1 de noviembre de 2015. Domingo.
EL «AHORA» DE DIOS
Luz en la tierra, camino de San Blas. La Ribera. F: FotVi |
-La fe no se ve, la
santidad, sí. Si rezo, no se ve mi fe; pero si hundo la mano en una fuente de
agua y doy de beber a un sediento, sí. O si hago de samaritano y curo heridas. O
si entrego la vida en una cruz para librar a otros de ella y poder darle así a
la muerte serenidad de vida. El apóstol Santiago, sabio e inspirado, dijo: «¿De
qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: “Tengo fe”, si no tiene obras?». La
santidad, como el amor, aun con luces apagadas, se vislumbra, porque ella misma
es luz. Cuanto más oscura es la noche, más luce la luciérnaga. La fe, que tiene
su origen y su transitar en la Escritura, ni siquiera es palabra (o sólo
palabra) es acto, o sacramento, donde los signos se hacen realidad. En el
sacramento, el «antes» es la palabra, pero del «antes» (de la palabra) se llega
al «ahora», que es presencia, consagración, o Dios-con-nosotros. De la fe, la
esperanza y el amor al final sólo quedará el amor, donde Dios es, está, late
como Dios. El día de todos los Santos celebramos el «ahora» de Dios, su
santidad en los humanos, el «ahora» de las bienaventuranzas, el florecimiento y
brillo (o la primavera y su clamor) de la fe. En el día de todos los Santos, yo
-ejemplo- celebro a mi madre, porque era amor, y silencio. Como lo fueron tantas
otras madres, sin duda, o como lo fue María, la madre de Jesús, o como lo fue Teresa
de Calcuta, la madre de los tirados a la calle para que apesten y mueran en
ella, sin el intermedio del amor o la ternura. (Con piedad en los dedos, cerrar
los ojos del que muere). Como la lluvia en el bosque, así suena la fe en el
amor, que no hay modo de que no suene. El amor, pues, Diario, o el himno y salmodia
de Dios en el corazón del hombre, su melodía divina, su santidad (18:54:43).