24 de noviembre de 2020. Martes.
NO ME FÍO
NO ME FÍO
-Y apareció la Mentira y dijo: «En el primer semestre
de 2021 os empezaré a vacunar contra el virus». La mentira nos vino del cielo
de la televisión –su cielo– y nos roció con su gracia y su esplendor. Fue una noticia
que asustó al virus, y, por unos días, contuvo su virulencia, calmó su afán
depredador. «¡Estoy perdido!», dijo el virus, y se escondió en su caparazón de
bicho microscópico, y, abatido, se echó a llorar. Lloró lágrimas de virus, lágrimas
que no se ven, pero que, como aerosoles que son, vician el aire y se expanden
por el mundo, causando desdichas y alarma. Pero como decía Descartes: «Es sensato
no fiarse de quienes nos han engañado alguna vez». Y hubo televidentes que, avisados,
se dijeron: «No me fío», y siguieron con sus quehaceres, que, cercenados por el
virus, son pocos; los más –salvo los políticos– están en las colas del paro o
en las de los centros de caridad, buscando algo que echarse a la boca. O andan apurando
sus ahorros. O desesperados. En estas, me vienen a la memoria unos versos de
Luis Rosales que leí en su obra La casa
encendida; él habla de la soledad, yo los refiero a la persona que una y
otra vez ha sido engañada. Dice: «Mi soledad es como un vientre de pescado /
que se ha quedado frío besándome la boca». La soledad del ciudadano que se
siente mal gobernado, y además sin el alivio de una sola verdad que lo acompañe
en su día a día. Dice el Apocalipsis (palabra de Dios): «Afuera están los
perros, los hechiceros, los inmorales, los idólatras, y todo el que ama y practica la mentira». Te digo, Diario, que en el primer semestre de 2021 no empezarán
a vacunarnos, cosa que, por otra parte,
pido a Dios, que sí, que esta vez sea verdad lo que ha dicho la Mentira, y prometo que dejaré de llamarlo así, por siempre jamás (12:29:39).
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