25 de noviembre de 2020. Miércoles.
EL SOL EN LA BIBLIOTECA
EL SOL EN LA BIBLIOTECA
-Da el sol en la biblioteca, y veo que se recrea en
ella, que la está gustando, la deletrea, y me pregunto: «¿Qué libro estará
leyendo?» Porque me digo: «El sol debe ser políglota, debe conocer todas las
lenguas de la tierra». Y, por tanto, lee, paladeándolos, todos los libros que
halla a su paso, como una abeja gusta el polen de cualquier flor, sea una
bignonia o una rosa, o la flor sencilla y bellísima del almendro; lee a Homero, a Ovidio, a Cervantes, a Shakespeare, a Pessoa, a Dante, a Faulkner, a Borges, a
Dios –en la Biblia–, a tantos. Seguramente sigue la máxima de Cervantes en el
Quijote: «Quien anda mucho y lee mucho, ve mucho y sabe mucho». Con el saber de
Dios, el saber de los libros es toda la sabiduría humana recopilada, recogida
en cada concha sagrada –con su perla–, que es un libro. Es la buena y la
rebelde sabiduría, la que une y la que separa, la que juega al amor y la que lo
juzga, la que pregona la paz y la que hace la guerra. Ahí está todo lo que
somos y soñamos, nuestras luces y nuestras sombras, los adjetivos que todo lo
califican y los verbos que todo lo recorren.
Y todo es sabiduría: o el conocimiento del bien y del mal del Paraíso. Conocimientos
de trigal madurando siempre y de desiertos donde los gritos se pierden, y
donde no se oye más que los silencios que habla el mismo silencio, solitario. Yo solo digo
que, cuando empieza la mañana, me gusta que el sol entre en mi habitación, haga
una pausa en su recorrer del día y se detenga en mi biblioteca, manosee mis
libros, los lea, los exprima y los goce, y, catándolos, Diario, dé gracias a
quien lo concibió como sol; sol que da luz a la creación y la llena del gozo de Dios, que nunca se oscurece y siempre alienta y respira en
nuestro mismo respirar, regalándonos la vida, su Vida preciosa(12:01:22).
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