27 de septiembre de 2020. Domingo.
CLARIDAD
CLARIDAD
-Hoy domingo –sin olvidar las cosas de este mundo, cosas que toco y
lloro, y por las que a veces rio– me centro en Dios, que está en los cielos y
que nació en Belén. El Cielo, del que venía, lo llamó Emmanuel (profecía de Isaías),
y la tierra: «Dios-con-nosotros». Y no es que Dios, en un viaje alucinante de
ida y vuelta por las estrellas, vaya y venga según le plazca, sino que, sin tener
que irse ni volver, siempre está aquí y allí, como un Sol bondadoso de justicia,
que, aunque se oculte en el ocaso, continuamente anda iluminando y dando calor,
desde su órbita celeste, a todo lo creado: átomo u hombre, galaxia o
luciérnaga. Lo anunció Malaquías: «Mas a vosotros, los que amáis mi nombre, os
nacerá el Sol de justicia; y, en sus alas, traerá la salvación». Hoy, Jornada Mundial
del Migrante. Día del que, como la uña de la carne, se desgarra de su tierra,
de su casa, el que emigra y sale en busca de pan, de paz, de libertad, de aires
nuevos en los que poder respirar y soñar. ¡Qué hermoso es, para el que emigra,
poder silabear pan, paz, libertad! Dios también fue migrante: del cielo a la
tierra, y, ya en la tierra, de Belén a Egipto, y, luego, vuelta a Belén, donde
se hace maestro en carpintería y en dialogar con su Padre. Y, al fin, luego de
la muerte en cruz –la más terrible emigración: bajó a los infiernos– y su
resurrección, de nuevo al cielo, sin irse de la tierra, quedando en su Palabra,
que es verdad y vida. Palabra en los que muchos habitamos. Y por la que podemos
existir y deletrear amor, libertad, alegría, sin dejar de caminar, Diario, y
sin que se marchite la esperanza en la vida futura: o vivir en la claridad de
Dios (13:12:00).