28 de marzo de 2022. Lunes.
¡SÍ A LA VIDA!
¡SÍ A LA VIDA!
-Vestir una ciudad de verde es cubrirla de esperanza, llenarla de bosque para que, como el pájaro o el arroyo, o el musgo que crece donde existen el agua y la luz, vuele la vida, y en libertad. En tiempos en que se aclama con leyes injustas la muerte, decir: «¡Sí a la Vida!», es decir no a la indignidad y a la mentira, a la ignominia, al «descarte». Aceptar la ley del aborto y la eutanasia, propiciadas por el Estado, es, como dice el Papa Francisco, entrar en el horror del «homicidio», del crimen, y, quien lo practique, «mata». Ayer Madrid se vistió de niños con globo, de alegría vital, de padres que cantaban el himno luminoso y festivo de la alegría por vivir. Fue como revivir la oda a la alegría de F. Schiller: «Alegría, bella luz divina..., los hombres se vuelven hermanos, / allí donde se posa tu benigno vuelo» La ancianidad y el enfermo necesitan, no que se les ayude a morir, sino que con amor, asistencia afectiva, médica, espiritual –cuidados paliativos–, se les invite a vivir. Lo mismo que el niño que es concebido, debe vivir, es su derecho. Nada ni nadie pueden arrebatarle la facultad de poder nacer, y poder decir: «¡Madre!», o «¡Qué bella es la vida!». Es, dice el papa Francisco del aborto: «Como contratar un sicario para resolver un problema…; sería como aceptar el homicidio cotidiano». Matar niños es como quemar libros, se mutila el futuro, se entorpece el fluir de la historia. Ayer, en Madrid, se oyó, sobre todos, el silencio de los niños y ancianos triturados por layes mal llamadas «progresistas», y propiciadas por un gobierno decididamente «¿progre?» y sacrílego. Con este terrible «progreso», mueren los pueblos de injusticia y maldad, y triunfa el estrago, la aflicción, la carestía espiritual. Ayer, Diario, me percaté que en los ojos de muchas gentes, lloraba el Silencio de Dios (12:05:17).
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