1 de septiembre de 2019. Domingo.
ÁNGEL
DESPISTADO
Agua y bosque, en Salinas San Pedro del Pinatar. F. FotVi |
-Los domingos me levanto
con la luz del agradecimiento en los labios. Antes del primer paso, digo:
«Gracias por todo, Dios», y me dispongo a vivir una vez más, como el delfín o el
ave, feliz. Aunque aparezcan nubes negras o pájaros de mal agüero en el
horizonte. La felicidad vence al agujero sin fondo que te persigue y al
terrible miedo que da abocarte a mirarlo. Sé que hoy domingo habrá grajos y demonios
en mi vida, pero también algún ángel despistado que me salve. El ángel me habla
de justicia, de júbilo, de misericordia, estos valores tan efímeros hoy en la
sociedad, tan poco apreciados, pero yo los acojo y reflexiono sobre ellos, y
los pido para mí y para aquellos que deseen la paz en su corazón y la alegría
de vivir. La alegría del niño, por ejemplo, que vive del juego y de sus sueños
que andan interesados por eso que llaman el porvenir. O la paz de la paloma que
bebe en un charco y luego suelta las alas para que se libren de la tiranía de
la ley de la gravedad, y así, aleteando, se va por los cielos, sin dejar de
mirar a la tierra donde están la comida y el nido, el amor. La tierra, tan
castigada por el ser humano, y por la que claman todos los de conciencia
limpia. Ejemplo, el Papa Francisco, Diario, que nos ha pedido que recemos por «los
pulmones del planeta»; es decir, los bosques de la tierra, por los que respira y vive la humanidad (18:43:30).