ESTAR DISPONIBLE
-Busco estar presentable el sábado 28 de mayo. Yo llamo estar
presentable a estar disponible. El viernes próximo marcho a Madrid donde el
sábado presentaré el nuevo libro Piedras
y alas en el aire, una antología de mis poemas, a los que considero como «arcilla
moldeada en verso», o un digno vaso con el que escanciar belleza. «Como si
bebieras versos en una copa –kántharo–
griega», me he dicho. Hoy me toca ir al otorrinolaringólogo, es decir, al
iluminador de oídos, al especialista en abrir caminos por el laberinto auditivo
y poder oír mejor. Me va a probar unos audífonos que apenas se ven, tan
livianos son. Es algo así como el que, para evitar las gafas, se pone lentillas.
Con inocencia de niño, la vejez intenta disimular sus limitaciones y se viste
de paje para no parecer un rey tullido. Voy, me sienta en un sillón, y me pone los
audífonos, con cuidado de madre –el otorrinolaringólogo es mujer–: «El que
lleva un puntito rojo, en el oído derecho y el del puntito azul, en el
izquierdo», me dice. Y con esos apósitos, parches, dentro de mí, me vinieron a
dar todos los ruidos más agradables y desagradables en el mismo lugar del
tímpano, y por poco me tiran al suelo. Me agarré a la mesa y dije: «¡Por favor,
más suave!», y la doctora fue regulando el invento hasta que todo quedó en un manejable
murmullo tierno y dócil en mi interior. Sonreí y dije: «¡Ah!», y me volví
en taxi oyendo el respirar de las flores; y, como si renaciera, Diario, bendije
a Dios, bendición que –¿fue así?– también oí estenderse dentro de mí (12:53:21).