29 de septiembre de 2021. Miércoles.
TRISTEZA INFINITA
TRISTEZA INFINITA
-Leyendo mis citas de autores, las que guardo como oro en paño en un cuaderno de anotaciones, doy con una de Luis Cernuda, que dice: «Pero,
como el amor, / debe el dolor ser mudo». La mudez consiste en tener palabras en
la mente y el corazón, y aun en los signos, pero no en la boca. La boca calla y
hablan los gestos, las manos. Y los ojos –vivos y locuaces, radiantes– que los acompañan.
El que aclara con las manos lo que dicen los labios, es como el prestidigitador
que saca palomas –aleteos, sueños, lejanías– del sombrero. El amor, a veces, se
dice con una flor; el dolor, con lágrimas. Son el lenguaje del silencio que ama
o sufre, y que a veces, para ir más lejos y rozar quizá el más allá, reza. El
que reza llena de silencios vivos, dinámicos, el silencio de Dios, que escucha,
y, tras escuchar, habla al corazón. Yo también rezo, Diario, por el dolor callado
del niño abortado, dolor que no oyen sus padres ni los que negocian con sus
restos, ni la sociedad, ni el médico –muerte, terror, miseria– que lo tritura,
que lo muele. Es el drama de los que no pueden gritar, porque los callan; no les
han dejado hablar: tristeza infinita (18:00:12).