima estar presto para jurar
fidelidad a lo que está mancillando. ¿Te recuerda esto, Diario, a alguien
próximo a nosotros, que nos mal gobierna y, sin Dios, dice creer en los
milagros? (12:45:13).
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