2 de diciembre de 2020. Miércoles.
LOS OJOS RÍEN
LOS OJOS RÍEN
-Despierto y siento frío. «¡Ah!, el frío: ya está
aquí», me he dicho. El frío hiela mis palabras en la boca antes de nacer, antes
de saltar de mis labios a las cosas y decirlas, recreándolas, palabras que
caliento con un buen verso de la Biblia. Un salmo. «Arroja su hielo como migas
de pan. ¿Quién puede resistir ante su frío?» Aunque habla de frío, el verso
destila amor, habla de Dios. Que avisa. Y el verso calienta mi interior aturdido;
y la ducha, mi cuerpo helado. Pero el frío, cuando llega a la pobreza, a lo sumo,
la cubre de cartón, de intemperie, de migajas de limosna, de caridad tal vez. Mas
solo la justicia y el derecho le pueden dar calor. Solo el evangelio y la fe en
la vida y la trascendencia tapan la pobreza, con amor. La caridad hecha sin amor,
no es caridad, es altruismo frío, solo dádiva, que se agradece. Me sobra y doy.
No es lo mismo que dar de aquello que quizá le falte a uno. Hoy he salido a la
calle y he visto la pobreza acercarse –mujer joven, vestida de tristeza, no
desarrapada– y, con un bote de plástico en la mano, pedir limosna. Iba con
mascarilla usada y el brazo alargado, pero respetuoso y lejano, para no
contaminar su pavorosa pandemia, la de la indigencia, al que tuviera
a bien darle unas monedas. Le doy unas monedas y veo que, en sus ojos, hay una
sonrisa; sonrisa que le devuelvo, también agradecido. No había visto en toda
la pandemia una sonrisa tan llena de luz, y tan amiga. Los ojos ríen, Diario, y celebran
(18:47:48).