21 de mayo de 2014. Miércoles.
EL INCENDIO
DEL ASOMBRO, O BREVE CRÓNICA DE UN HOMENAJE
Ayer no estaban y hoy poema, en el jardín. F: FotVi |
-Ayer, en Molina, mi pueblo, el gozo por el deber cumplido fue total; y
es que alguno de mis versos leídos por otros poetas, llegó a asombrarme, como si no lo hubiera
escrito yo y viniera a mi oído por vez primera. ¡Qué gozo oír versos que no te
suenan y te asombran, aunque sean tuyos! O sea: el asombro como llama de la poesía;
o el incendio del asombro. Pues, donde mis raíces, en Molina, me vinieron a la
vez, como una sacudida íntima, el asombro y el gozo por asombrarme. Citando a
Simone Well, Elena Poniatowska ha escrito que echar raíces es quizá la
necesidad más apremiante del alma humana, ella que, cuando recaló en México, venía
de todas partes; echar raíces y que no se mueran. Casi una veintena de poetas
leyendo a otro poeta es una originalidad que eriza de emoción. Dice el
evangelista San Juan que la Palabra se hizo carne, humanidad; ayer, en Molina,
la carne se hizo palabra y, en la palabra, nos sentimos más humanos. ¡Conocer a
poetas que te admiran sin tú saberlo, qué arco de ojiva es, qué maravilla! Ayer,
en Molina, hubo poetas, pero no autoridades: tienen siempre tanto que hacer por
el pueblo; y sucede que a veces hacen cosas por el pueblo, pero sin el pueblo. Y
no es que no quieran, es que no quieren. Salvo en tiempo de votos, de siega, el
pueblo es un engorro. En tiempo de votos, se ceba el mar para que el pez se
envicie y así pescarlo; y de ser pez, o libertad, se torna uno pescado; pescado
que, desde los últimos coletazos y goteando mar aún, huele ya a chamusquina.
Pero hubo poetas (Paco Illán, Noa Briones, Adolfo Navascués, Gema Bocardo, José
María López, Mariángeles Ibernón, José Manuel Salinas, Irelfaustina Bermejo,
Cristián Mínguez, Antonio Palazón, Jesús Pablo Guillamón, Raquel Mengual, Jesús
Pons y Domingo Pérez, cantautor que esta vez hizo música para un poema mío,
cuyo título es Final, y que, tras un
rasgueo de guitarra, inicia el vuelo así: «La rosa ya ha escanciado su
hermosura…»; para posarse luego y finalizar así: «Es la hora de esperar en la
esperanza». (Del libro Dios se llama
forastero). Estos fueron los poetas; con el público, que prestó palmas y
murmullos cuando un poema le impactaba o, como diría Elena Poniatowska, tacaba
fibras en las que se reconocía. Luego intervine yo, con trémolos (tiemblos) y
emoción, leí dos poemas y di las gracias, en griego, efjaristó (por parecerme más lírico por homérico) y en español. En
el «gracias» español suena la sonoridad, y en el efjaristó griego, las raíces por las que somos árbol con sabiduría
y libertad, los frutos de estas raíces. Y gracias cum laude, nota máxima, Diario, a Paco Illán y a Irelfaustina Bermejo
por la organización, y a José Antonio y Mari Carmen Ferrer, por el transporte; y
hasta más ver, asombro, que dijo el poema (19:54:41).