25 de abril de 2015. Sábado.
CON LA BOCA HECHA
AGUA
Ejerciendo de luz, humilde, en el jardín. F: FotVi |
-Hay quienes (un servidor entre los quienes), tras contemplar algo
deleitoso, como -ejemplo- un trozo de pan mojado en aceite y rociado de sal, o
un gajo de naranja, con sed, solemos decir: «¡Se me hace la boca agua!»; sin
pudor lo solemos decir, y sorbemos con deleite la gloria del bocado, que queda
sólo en saliva romántica, soñadora, o saliva salivándose. Se «resaliva» la
saliva en la boca y, en la saliva salivada, se «regusta» lo aún no gustado. Es
un milagro gástrico, emocional, tal vez intelectual. Contemplada la justicia,
es fruto que nos invita a morder en ella, en su exquisito aspecto, en su olor y
presencia, y solemos celebrarla aunque no la hayamos ejercido (catado) nunca. «¡Ah,
la justicia!», y se nos hace la boca agua. Se nos ríen los huesos y hacemos
loas encendidas de la virtud, que, sin embargo, quizá, no practicamos. Ser
justo no se estila mucho, aunque sí celebrar que exista y se puedan decir bondades
de ella. Cualquier ideología, filosofía, u ONG sentimental que se precie, dice
bien y hace elogios de la justicia, denunciando a la vez la injusticia, esa
mueca terrible de nuestra sociedad seminconsciente y vacía, vivalavirgen. La
justicia es bocado dulcísimo, pues, en boca de cualquier sensibilidad, pero más
en boca del adulón o demagogo, del mago de la pirotecnia engañabobos. (¿Por qué
me da ahora por pensar en políticos, intelectuales, algún eclesiástico, y, en
general, toda la alfombra roja por donde pasa, solemne y brava, y aun lírica, a
veces, la progresía?) ¿Y Juan Goytisolo? Tan breve fue su discurso en la entrega
del Premio Cervantes, que sólo se le notó su amor por la justicia (quizá); y su
encono por casi todo lo demás (también). Dolido este hombre, trasmite
dolor; herido este hombre, destila heridas sin cicatrizar. Destapa «un panorama
sombrío», pero no veo que se implique en encender alguna luz que despeje estas
sombras; la luz (quizá) la encienda (sólo luz de cerilla tal vez, pero luz) una
monjita en Nigeria o un voluntario en Eritrea, defendiendo la justicia allí donde
ejerce la injusticia. Implicándose, enredándose, haciéndose un lío con el
sufrimiento, no sólo denunciarlo, allí donde duele. El poeta chileno Huidobro,
en su poema Balada de lo que no vuelve,
decía: «Disparad contra mí vuestros dardos / Vengad en mí vuestras angustias / Vengad
en mí vuestros fracasos / Yo soy invulnerable…». Al estilo de aquel de la cruz,
Huidobro se implicaba. Ante estos versos, Diario, se me hace agua la boca de la
fe en el ser humano; en el hombre y la mujer que denuncian dándose, implicándose,
siendo cruz en la cruz (21:06:30).